Tras bambalinas

La no primera dama en función diplomática       

Por Jorge Octavio Ochoa

Para los mexicanos, los resultados de la reciente gira presidencial por Centroamérica no serán nada halagüeños.  

Ninguna gracia causó el anuncio de un financiamiento por 600 millones de pesos para que El Salvador continúe los programas Sembrando Vidas y Jóvenes Emprendedores que en México han tenido resultados dudosos.   

Tampoco causó gran algarabía que 25 mil trabajadores guatemaltecos vayan a ser afiliados al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que además tendrá graves problemas para atender las tareas que no pudo realizar el malogrado INSABI. 

Como es obvio, estos compromisos y convenios, implicarán nuevos sacrificios para los mexicanos que, de por sí, durante la pandemia ya habían sufrido la carencia de medicinas, espacios hospitalarios y deficiente atención médica. 

Sin embargo, el periplo centroamericano tiene más jiribilla de lo que parece, a la luz del último discurso de López Obrador en el Palacio de la Revolución, en Cuba. 

Contra todo lo que se esperaba, López Obrador planteó la iniciativa de “una nueva relación” con los Estados Unidos, que termine con la disyuntiva de alinearnos con Estados Unidos o de oponernos de forma defensiva”. 

“Además, no veo otra alternativa ante el crecimiento exponencial de la economía de otras regiones del mundo y la decadencia productiva de toda América”, advirtió el mandatario azteca, en un discurso que sorprendió a muchos. 

Aseguró que en varias ocasiones ha expresado al presidente Joe Biden que “si la tendencia económica y comercial de las últimas tres décadas se mantiene, y no hay nada que legítimamente pueda impedirlo, para el 2051 China tendría el dominio de 64.8% en el mercado mundial, y Estados Unidos sólo el 4% y hasta el 10%”. 

Esto plantea la necesidad de buscar un nuevo diálogo con los gobiernos del vecino del norte, e incluso buscar “la integración con respeto a las soberanías y forma de gobierno” de cada país. 

“La buena aplicación de un tratado comercial nos conviene a todos. Sería la salida más eficaz y responsable frente a la fuerte competencia que existe, que se acrecentará con el tiempo, y que, si no hacemos nada para unirnos, llevará al declive de todas las Américas”, advirtió. 

El presidente de México se comprometió incluso a insistir ante Biden para “que no se excluya a ningún país de América en la Cumbre del mes próximo a celebrarse en Los Ángeles, California, y en que las autoridades de cada país deciden libremente si asisten o no a dicho encuentro, pero que nadie excluya a nadie”. 

Este discurso rompió incluso con el tono incendiario que había adoptado unas horas antes, cuando acusó al mismo Biden de haber privilegiado el apoyo bélico a Ucrania sobre las necesidades ancestrales de Centroamérica. 

De pronto, el presidente de México se convirtió no sólo en el portavoz, sino en correa de transmisión para solicitar más recursos financieros al poderoso vecino del norte frente al crecimiento de los tigres asiáticos. 

Falta ver cómo será interpretado este discurso, sobre todo por los presidentes de Venezuela, Nicaragua y el propio Cuba, que han perpetuado sus sistemas de gobierno sobre la base de la violación de derechos humanos.   

El planteamiento representa un sensible viraje en el tono de confrontación que había mantenido con los Estados Unidos y coincide con el incremento de detención de migrantes que se ha registrado en México, sobre todo de hondureños, guatemaltecos y cubanos. 

Más significativo aún, cuando el discurso se registra tan sólo unas horas después de que Beatriz Gutiérrez Muller, esposa del presidente, se reunió en Estados Unidos con Joe Biden so pretexto de los festejos del 5 de mayo. 

Los renglones del nuevo discurso hasta parecieran dictados. Ella llegó a Cuba recién desempacada de EUA, y las fotos de su visita fueron difundidas hasta por la propia Casa Blanca.  

¿Será que Biden finalmente decidió poner dólares en manos de estos gobiernos para controlar desde sus territorios un fenómeno que día a día crece sin control? Sea como sea, la pregunta es la misma: ¿Quién es más culpable de todo eso?