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URUAPAN, Mich., 15 de junio de 2014.- Como todos los días, el 16 de enero de este año Luis se despidió de su esposa para dirigirse a la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal. Llegó a la oficina, saludó a sus compañeros y se preparó para otra jornada de trabajo en las calles. Sin embargo, al igual que los demás policías, recibió la orden de reunirse en el patio para el pase de lista. Esta indicación inusual fue el presagio de que algo no estaba bien y, el antecedente de lo que ya había ocurrido en Lázaro Cárdenas y Apatzingán, fue una clara señal de que correrían con la misma suerte.
En medio de la estrategia federal para recuperar la seguridad en Michoacán, ese día salió el primer contingente de policías municipales de Uruapan rumbo a Tlaxcala para que recibieran un adiestramiento; con lagrimas en los ojos, Luis se despidió de su familia y con su mochila en los hombros, él y sus compañeros partieron con la incertidumbre de esta nueva misión que inicialmente sería para recibir las herramientas necesarias para enfrentar el crimen y regresar como mejores policías; sin embargo, al volver a Uruapan, la realidad fue otra pues el estigma de criminales les fue endosado durante su ausencia.
Hace 12 años Luis decidió formar parte de la recién creada Dirección de Tránsito Municipal; la responsabilidad de ser padre y las ganas de servir a su comunidad, lo motivaron a registrarse en esta corporación.
En ese tiempo, recuerda, las cosas eran diferentes ya que no había tantos recursos como ahora y se tenía que trabajar con lo mínimo indispensable, en patrullas donadas o en comodato. Al paso del tiempo y luego de varias administraciones se logró establecer la corporación y hubo mayor coordinación con los compañeros encargados de la seguridad pública.
“Nuestro trabajo siempre ha sido más cordial con la ciudadanía y pocas veces nos hemos visto en riesgo, a diferencia de los de Seguridad Pública que van armados y son un tanto más cuadrados en su trato con la gente”.
SOL Y SOMBRA
Hasta el 2006 Uruapan era identificado por ser el centro mundial de la producción y distribución de aguacate y por ser una de las pocas ciudades en el mundo por contar con un parque natural en el centro de la ciudad. Todas esas bondades fueron opacadas el 7 de septiembre de ese año con la aparición de 5 cabezas humanas en un bar. A raíz de ello, Uruapan y el estado no ha podido desprenderse de ese halo de violencia e inseguridad.
“El cambió fue muy notorio”, destacó mirando hacia el mantel de tela que cubre la mesa de madera en donde nos concedió esta entrevista, “luego de las cabezas la cosa se puso más fea; en las calles nos topábamos con personas a las que deteníamos y nos decía que eran de La Gente y que los dejáramos ir. A veces nosotros tratábamos de cumplir con nuestro trabajo y sí se pasaban un alto o se estacionaban en lugares prohibidos les pedíamos sus documentos, pero nos amenazaban o desde su celular nos comunicaban con alguien que nos exigía que los dejáramos libres y no nos quedaba de otra que dejarlos”.
Para Luis, su familia siempre ha sido lo más importante y asegura ha evitado estar en una situación en la que pudiera poner en riesgo su vida o en la que pudiera vincularse con delincuentes, “uno no vive tranquilo cuando se mete en cosas que no y prefiero seguir así con la libertad de salir con mis hijos a la calle y no estarme cuidando”.
DESTINO, MAZAQUIAHUAC
De manera nostálgica, Luis se refiere a aquel 16 de enero como un día clave para lo que después sucedió y que los mantiene ahora en el total desamparo.
La orden era sencilla: estarían un mes en capacitación y tenían que llevarse un poco de equipaje porque “allá” les darían todo lo que necesitaran.
Tras varias llamadas a su familia, esposa e hijos arribaron a la dependencia municipal para despedirse de ellos pues los autobuses ya estaban listos para trasladarlos a un lugar que desconocían.
Un beso a los hijos y un fuerte abrazo a la esposa fue el breve adiós que el tiempo les permitió. Subieron al autobús sin saber su destino, en el camino les dijeron que iban a ir a la Zona Militar de Mazaquihuac en Tlaxcala y que estarían 8 semanas… cuando inicialmente les advirtieron que solamente sería un mes.
A Tlaxcala los 480 policías arribaron alrededor de las 2 de la mañana, “jamás había sentido tanto frío en mi vida; llegamos a la Zona Militar y pensamos que ahí nos íbamos a quedar, sin embargo los militares nos ordenaron que agarráramos una cobija y nos subiéramos a una camioneta; ya arriba, nos trasladaron por el Cerro del Maguey hasta unas barracas que serían nuestro hogar”.
EL ADIESTRAMIENTO, LA INCERTIDÚMBRE Y EL ARRAIGO TÁCITO
Aunque jamás estuvieron retenidos contra su voluntad, sabían que si decidían abandonar el lugar serían dados de baja inmediatamente. Luis relata que el trato con los militares nunca fue hostil y en ningún momento recibieron algún tipo de hostigamiento, parecía que hasta ellos, los soldados, no sabían por qué estaban ahí los policías.
En el adiestramiento había alrededor de mil 500 uniformados de Uruapan, Apatzingán, Taretan y el resto de los 24 municipios en los que la Policía Federal asumió el control. Había días en los que los servicios se veían suspendidos y tenían que bañarse con agua fría o de plano esperarse al día siguiente para hacerlo “uno de los soldados nos confesó que el lugar era para 600 personas y nosotros eramos más del doble, así que seguido nos acabábamos el agua o se tapaban los baños”.
