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MORELIA, Mich., 29 de junio de 2016.- Don Ramón Gutiérrez es un trabajador de los aseadores de calzado, quien lleva dedicándose a ello cerca ya de dos años. ¿Sobre su llegada a este noble oficio? Una historia acompaña la razón que le llevó a tomar dicha decisión.
“Antes me dedicaba a la albañilería y mi padre era quien ejercía el oficio de bolero. Duró 30 años en ello, hasta que falleció. A raíz de un accidente vial que tuve decido dedicarme a un trabajo más tranquilo, y qué mejor que continuar con la herencia de él”.
Relató que, en su percance, los médicos lo daban ya por muerto o que, por lo poco, quedaría inválido, pero se aferró a la vida para sacar a su familia adelante. “Comencé a desvariar, ya no sabía ni qué decía, todo eso se derivó del accidente y golpes en la cabeza que tuve”, dijo.
Después de la recuperación, un proceso que duró aproximadamente seis meses entre entradas y salidas del hospital, su esposa murió debido a un derrame cerebral que le propinaron tantas presiones económicas.
Luego de acudir a terapias e intentar recuperar la normalidad de su vida, Ramón, con sus dos hijos a cargo y decidido a sacarles adelante, se acercó a la Unión Mutualista de Aseadores de Calzado, recordándoles que su padre dedicó toda su vida a dicha labor. También les contó acerca de su problema de salud, y accedieron a aceptarlo como uno más de dicha organización, donde hasta hoy desempaña su labor en la Plaza de Armas de esta capital.
“Actualmente mi hijo mayor se dedica a mi antiguo oficio y mi hija está en la preparatoria. Ella quiere que la apoye para que se realice como estilista, y mientras Dios me dé licencia de seguir con vida, claro que la seguiré apoyando, trabajando como bolero”, dijo Ramón.
Calificó el oficio de bolero de muy noble, pues en días buenos tiene hasta 15 o 20 clientes. Estos trabajadores cuentan con un costo por boleada de 20 pesos, y 40 la restauración o cambio de color.