Teléfono rojo
En su obstinación por no querer enfrentar la problemática que genera el crimen organizado, y la percepción colectiva que cada día se afianza más, de estar aliados por lo que no habrá acción alguna que busque contrarrestar el daño que origina a su imagen y mal gobierno, Andrés Manuel López Obrador parece arrinconado y sin salida aparente para acallar los señalamientos que se hacen ahora, desde prestigiados medios internacionales.
Como antes lo hiciera el New York Times y Wshington Post, El País, ahora fue en las páginas de Le Monde, The Economist y Los Ángeles Times, donde se da cuenta de la alianza Morena-Crimen Organizado que mina la frágil estructura social en el país y se prenden luces de alerta, por la inacción en que persiste el gobierno federal bajo la errática insistencia de “abrazos, no balazos” con que defiende su endeble permisividad desde el circo mañanero.
De manera coincidente a la aparición de Silvano Aureoles Conejo ante los medios de cobertura nacional, para denunciar la injerencia del crimen organizado en las elecciones de Michoacán, los trabajos de investigación apuntalan sus acusaciones y pareciera que ya no hay forma de ocultar la realidad que lacera a la población en general, pero tampoco pareciera ser motivo de preocupación mayor por parte de quien vive encapsulado y con el lujo de un jeque árabe, a costillas de los ingenuos mexicanos que lo vieron como su mesías, su salvador.
Lo publicado en la prensa extranjera, que antes ya se hiciera en otros espacios nacionales a través de Reforma, Universal, Financiero, Heraldo, Impacto, Proceso y múltiples informativos de radio y televisión, no inmutan a López Obrador. No le importa lo que señalen porque para su atrofiada visión, son intentos de sus enemigos por desprestigiar el (des)gobierno que hoy tiene a México al borde de un viaje sin retorno.
Si acaso hubiera un rasgo de intencionalidad en el cambio de rumbo, el propio López Obrador lo atajó con sus desafortunados lances como el del jueves 15 de julio donde pretendió auto justificar su irresponsable decisión de dejar actuar a manos libres a quienes, según los hechos reporteados, tienen la bendición presidencial para actuar y disputarse cuanto territorio consideren de su propiedad o peculiar usufructo.
En el circo de esa mañana, el que se dice ser jefe supremo de las fuerzas armadas del país y ser celoso observante de no mancillar la investidura presidencial, insistió en que su (des)gobierno busca atacar la violencia que provoca el crimen organizado en México, “atendiendo las causas, situación que no hicieron los gobiernos anteriores”.
Y sin decir la estrategia que dijo estar llevando a cabo pero que llamó distinta a sus antecesores, arremetió como siempre contra los molinos de viento y en su quijotesca locura cotidiana salió con la argumentación cargada de estulticia que no es con el método del “mátalos en caliente, no es la tortura, que era una práctica lamentablemente usual hasta hace muy poco. Torturar, las masacres, el que en un enfrentamiento, los que quedaban heridos, los remataban, eso no lo vamos a hacer”.
Y como el gran histrión en que está convertido en esta carpa de pieles y terciopelos, el cómico de la legua se le fue a la yugular a sus enemigos imaginarios que acusó de estar frotándose las manos ante la esperanza que habría una embestida del Estado contra los criminales, “lo que no sucederá porque mientras ellos son autoritarios, partidarios de la mano dura, de las medidas coercitivas, de cárceles, de leyes más severas”, en su (des)gobierno no se usará la violencia.
Como la cereza del pastel de este patético show, el acomplejado e inculto histrión que cobra más caro por presentación en el mundo, remató:
“Tengo confianza en que vamos a pacificar al país, es un desafío, una convicción, si no terminamos de pacificar a México, por más que haya hecho, no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro gobierno”…
No cesaban las cerradas ovaciones entres sus mascotas, floreros y feligreses por este patriótico e inolvidable lance, cuando sus aliados le tomaban la palabra y en Zamora, sicarios atacaban a balazos a tres niños que jugaban en la calle y que hoy se debaten entre la vida y la muerte.
El gesto por demás loable y digno de ser perpetuado en letras de oro en cualquiera de los edificios legislativos del país, también fue secundado en Zacatecas, donde autoridades locales confirmaron la muerte de toda una familia originaria de Aguascalientes, que fueron descuartizados incluyendo un niño de tres años.
Retumbaban por todos los rincones del lujoso palacete donde se da vida de soberano, cuando un estudio del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) difundiera que apenas en los dos años y medio que lleva López Obrador al frente del país, se han detectado la creación de 12 nuevos carteles distribuidos por gran parte del país, abarcando ambas costas y, en algunos casos, disputándose el mismo territorio.
Las evidencias se multiplican, los ojos del mundo están encima de México y su alianza formal, de facto pero efectiva, con las bandas criminales, son el capítulo que sigue y donde por desgracia, los mexicanos de bien, incluyendo los feligreses y adoradores del falso redentor, debemos estar preparados para vivir etapas de zozobra, terror y desasosiego, en lo que resta del narco gobierno ahora que legalmente se reconozca el amasiato en que viven ambas partes.