Incrementa 42% el costo de la gasolina en México durante gobierno de AMLO
MORELIA, Mich., 10 de agosto del 2014.- Ciertamente incrementar los salarios no es una solución para mejorar el nivel de vida de la población que vive de un ingreso salarial, pues ante las condiciones económicas actuales, esto se resuelve eliminando el desempleo estructural, vía aumento de inversiones realmente productivas y, mejorando la dinámica del crecimiento económico, entre otras cosas, según se puede ver, aprender o leer en algún curso sobre macroeconomía.
Y es que subir los salarios no sería lo adecuado, solo observemos un modelo muy sencillo, aunque se advierte que la realidad es sumamente más compleja. Supongamos que en una economía existe 1 trabajador que consume 1 kilo de tortilla con su salario de 12 pesos, y del otro lado tenemos un tortillero que produce 1 kilo de tortillas al día, pero al trabajador le hace falta otro medio kilo de tortilla para sobrevivir, y entonces se resuelve aumentar 50% el salario para que le alcance para medio kilo faltante. Sin embargo, no hay capacidad productiva para elaborar más tortilla y lo que pasa, simplemente, es que por la demanda, se inflan los precios y lo más probable es que un kilo pase de costar 12 a 18 pesos por el incremento salarial.
El fundamento es sencillo. Si por decreto se incrementa el precio de una mercancía, se comienza a distorsionar el intercambio de los demás bienes y se provocan, por lo regular, procesos inflacionarios que desmoronan los aumentos salariales.
Por otro lado, es de señalar que ante la demanda de incrementar los salarios los primeros que brincan son los empresarios, pero en el modelo económico actual lo hacen por dos razones específicas: primero, implica una redistribución del ingreso generado, es decir, aumentar los salarios significa que el sector empresarial tiene que reducir ganancias; segundo, uno de los atractivos para la inversión es la competencia de los territorios a nivel global vía la contención salarial.
Respecto a esto último, es posible observar que los bajos salarios atraen inversiones, sobre todo en el ramo de la maquila, donde es posible observar los papeles que han jugado en el campo de las inversiones a nivel global los bajos salarios de China, India, México y otros países que son receptores de inversiones contantes y sonantes durante los últimos años.
Un aspecto más que es necesario tocar en la problemática salarial actual es el desempleo estructural que es parte del modelo económico mundial que se estableció después de la crisis de 1973, y que actualmente se conoce como neoliberalismo.
Un desempleo estructural significa mantener a un importante fragmento de la población trabajadora en el desempleo o en el filo de esta condición, por eso vemos que desde los años setenta, en el caso de México se incrementa (y hasta la fecha) el fenómeno de la informalidad, el subempleo, el desempleo y la precariedad laboral.
Y esto sirve, en el actual modelo, para controlar los niveles salariales (mantenerlos bajos), debilitar el poder de organización de la clase trabajadora, que otrora ganó importantes conquistas salariales y sindicales; y además, disminuir los costos productivos de una economía mundial que tiende a la tercerización y a la financiarización.
Después de que este tema salió de nuevo al aire, algunos economistas salen al quite y señalan que lo que se ocupan son inversiones, como lo mencionó el gobernador del Banco de México, Agustin Carstens, y sí, en cierto sentido se requieren inversiones, pero no de cualquier tipo.
Por un lado, se requieren inversiones realmente productivas, es decir, no financieras, no especulativas; además, inversiones en diversos sectores para que no se desequilibre la economía, en este caso, si disparas la inversión en el ramo constructor, tienes más demanda de trabajo, el salario tiende a mejorarse por la mayor demanda de empleo, y hay mayor demanda de productos y servicios; pero si no hay, por ejemplo, un fuerte sector productor de alimentos, que también recibiría un aumento de demanda, se verá en la necesidad de importarlos y darle más en el traste al débil sector alimentario del país.
Además, se requiere un nivel de inversión suficiente para desmoronar el desempleo estructural, lo que nos lleva también, a cambiar el modelo económico de competencia internacional que está enraizado en el país a través de su política económica, que está en consecuencia con la política que llevan los tres países firmantes del Tratado de Libre Comercio de América de Norte (TLCAN). Es evidente que no es lo mismo hablar de la economía mexicana que de la estadounidense o la canadiense en cuanto a niveles salariales y en cuanto a efectos nocivos de políticas económicas liberalizadas.