El arte plumario, herencia sagrada que revive con el Grupo Quetzal

MORELIA, Mich., 21 de mayo de 2025.- A lo largo de su historia, el arte plumario ha sufrido caídas y recaídas. Su último bache se extendió desde el siglo 18 hasta el 20, cuando fue rescatado. Hoy cuenta con representantes a través del Grupo Quetzal, tras haber revivido hace 30 años, indicó a Quadratín la artesana Yolanda Sereno.
La artesana expuso que el arte plumario o plumaria como también se le conoce, desde la época prehispánica era una artesanía preponderante, ya que se creía que las plumas, aparte de la belleza de las aves, protegían contra todos los males, "eran suntuarias, eran también religiosas".

Casi todo el mundo ha oído hablar de los penachos y de los escudos de guerra que están hechos de plumas, manifestó Yolanda, y todos llevaban plumas porque eran sagradas, expresó, "eran llamadas la sombra de los dioses", dijo, de ahí la importancia de este elemento.
Incluso se dice que el emperador Moctezuma tenía un criadero de aves solamente para poder aprovechar sus plumas, "eran más apreciadas incluso que el oro, que las piedras preciosas", indicó la artesana a este medio.
Una vez pasada la conquista española, dijo, este choque cultural, este arte con el que se hacían penachos, escudos e indumentarias ceremoniales, decayó porque ya no había sacerdotes ni guerreros quienes solían usar las plumas.

No obstante, expresó la artesana, gracias a los evangelizadores y los humanistas, como Vasco de Quiroga y fray Alonso de la Veracruz que promovieron las artesanías, el primero en Pátzcuaro y el segundo en Tiripetío, "hubo escuelas para que siguiera este arte, solo que esta vez ya no se hicieron las ideografías de los dioses antiguos, sino que lo promovieron para que se hicieran imágenes de vírgenes y santos, y así catequizar".
De tal manera que del siglo 16 al 18 fue un periodo en el que se hicieron muchas imágenes de vírgenes y santos, las cuales eran del aprecio de los españoles, "incluso los trabajos eran enviados a España para los dignatarios y los obispos, y muchos de ellos, a 400 años de eso, aún están como joyas en los museos de España".
Tuvo otro revés este arte o artesanía, al llegar la pintura novohispana, indicó la artesana, porque ocasionó otra caída del arte plumario, porque además la obtención de la materia prima que son las plumas de las aves, también decayó, “y vimos cómo en el siglo 18 y 19 se acabó el arte plumario".
No obstante este arte existía en la investigación por fortuna, dijo, y entonces en el siglo 20 el maestro Gabriel Olay, de Ciudad de México, decía que su padre había sido plumajero, pero ya para esa época se hacían tarjetitas y dibujos sencillos, "sin embargo, él se dio a la tarea de rescatar la técnica y volvió a hacer reproducciones de escudos guerreros, y volvió a hacer imágenes".
Contó que ella lo conoció porque la artesana trabajaba en un periódico y le hizo una entrevista, ahí le nació a ella el gusto por el arte plumario, y con el apoyo del historiador Armando Escobar Olmedo, quien dirigía la Secretaría de Difusión Cultural de la Universidad Michoacana, motivado por la historia, se hizo un taller, y a partir de 1997 inició este taller en Tiripetío: "era un taller escuela, un taller que no fuera de 15 días sino una escuela que perdurara”.
Así empezaron con investigaciones sobre pegamentos, sobre diseños, sobre la conservación de las plumas, "y con un grupo de alumnos seguimos trabajando y seguimos evolucionando, y hoy día cumplimos 30 años de esa labor", externó en referencia al Grupo Quetzal, porque esta arte es parte de la identidad de Michoacán, aseguró.