MORELIA, Mich., 14 de julio del 2016.- Tal como en Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, pasó con la menor que pereció presuntamente ahogada en una alberca de un hotel del oriente de la ciudad el  12 de agosto del 2015, ante ocho cámaras de vigilancia y cuatro personas que habían visto o sido informados del maltrato que estaba recibiendo.

Esto, de acuerdo a los cuatro testimonios de los trabajadores del hotel Turotel, quienes rindieron declaración ante jueces de oralidad, la mañana de este jueves.

Un huésped, que alquilaba la habitación 205, fue el primero en alertar al personal del hotel.  El denunciante había estado en la zona de la alberca y pudo percatarse del trato que daba José David B., el imputado, a la menor, sin embargo no intervino.

Al concluir su tiempo en la alberca, el huésped del 205 se dirigió a su cuarto, ubicado en la segunda planta. Estando en camino, a mitad del pasillo se encontró con Hugo, empleado de limpieza, y le refirió el maltrato que, según juzgó, hacía un hombre a una niña en la alberca.

Ambos se acercaron a la ventana que permite ver la zona señalada, a tres metros de distancia. A juicio de Hugo no había actitud alguna que exigiera una intervención, pero para tranquilidad del cliente le aseguró que informaría a sus superiores.

El cliente, de quien no se ha dado a conocer su identidad, no volvió a intervenir, ni a darle seguimiento a su denuncia.

Luego de unos minutos, el empleado de limpieza (Hugo) acudió con su jefe inmediato, Diana, gerente operativa del comercio, para informarle sobre lo que le comentó el huésped, sin embargo, ella alega haberle entendido que se trataba de una agresión sexual, por lo que al buscar en las imágenes del circuito cerrado de vigilancia un indicio de presuntos actos lascivos, no observo nada fuera de lo normal.

No obstante le solicitó a su recepcionista mantenerse alerta a los monitores de vigilancia de su área. Hasta aquí ya van cuatro personas enteradas.

Mariana, empleada temporal, era la recepcionista en turno. Esta fue informada y sostuvo, en su testimonio a las autoridades, no haber percibido algo raro, es más, expuso que por sus actividades no estuvo de lleno observando lo que pasaba en el área indicada.

Cada uno resolvió no darle prioridad a lo que pasaba con la pequeña de 3 años a la que ya conocían, pues había estado en más de una ocasión hospedada  en ese hotel junto con su madre, Hilda V., y su padrastro José David B.

La relación entre la niña y José David B., desde los ojos de los empleados, era tranquila, “normal”, nunca presenciaron actos violentos o que hicieran sospechar que la menor era víctima de violencia; tampoco los puso en alerta el hecho que los trabajadores del hotel habían tenido malas experiencias con José David B.

El hombre había tomado actitudes poco gratas con los meseros y empleados en las otras ocasiones que había estado en el lugar.  Los meseros y personal habían tenido malas experiencias con el imputado.

La impresión de los empleados era la de un hombre vulgar, que usaba un tono de voz fuerte con ellos innecesario, palabras altisonantes y de mal gusto, refirieron los trabajadores a su gerente.

Según testimonio de la recepcionista, el imputado había pasado al menos dos horas en la alberca antes de retirarse del hotel, de 10:00 a 12:00 horas, con un tiempo intermedio en el que estuvo en el restaurante junto con la mamá de la niña.

Cuando abandonaron la piscina, la niña iba mojada, escurriendo agua y tiritando de frío. Desayunaron juntos los tres.

La madre pasó de nuevo a la recámara, dejando solos a la pequeña y el presunto, quienes regresaron a la alberca.

Poco después del mediodía, la familia abandonó el hotel. José David B. se condujo al estacionamiento con la pequeña en brazos, con maletas, y no volvieron al lugar. La siguiente noticia que se tuvo del matrimonio fue hasta que apareció el agente del Ministerio Público y que informó de la muerte de la menor.

En el supuesto de que la menor hubiera salido con vida del hotel, habría muerto en el tiempo transcurrido en el que abandonaron y poco antes de su ingreso al hospital, las 13:10 horas, cuando fue recibida en la sala de emergencias del Hospital Victoria, ubicado en Avenida Acueducto.

La niña fue ingresada a las 13:10 horas en emergencias, declaró una de las enfermeras ante los jueces de oralidad. La recepción fue en medio de gritos, un guardia de seguridad entregó la menor al médico en turno. El personal movió a la pequeña a la sala de shock, donde recibió por 45 minutos reanimación, pero fue inútil. Sus venas habían colapsado y la aplicación de la adrenalina vía ósea ya no funcionó.

Tras casi una hora de intentar reanimar a la menor, el médico Ismael H. asentó en su reporte la muerte de una femenina, de tres años, que presentaba al momento de ser ingresada moretones en el ojo izquierdo, arañadas en una oreja, además en el cuello, y que había expulsado 200 mililitros de líquido transparente, como agua.