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¿POR QUÉ VOTO PAREJO?
Recientemente el reconocido politólogo y escritor Enrique Krauze llamó a los ciudadanos a evitar con su voto, en la elección del 1o de julio entrante, la concentración de los poderes ejecutivo y legislativo en una sola fuerza política.
El historiador pidió votar para presidente por un partido y para diputados y senadores por otro, con el fin de mantener los contrapesos, que señala han tenido los gobiernos de México en años recientes.
“Para seguir construyendo nuestra democracia y preservando nuestras libertades, pienso que es muy importante que en las próximas elecciones dividamos nuevamente nuestro voto”, dijo.
Sin mencionar directamente a ningún personaje de la política pero en obvia referencia a Andrés Manuel López Obrador y los candidatos de la coalición “Juntos Haremos Historia”, el historiador consideró importante evitar que un solo partido tenga la mayoría en el congreso y que el presidente concentre un poder dominante, como sucedió en el Siglo 20.
El que esto escribe reconoce a Krauze como una mente lúcida y brillante, aun cuando ideológicamente conservadora. Su obra “Los caudillos culturales de la Revolución Mexicana” constituye un referente obligado para entender la conformación de una ideología nacionalista mexicana durante las primeras décadas del período post revolucionario del siglo 20. Fue durante ese periodo cuando a través de grandes hombres y mujeres surgieron las corrientes de pensamiento que dieron sustento al desarrollo intelectual y al surgimiento de una nación independiente, con identidad propia y un modelo de crecimiento “a la mexicana”.
A partir del surgimiento y conformación de ese movimiento, forjado con hombres y mujeres formados en un principio en la Universidad Nacional, y posteriormente en las universidades y escuelas públicas de las entidades del país, es que se lograron las grandes manifestaciones culturales, el diseño de las políticas públicas, y la construcción de las instituciones que dieron identidad y rumbo, con sus limitaciones inherentes, al México post revolucionario hasta la década de los ochenta.
En 1982, con la llegada de Miguel de la Madrid al poder, irrumpió el neoliberalismo, iniciándose el desmantelamiento del modelo económico y de las instituciones construidas, si como del acotamiento de las manifestaciones culturales desarrolladas en el periodo previo, para ser sustituidas por esquemas importados desde los centros de control financiero, económico, y cultural internacionales.
Con la estrategia sustitutiva fueron paulatinamente removidos de las posiciones de toma de decisiones en materia política y financiera los hombres y mujeres formados en las universidades públicas, y sustituidos por egresados de instituciones de educación superior privadas, y estudios de postgrado en universidades estadounidenses, hasta llegar a la situación actual.
Para nadie es desconocido que hoy en México la verdad predominante, y en muchos casos la única, es la que se dicta desde los centros de poder financiero, económico y cultural, que tienen sus sedes, los primeros, en organismos como el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los segundos, en las ciudades donde se concentran los mercados de valores y el grueso de los centros de decisión de los negocios globales, como Nueva York, Chicago, Tokio, Frankfurt, entre otros y, los terceros, en las grandes capitales culturales de Occidente. Y que en el caso de los primeros, que son quienes dictan el rumbo de la política económica y financiera en nuestro país a través de un gobierno subordinado, cuyos representantes en su mayoría son egresados de un puñado de universidades privadas, particularmente el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), con posgrados en universidades estadounidenses como Harvard, Yale, Chicago, MIT, entre otras.
No por nada durante los últimos sexenios la mayor parte de los titulares del Ejecutivo, de las secretarias de Hacienda, de Economía, de Relaciones Exteriores, del Banco de México, y en últimas fechas de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), y hasta las de Educación y Salud, han sido egresados de universidades privadas y posgraduados en Estados Unidos, salvo honrosas excepciones.
En este contexto se puede afirmar que en México, durante los últimos sexenios ha privado la visión de Francis Fukuyama expresada en su tristemente célebre libro “El fin de la Historia y el último hombre”, en el que señala que la historia como lucha de ideologías, ha terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto tras el fin de la Guerra Fría. En el México de las últimas seis administraciones federales la única realidad ha sido la que dicta el gobierno, replicada sin cuestionamientos por la mayoría de los medio electrónicos a su servicio.
Con esos antecedentes, y ante tan devastadora realidad, es indispensable que el nuevo gobierno de la República que habrá de surgir de las elecciones del próximo domingo 1o de julio, que todo hace suponer estará encabezado por Andrés Manuel López Obrador, cuente con el respaldo necesario y suficiente desde el congreso para impulsar los cambios de carácter jurídico que permitan redefinir las tareas de las instituciones y estar en condiciones de dar rumbo al proyecto de país que la ciudadanía determine apoyar a través de su voto, generando de entrada las condiciones necesarias para lograrlo. Para ello será necesario que la coalición “Juntos Haremos Historia” cuente con mayoría absoluta en las cámaras de los diputados y los senadores, obteniendo la mayoría de los votos en la elección del 1º de julio.
Coincido con Krauze en que es necesario que el presidente de la república tenga contrapesos en el Poder Legislativo para evitar la concentración de poder excesivo, pero primero hay que generar el piso parejo que hoy por hoy no existe.