Cuarto poder acertó Xóchitl
La expropiación de la mayoría de las acciones de la empresa Repsol-YPF decidida por el gobierno argentino ha servido para evidenciar aquí, al menos, tres cosas: 1) las afinidades y diferencias sobre el hecho entre los candidatos a la Presidencia de México –lo cual se agradece-; 2) la confusión de Felipe Calderón para entender para quién y por quién se gobierna en una democracia –para el pueblo y no para el mercado-, y 3), por si había duda, la importancia estratégica del petróleo en el presente y futuro soberano de una Nación.Vamos por partes. En primer lugar, luego de anunciada, por parte de la presidenta argentina Cristina Fernández, la expropiación de la empresa Repsol-YPF de capital mayoritario español, salieron voces en nuestro país de representantes del credo neoliberal para criticar la medida. Aprovechando un evento en Puerto Vallarta, Jalisco, que reúne a lo más granado de los apologistas del libre comercio, la candidata del PAN a la presidencia de la República –la que pregona un “cambio diferente” pero que piensa y dice lo mismo que De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón- criticó la decisión y dejó ver su postura ante el petróleo mexicano: permitir la inversión privada y la bursatilización de “poco menos de 51% de las acciones de Pemex”, casualmente la misma postura del gobierno calderonista al que avala en su estrategia económica -¿dónde está lo diferente?-.Enrique Peña Nieto, el del “cambio responsable” también aprovechó para cuestionar la medida porque, al igual que Calderón, piensa que “resta confianza en el sector privado para invertir” y, por tanto, ratificó su intención de abrir Pemex a la inversión privada: “México ha perdido tiempo y tiene que despartidizar las políticas en materia energética y permitir a los particulares invertir en exploración, explotación y refinamiento”. Aquí, es mayor la incongruencia porque su partido, en sus documentos básicos, dice: “Ratificamos el dominio directo, inalienable e imprescriptible de la Nación sobre los hidrocarburos y los demás recursos naturales del subsuelo” (Declaración de Principios. 20 Asamblea del PRI, 2008). Y en su Programa de Acción se agrega al respecto: “299…el PRI se pronuncia por mantener la rectoría del Estado en la materia y por el principio de una industria petrolera nacional integrada de conformidad con lo establecido en los Artículos 25, 27 y 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”. Entonces, ¿cuál cambio responsable, cuál es la coherencia entre programa y candidato; cuál es la diferencia con el PAN y Calderón?Gabriel Cuadri -lo cito por respeto a la inclusión democrática-, fue más enfático al criticar la decisión de la presidenta argentina y la tachó de “locura”. La gran virtud de Quadri es que dice, sin pelos en la lengua y medianías políticas disfrazadas de posturas de “centro”, lo que quisieran decir Vázquez Mota y Peña Nieto.En el caso de Andrés Manuel López Obrador, el del “cambio verdadero”, sin criticar ni aplaudir la medida, ha sido contundente: la industria petrolera, de acuerdo a la Constitución, debe ser fortalecida bajo la rectoría del Estado e incluso ha propuesto hacer más refinerías. Por encima del mercado o de un interés hipócrita de congraciarse coyunturalmente con los dueños del capital e intelectuales (seudo)liberales, bajo su óptica, está el interés nacional y una estrategia energética soberana por encima de conductas entreguistas y que antepongan al mercado. Es la única posición contraria a las ideas sostenidas en el Consenso de Washington, que son las recetas que se nos han venido aplicando desde hace 30 años.Dentro de los dogmas del Consenso de Washington que se le han impuesto a México y sus sucesivos gobiernos –con alternancia o sin ella-, destaca el de la privatización de las empresas públicas y de los recursos, naturales y estratégicos, que les interesa a los grandes capitales. Es una nueva modalidad de saqueo colonial que nuestros gobernantes han solapado.En fin, si tenemos memoria para decidir el voto, pensaremos en qué ofrece cada candidato en materia petrolera y quien esté de acuerdo con privatizar Pemex, poquito o mucho, pues ya hay posiciones claras y para quien piense que la ruta va por otra vía, más autónoma, pues también ya tiene certezas. Aunque también habría que recordar, para votar bien, quienes están atrás de sus posturas y cómo actuaron en sus responsabilidades públicas cada uno de los candidatos –eso se queda de tarea, pero ya entre ellos, con calumnias más que contrastes, se están encargando de recordárnoslo.El segundo punto sólo ratifica que Felipe Calderón perdió la brújula sobre el papel de un gobernante demócrata y es hoy poco tolerante –pone en riesgo la diplomacia con sus dichos y apuesta a juntarse con aliados de la derecha política y empresarial, defendiendo un libre comercio que no es tal sino privilegios a favor de los grandes capitales y oligopolios, buscando que al termino de su sexenio tenga su aval e indulgencia.Además, ha tergiversado el lenguaje: llama inversionista a quien saquea al país, a los capitales golondrinos que especulan en la Bolsa, a quienes roban utilidades de empresas mexicanas y obtienen aquí ganancias estratosféricas que no sacan en sus países de origen y ni siquiera pagan impuestos –o pagan lo mínimo-; a capitales que vienen y compran empresas públicas en ganga y no generan empleos –más bien, despiden personal- ni se comprometen con el país. En otros tiempos, donde las palabras se respetaban, un inversionista era alguien que arriesgaba sus ahorros, su patrimonio, sus excedentes, en proyectos productivos que generaban empleos, ingresos y pagaban impuestos. Esos inversionistas sí hay que cuidarlos e incentivarlos.Si expropiar un bien público -que era de la Nación y un presidente negligente y corrupto, como Carlos Menen, lo entregó a inversionistas sin responsabilidad social-, es un acto populista o irresponsable, habría que recordar que países que han sido saqueados volverán por lo que es suyo como ya lo ha demostrado la historia. Luego dicen los críticos, con cinismo, que expropiar es un acto proteccionista e ideológico, como si la privatización que pregona el neoliberalismo no lo fuera, como si las grandes naciones no protegieran las áreas sensibles de sus economías –a ver, ¿por qué los gobiernos de los países poderosos no se han podido poner de acuerdo en la OMC para quitar los subsidios a su agricultura?, simplemente porque no están locos –sólo nuestros gobernantes son más papistas que el Papa y ven en el mercado un nuevo Dios.Finalmente, la recuperación para la Nación de la empresa pública denominada Yacimientos Petrolíferos Fiscales, ahora llamada Repsol-YPF, indica algo que no es un asunto menor: el petróleo seguirá siendo, por un buen tiempo aún, la principal fuente de energía en el mundo y quien no cuide este recurso estará en condiciones de mayor vulnerabilidad para su desarrollo económico, estratégico y soberano; el mercado, no su gente, decidirá su futuro. Ciertamente hay que ir mudando al uso de nuevas energías, pero hoy se trata de evitar que ese recurso se concentre en pocas manos y procurar que sean los pueblos los principales beneficiarios de su usufructo. Dependerá, entonces, de la legitimidad y la fortaleza democrática de los gobiernos para que ello suceda.A lo mejor el asunto petrolero no es el factor más importante para decir por quién votar –hay temas como la seguridad, el empleo, los salarios, el medio ambiente, la salud y la educación para todos que son fundamentales-, sin embargo sí dibuja qué país quiere cada candidato y para quién quiere gobernar.