La comida incluía una ración diaria de frijoles negros, verdura a medio cocer, pasta, “carne de no se qué y, si teníamos suerte, pescado”, cuenta Luis haciendo una mueca al referirse a los bisteces que en varias ocasiones tuvo que comer.
En ese lugar había una zona conocida como El Casino en donde podía comprar enseres y víveres con el dinero que desde Uruapan le mandaba su esposa. Pasta dental, agua embotellada y dulces, era lo mas solicitado por él.
La jornada diaria en Tlaxcala era de un breve acondicionamiento físico al aire libre y capacitación en las que se les daban clases sobre valores, ética militar, marco legal, defensa personal, entre otras; estas tareas por lo regular las cumplían de las 6 de la mañana y hasta las 5 de la tarde, por lo que el resto del día podían aprovecharlo para asearse, lavar su ropa o comunicarse con su familia desde los teléfonos que les fueron permitidos usar.
“Siempre estuve en contacto con mi esposa y mis hijos, y desde acá les pedíamos lo que necesitábamos porque nunca tuvimos el apoyo del Municipio; en una ocasión fueron nuestras familias las que se organizaron para mandarnos víveres y medicinas y fue el ayuntamiento el que se levantó el cuello, cuando jamás hizo algo por nosotros, como sí ocurría con los compañeros de otros lugares
EL EXAMEN
Al concluir la capacitación en Tlaxcala, el argumento por el cual varios policías municipales fueron dados de baja fue porque no superaron las pruebas físicas o porque no aprobaron el examen de Control y Confianza, éste último detalle, ha sido suficiente para que los uniformados sean señalados mediáticamente por mantener vínculos con el crimen organizado.
“Casi recién que llegamos a la Zona Militar, personal de la Procuraduría General de la República nos hizo un examen de Control y Confianza en el que además de realizarnos una prueba toxicológica, nos evaluaron psicológicamente durante varias horas, pero imagínate, ese lugar está como a 3 mil metros de altura y obviamente a varios nos bajó la presión, más aún a los compañeros de más edad”.
El examen, relató, fue como cualquiera de este tipo, con la única diferencia de que las condiciones no eran las adecuadas y hasta el día de hoy aún no conocen el resultado por escrito, tan sólo a varios les han comunicado que lo reprobaron y los dieron de baja, pero el documento que avale tal resultado, no ha sido presentado.
EL REGRESO SILENCIOSO
Cuando regresaron a Uruapan fueron recibidos por cientos de familiares. Caía el sol y uno a uno de los policías descendieron del autobús luciendo la piel más bronceada y delgados, debido a la rigurosa dieta militar. Una breve comitiva de autoridades municipales fue la encargada de darles la bienvenida y luego todos regresaron a su casa.
Al día siguiente la orden en la Secretaría municipal, ya tomada por la Policía Federal y con nuevo jefe, fue que recibirían otra capacitación en los terrenos de la Expo Feria, así que se trasladaron hacía allá en donde la desorganización y clases sin sentido, fueron el atenuante.
“Un día nos daban una materia y al otro día otra, y después nos repetían las clases y luego no había, total que eso no pintaba nada bien”.
Ante la insistencia de regresar a las calles, los policías exigieron a su superior les autorizara volver a usar el uniforme y les permitiera aplicar el adiestramiento que recibieron en Tlaxcala, pero la respuesta fue negativa. Para el Tianguis Artesanal de Domingo de Ramos que se celebró en abril les pidieron a los elementos de Tránsito y Seguridad Pública que apoyaran en los operativos y para ello, les proporcionaron playera blanca, “cuando ésto pasó todos creímos que ya nos iban a reincorporar, pero no fue así”.
Tras concluir este evento, los policías municipales continuaron en las calles usando la misma playera blanca, sin armas y sin radio; los Tránsitos no tienen boletas ni nada para multar a los infractores y los de seguridad no tienen armas para enfrentar a los delincuentes. En las pocas ocasiones que han intervenido para atrapar a algún delincuente, en lugar de recibir una felicitación, les piden que se mantengan al margen, con un bajo perfil, pues esa tarea es de la Policía Federal.
EL SILENCIO
Luis pidió que no fuera retratado su rostro y que su nombre verdadero no apareciera en la nota. La advertencia en Tlaxcala era sencilla: tenemos todos tus datos, contamos con un registro de tu ADN y voz, por lo que se ofreció a brindar esta entrevista con las previsiones mínimas para salvaguardar su integridad.
Cada quincena continúa recibiendo su salario, pero cada quincena recibe noticias de que un compañero suyo ha sido dado de baja.
La incertidumbre y el hastío es el trago diario que él y sus compañeros deben beber ya que están lejos del lugar en donde pueden servir a la ciudadanía y además, deben soportar las acusaciones que los vinculan con la delincuencia sin que alguna autoridad salga al paso y los defienda.
“Yo soy una persona honesta, la que únicamente quiere volver a trabajar”.
Luis sabe que su nombre aparecerá un día en esa lista y él, su esposa y sus dos hijos se verán en una situación muy complicada en la que difícilmente encontrará un lugar en donde le ofrezcan empleo pues ante todos, él es un criminal.
El pasado viernes 13 de junio decidieron tomar la presidencia para exigirle al alcalde, Aldo Macías Alejadres, una respuesta clara respecto a su situación laboral. La promesa es que la próxima semana tendrán una audiencia con autoridades de los tres órdenes de gobierno, en tanto, Luis seguirá en las calles con su playera blanca siendo juzgado y con ese sueño truncado que hace 12 años tuvo al querer ser tránsito municipal.