MORELIA, Mich., 6 de octubre de 2018.- A las 13:55 horas el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador abordó su camioneta, cerró la puerta de la cabina y el chofer asignado emprendió camino. “¡Despacio!”, se leyó de lejos en sus labios, frente a centenares de morelianos que rodeaban la unidad para despedir al prometedor de la cuarta transformación, desarrollo, igualdad y justicia social.

López Obrador llegó a Palacio de Gobierno de Michoacán a las 10:30 en punto. Descendió de la camioneta y 60 pasos caminó desde la esquina de la calle Morelos hacia el Poniente hasta llegar al acceso principal, donde estrechó la mano del gobernador Silvano Aureoles Conejo; y ahí estaban: los otrora correligionarios perredistas, recientemente detractores electorales, sonrieron y posaron para la foto.

Ya estaba escrito, y el protocolo es estricto. A las 10:45 se cerraron las puertas de Palacio de Gobierno: ni medios de comunicación ni Juan Pueblo, instruyeron, y al  interior solamente hubo pase para representantes de los tres poderes, funcionarios, diputados, senadores, jueces y magistrados, empresarios, alguna que otra asociación civil y líderes sindicales.

Tras un encuentro privado, presidente electo y gobernador salieron a los patios de Palacio de Gobierno, y ante la pequeña multitud cupular del poder en Michoacán, que por cierto, cabe en el patio del edificio decimonónico, comprometieron institucionalidad, coordinación y respeto a sus atribuciones, “por el bien de los michoacanos”, dijeron.

Caía el mediodía, a las 12:40 López Obrador subió al templete para dirigir un mensaje a sus simpatizantes sobre la avenida Madero, en el mismo lugar en que lo hizo aquel 25 de junio, cinco días antes de la elección del 1 de julio; pero este sábado dos cosas brillaron por su ausencia: la multitud enardecida de aquel día, que esta vez fue discreta y moderada, y la lluvia.

En un discurso de 57 minutos López Obrador reiteró sus compromisos de campaña, rememoró a líderes políticos de México: independentistas, reformistas y revolucionarios, y ante simpatizantes, morenistas y petistas, y otros como el ícono del movimiento autodefensa, José Manuel Mireles Valverde, quien esta vez esperó abajo y no fue invitado al presídium, reiteró el compromiso de la cuarta transformación.