La opción
Desde los años cincuenta, se ha generado un utilitarismo del concepto género desde la lingüística, la medicina y la psiquiatría, que ha estado por otro lado definido por procesos históricos y culturales y por fronteras de diferente índole. Desde esta perspectiva comparto con ustedes una reflexión que nos comparte la antropóloga Marta Lamas.
En la compilación del documento “La construcción cultural de la diferencia sexual” de la antropologa Marta Lamas, se incluye el texto “El concepto de género”; en dicho texto, los autores, Jill K. Conway, Susan C. Bourque y Joan W Scott, presentan las posiciones teóricas antes y después de la Segunda Guerra Mundial.
Para los años treinta, Margaret Mead, con un enfoque revolucionario, expreso que el concepto de género era cultural y no biológico y que podían variar en entornos diferentes. No obstante los años cuarenta y cincuenta el posicionamiento teórico de género fue sustentado en lo biologisista esencialista.
Talcott Parsons, en los años cincuenta, sustenta su visión en la sociedad moderna, plantea la importancia de tomar en consideración las cuestiones biológicas para determinar el género, pero bajo un enfoque de la modernización social la que había permitido a través de la racionalización la asignación de los papeles o roles del hombre y de las mujeres, en esa sociedad moderna.
En esta visión estarían destinadas a morir las comunidades unisexuales, es decir, los miembros de conventos, y otras estructuras.
25 años después se ha avanzado teóricamente en establecer un nuevo posicionamiento declarando al género como un fenómeno cultural. También será observado el género desde las fronteras, es decir, desde las asimetrías de divisiones binarias o diferencias sexuales biológicas, por ejemplo fronteras educativas, económicas, laborales, politicas, psicológicas, la historia, y desde luego de la tecnología: por ejemplo, el trabajo a partir de las desigualdades de poder y retribución económica, pero también a partir de las relaciones educativas y formativas, carreras profesionales para hombres (investigación científica, ingeniería y el derecho) y para mujeres (enfermería, la educación, trabajo social).
De igual manera el género se ha diferenciado desde las posiciones politicas, y desde ahí habría que preguntarse cómo se desarrolla la igualdad entre los hombres y las mujeres en términos políticos, o preguntarnos ¿cómo deberíamos entender el problema de la igualdad en un mundo de diferencias sexuales biológicas?. Igualmente existen fronteras psicológicas, iniciando con la posición freudiana del drama edipico, y la posición de Lacan.
Desde lo económico, la división del trabajo, permanece fija en términos de igual trabajo y diferencia de salario, legitimado por cuestión de diferencia biológica.
Algunas conclusiones nos sugieren que es necesario la revaloración critica de los conceptos tradicionales de todas las disciplinas académicas, y podría decir, que hoy debemos avanzar en la resignificación de la complejidad, desde la transdisciplinariedad para la búsqueda de lo holístico y lo sistémico para la redefinición del concepto de género.
Los sistemas de género sin importar su periodo histórico, son sistemas binarios que oponen el hombre a la mujer, lo masculino a lo femenino, y eso, por lo general, no es un plano de igualdad sino en un orden jerárquico. Lo importante en estas posiciones binarias es que no se permite ver procesos sociales y culturales mucho más complejos en los que se diferencia la mujer y el hombre en ello reside el poder. Al estudiar un sistema de género aprendemos que no representan posiciones biológicas prestablecidas sino que son un medio de conceptualización cultural y de organización social. El estudio de género nos permite saber que pasa social y culturalmente en un sistema.
Por ello, aprender de las mujeres nos hace aprender de los hombres; comprender a la mujer no en un sentido aislado, al contrario, en un sentido de integralidad de la mujer.