Libros de ayer y hoy
El destino del hombre es su vida plena y su felicidad. Para alcanzarlo cada ciudadano debe hacer florecer sus cualidades más nobles, alcanzar su “yo” ideal, sublime, ser imagen del Altísimo, su hijo. Los ciudadanos demócratas y más los dirigentes necesitan mostrar una grandeza, nobleza de corazón y bondad como Moisés, como Jesús, presencia de Dios en la tierra. Los israelitas estaban impresionados por la grandeza de Moisés, su caudillo que baja del Monte Sinaí con la Torah, la ley divina. Sienten una grandeza mayor, algo inaudito, en Jesucristo que se muestra más grande y les entrega una ley más perfecta en el Monte de las Bienaventuranzas. Ellos son el arquetipo, el prototipo de todos los ciudadanos, llamados a ser grandes en la conducta y los hechos, no en los discursos ensalzándose a sí mismos. Tenemos mucho trabajo delante para realizarnos a nosotros mismos y llegar a nuestra estatura de adultos, según la plenitud de estos modelos. En la cosmovisión del Antiguo Medio Oriente, de la que es heredera la Biblia y la cultura occidental, el Rey tiene una misión que recibió de Dios. Necesita tiene cualidades excepcionales que le permitan servir al pueblo, principalmente a los pobres y a los débiles. El rey es el servidor de todos. Esto implica entre nosotros que los conductores del pueblo deben sobresalir por sus cualidades genuina y hondamente humanas, no sólo la sonrisa o elementos periféricos. Deben ser personas maduras, de excelencia, sanas mentalmente. No pueden tener conductas bajas, como el pueblo bárbaro que tristemente existe todavía. El servidor público debe ser adulto, espiritualmente hablando. No pueden ser adolescentes. Estos tienen estas características mayores: primero, son egoístas, se interesan por lo suyo, por el otro. Segundo, no controlan sus emociones, son irascibles y fácilmente pelean. Tercero son revanchistas. Entre nosotros muchos se quedan adolescentes, mucho más allá de los 17 o 18 años. Necesitamos absolutamente espíritu Crítico y ecuanimidad para hacerle frente a los problemas, asumirlos, analizarlos objetivamente, buscar una salida. Debemos ser capaces de asumir la crítica y no escabullirnos, escudándonos en la coartada de la politización. Menos nadie pude condenar la politización, politizando él mismo los problemas. Estos criterios nos ayudan a entender y juzgar un hecho que ha armado gran escandalo. Una afirmación de un reportero del New York Times es el punto de partida. Sigue la respuesta del presidente, haciendo las distinciones pertinentes, midiendo bien el alcance de su afirmación de acuerdo a las normas de la filosofía, la lógica. Cito la entrevista, se trata de arreglos con el Crimen Organizado: Reportero. “El PRI tiene esa reputación, ¿se preocupa usted de que ellos tuvieran la oportunidad de tener la presidencia de nuevo?” Presidente “Pues depende de quiénes, ¿no?… es cosa de examinar las prácticas de cada partido… mucha gente del PRI coincide con la política que yo tengo…. Hay mucha gente del PRI que piensa que los arreglos de antes funcionarían ahora. Pues el caso de Sócrates Rizzo…. Dice: nosotros nos arreglábamos con los criminales y no pasaba nada”. (la cita es más larga. Está tomada de Carlos Marín, El Asalto a la Razón, columna de Milenio, octubre 18 de 2011). Tenemos el problema del crimen organizado. Lo sano es enfrentarlo con responsabilidad asumiendo los errores de los cuates ayer y hoy y la responsabilidad ante los mexicanos de hoy y de mañana. Debemos vivir en nuestro mundo con sus problemas y oportunidades, no en la realidad virtual, fantasiosa de los políticos. No cabe la huida escudándose en una dignidad mal comprendida, derramando palabrería con hiel, desviándose del sano debate, acusando de politización una afirmación que puede ser absolutamente neutral y objetiva: el problema de la violencia, injusticia y muerte está ahí, las complicidades las ven incontables ciudadanos todos los días. No caben declaraciones de guerra, a veces veladas y astutas. No caben revanchas agraviando y dañando de verdad la dignidad y los intereses del DEMOS, del pueblo democrático. No tiene por qué pagarla la Ley de Iingresos que se atoró por obra de un grupo del Congreso, a raíz de lo expresado. Como los hermanos inundados por las corrientes que dejan las lluvias en las comunidades de Tabasco, estamos inundados de mensajes políticos, de polémicas que nos hacen perder piso y soltar los verdaderos problemas que nos aquejan. Nos evadimos flotando en una nube de humo. Todos necesitamos ser lúcidos y responsables y no perder el contacto con la realidad. Hoy no podemos dejarnos arrastrar en el huracán de palabras: promesas sin sustento y polémica visceral y sin lógica. Debemos mostrarnos grandes y nobles y abordar los problemas con serenidad y bondad. Debemos buscar el Bien de todos, así abriremos rutas de progreso y vida digna, de felicidad y de paz. Necesitamos hoy ser diferentes, maduros, alrededor el mundo será más bello.