Poder y dinero
Cuando un peregrino visita la Tierra Caliente, en la región de Apatzingán palpa el dolor de la gente, conoce la realidad más allá de los discursos oficiales y de las noticias que se filtran en los medos de comunicación.
Hay tantas experiencias: de los cientos de autodefensas que fueron detenidos por engaño y están prisioneros, te señalan por dondequiera los casos de las viudas, los huérfanos, las madres de los asesinados.
El sufrimiento y la muerte que desgarra la sociedad es algo absurdo, ¿es una situación sin mañana, sin un más allá?
Quienes tienen clavados los ojos en este mundo con una visión inmanentista, materialista, mutilada, ven en el dolor una catástrofe, un final aplastante, el fin definitivo, la nada.
Sin fe ni esperanza el dolor es diferente, infinitamente más grande.
Jesús es hombre y Dios y vino del más allá para rasgar el velo del misterio y enseñarnos los secretos del más allá del tiempo y el espacio.
Con él el telón de la muerte se descorre y aparece la dimensión plena de la vida humana, los linderos se amplían inmensamente. Se da uno cuenta que este mundo de materia y este tiempo inexorable no son todo.
Ahí empieza el mundo nuevo, de las realidades definitivas, de las ideas de Platón.
Al dolor y al sufrimiento se les abre una perspectiva nueva, un sentido.
Las pruebas y sufrimientos de los hombres honestos que luchan por la verdad y la justicia son semillas que se siembran y florecerán en el mundo nuevo, ahí recibirán el trofeo y la plenitud de la vida.
Los egoístas que por intereses mezquinos buscan el poder y el dinero y sacrifican la verdad y el bien morirán sin retorno, conocerán la desgracia y el sufrimiento aumentados hasta lo infinito. No conocerán la vida.
Los que no hacen justicia y tuercen la ley, hacen perecer al pobre y crean el caos negro de corrupción y mentira no escaparán de la justicia divina, absoluta.
Los que defienden la justicia, sin fuero, sin atrincherarse tras las charolas y las armas de alto poder conocerán el paraíso de la justicia, el reposo y la gloria sin medida, indeclinable. Son mártires y santos.
En esta perspectiva y lógica el mundo de justicia, progreso y seguridad que estamos buscando requieren, por una paradoja histórica, el sacrificio y la sangre.
Hay ejemplos históricos del bien que ha florecido en la sangre de los mártires, santos o laicos, el sacrifico del Siervo de la Nación, de Luther King, Gandhi, Lincoln, los héroes más puros de la guerra de independencia y de la Revolución.
Es necesario que uno muera por el pueblo”. El sacrificio de los hombres honestos que mueren luchando por el honor y la seguridad de su familia, por la causas justas del pueblo, como Manolo Mora son el clarear del nuevo día de los pobres y humildes, de la reforma que espera del hombre y de la sociedad.
El prototipo es Jesucristo, se despojó de la gloria y se metió en la historia humana, de noche y sufrimiento.
Asumió la condición humana con injusticias y sufrimiento.
Marca el camino del dolor hacia la gloria definitiva.
Abre el camino hacia la superación de la corrupción, injusticia, mentira, desigualdad social.
Pasa por las experiencias extremas del hombre: conspiración, juicio injusto, tortura, muerte terrible y cruenta como en La Ruana o Ayotzinapa.
Navidad es una luz clara y creciente en la noche larga del crimen, los asesinatos y el desgarramiento callado de las familias y el pueblo.
La victoria sobre la falsedad, el egoísmo y la muerte está asegurada tras las huellas del Mesías.
Los campeones de la justicia y la verdad con mayor razón son beneméritos del pueblo.