Libros de ayer y hoy
La costa michoacana, una joya cultural.
Gerardo A. Herrera Pérez
Durante tres días estuve en la costa michoacana, lo hice en la cabecera municipal de Lázaro Cárdenas y en las comunidades de la Soledad y Chuquiapan; conviví con diferentes personas, de distintas edades, con problemáticas diversas, de una gran sabiduría, con conocimientos, de realidades que duelen; en todos y cada uno de los seres humanos con los que conviví me di la oportunidad de saberme afortunado y de entregarme en virtudes sociales a cada uno de dichos seres humanos.
Y lo soy, porque en cada una de mis reflexiones, de mis comentarios, esta vertida toda esa experiencia acumulada que me ha permitido hacer intervenciones sin colonizar, en alteridad, con la intersubjetividad necesaria, promoviendo la complementariedad, en escucha asertiva, y sobre todo en el principio de que todos tenemos que aportar al diálogo, es decir, la ecología de los saberes.
La costa y su gente me deja una gran lectura en este momento de mi vida; me queda claro que somos nosotros los seres humanos, las personas, los ciudadanos, a eso que se le llama sujeto, subjetividad, los que le damos sentido a las estructuras operativas públicas, o bien privadas; lo digo por los comentarios que sobre mi persona se vierten en el ejercicio de un trabajo generoso, honesto, sin prisas, entendiendo las lógicas y dinámicas de la población; asisto a los eventos porque me gusta, porque encuentro mi espacio ahí, porque hay mucho que aportar y compartir y mucho que aprender de la otredad.
Estos tres días me enseñaron, si bien lo sabía, me lo ratificaron que, debo ser humilde y reconocer el talento de los demás, desde un pequeño niño, en el cuerpo de Oscar Barragán, que pese a una discapacidad, esta echado para adelante, fortalecido y listo a aprender en un permanente día a día lo que sobre música y canto sea necesario para empoderarse; hasta la voz fuerte y vigorosa de Rocío Martínez, a quien me le inclino por su derroche de talento, de histrionismo, de sabiduría, de comprensión, de manejo actoral, de público, cuánto por aprender de esa gran mujer, cuánto por aprender de las dinámicas sociales e infantiles y frente a las familias que ella, Nohemí Herrera y Ana Andaluz ejecutan magistralmente.
Versión especial me merece reconocer la ternura y capacidad de oralidad en Fabri Velezy, quien en su nacionalidad chilena nos avisa que somos hermanos de continente, que sobre nuestras venas corre sangre de las américas y que en ella vibran nuestras energías al estar frente al público, a quien hace suyo una y otra vez, por los grandes relatos y narrativas que ofrece a pequeños y adultos que con interés y sorpresa lo escuchan; su cuento sobre el caracol no deja de darme vueltas en la cabeza, en el cómo lograr su estructura y traducirla oralmente para una degustación cultural de su público, quien lo ovacionó con muchos aplausos, bien merecidos.
Por su parte Bernardo Govea, joven, entusiasta, que conecta de manera complementaria en sus participaciones con los niños y niñas, quienes aprender a ejecutar movimiento al unisono, dando movimiento y contexto a sus narrativas, ya con cuentos de zoológicos o bien, con expresiones de convivencia e interacción, logra que esa magia de la oralidad que solo un cuenta cuentos puede hacer realidad y permite que la imaginación viaje por el mundo de la fantasía. Una delicia escucharlo, verle y aprenderle. Los cuentos narrados y las intervenciones de Gerardo A. Herrera, estuvieron cercanas a la realidad que interpela en el día a día, frente a la pobreza y marginación en la que viven cientos de niños que nos ven cumplidas sus expectativas de vida, pero que el cuento inyecta energía, emoción, pasión y que permite fortalecer los vínculos entre padres e hijos para luchar por un mejor mañana, así “Manuel y sus tenis azules”, o bien, la creación y Pachamama y Gaia, o el proceso dialógico para la construcción de Paz social y transformación, dan cuenta de la sensibilidad de tan emblemático personaje.
Lo que vi en la costa michoacana fue en su mayoría a mujeres trabajando y desarrollando el proyecto de vida, vi a una Eva Barragán construyendo cohesión social, ayudando, tendiendo puentes en la comunicación social, generando asistencia y fortaleciendo la fraternidad. Vi a una Andrea, plantada, preocupada y ocupada haciendo acciones para salir adelante, a sus trabajadoras cercanas a ella, en un ejercicio de comprensión, respeto y admiración por una mujer que con espiritualidad reconoce en su dios al ser supremo para salir adelante.
La presencia de Sergio Omar García, Director del Festival Internacional de Cuenta Cuentos de Lázaro Cárdenas, es y será el corazón del evento, pero también el alma que ha dejado durante nueve años, para que cada edición resulte más novedosa que la anterior. Evento internacional que da cabida a los mejores artísticas de la oralidad, del cuenta cuento, de la actuación.
En estos días, también estuve con las integrantes de la Red Estatal de Apoyo a las Mujeres Víctimas de Violencia, con ellas se desarrolló un modelo de capacitación que les permitirá avanzar en el fortalecimiento para asumir la voz, el valor y por su puesto el poder para ejercerlo en su representación. Vi a mujeres generosas, a mujeres que les duele la realidad que viven, y que tienen una lucha permanente para la defensa de sus derechos y libertades.