El tren Maya

Celaya, Guanajuato, 25 de septiembre del 2018

Corría el año del 2005 cuando fui a apoyar a productores de mango en la costa de Guerrero y me encontré el paraíso.

Organización para la producción, tecnificación de procesos, control de plagas, comercialización y procesamiento de sus productos para ampliar mercados eran sus problemas,… y áreas de oportunidad, hablamos de ello y se dejó un plan de acción cuyo cimiento era la organización de productores, después, después todo lo demás. Con el tiempo mi vida tomó diferente rumbo y ya no regresé a la región de Petatlán, pero en mi mente quedó memoria de los amigos productores y sus familias que me dieron posada y me brindaron su afecto ¡Y por supuesto!, de sus playas. De Acapulco, Guerrero, a Lázaro Cárdenas, Michoacán, pasando por Zihuatanejo, traté de conocer todas las playas, que con un anuncio en una tabla de madera, avisaban la entrada a brechas que a los pocos kilómetros descubrían playas solitarias muy bellas. Recuerdo que en aquellas fechas imagine un tren colgante, que bordeando la costa, recorriera las playas en donde, ya con acceso y conexión a autopistas y aeropuertos, en asociación con los lugareños (ellos ponen playas, tierras y mano de obra, los inversionistas ponen diseño, capital, fuentes de trabajo y publicidad) justificarían inversiones millonarias para poner grandes hoteles cuya característica distintiva fuera tener una estación del tren colgante dentro del hotel, con la estación conectada a un centro comercial interior, o algo así.

También imaginé el proyecto de fruticultores enriquecido con un transporte eficaz y económico, que asociado al proyecto turístico conectara zonas productivas con mercados regionales, nacionales e internacionales, el bum económico y la integración territorial a las ventajas de la globalización y el repunte económico que sustentaría el desarrollo social y humano y me enamoré de mi sueño, un sueño donde los lugareños, insisto, eran socios con un modelo cooperativista moderno que uniría a los dueños de tierra y playas con el capital, en una relación de ganar, ganar y que integraeía a los mexicanos impulsando un turismo nacional, hoy inexistente por las limitaciones en infraestructura, servicios y accesos.

Te comento estimado lector, que quizás en este tema soy parcial, ya que mi abuelo y mentor, mi guía y figura paterna, fue ferrocarrilero toda su vida; cambio de tema por un momento: No puedo imaginar a los Estados Unidos de Norteamérica como la nación más poderosa, sin la infraestructura ferrocarrilera que en el siglo XIX fundamentó su crecimiento industrial y económico, no solo transportando bienes y personas, sino uniendo un enorme territorio para volverlo una nación que sustentada en su capacidad de producir e industrializar, se convirtió en la potencia económica que hoy es; lo que, remarco, no hubiera pasado sin el ferrocarril. Con esto en mente, no entiendo el rechazo economicista que esgrimen quienes están en contra del tren peninsular en Yucatán y Tabasco, cuando la historia nos muestra como el ferrocarril históricamente ha sido cimiento del desarrollo social, cultural y económico en donde se construye; quizás no al corto plazo, pero de que es ventaja competitiva al largo plazo, ni duda. Para explicar mi punto, traigo a colación, lo que en alguna ocasión compartí; la carretera que une a Zamora con Uruapan sube las montañas a través de bosques hermosos, antes de llegar a Cherán, si uno voltea a la derecha, se divisa Paracho (pueblo de artesanos y guitarras), la lógica indica que hacer un corte ahí para llegar a Paracho, sin tener que subir la montaña para cruzar por Cherán, representaría un ahorro en tiempo y costo para los miles que van con destino a Uruapan; ¿porque Lázaro Cárdenas del Río decidió hacer un recorrido sinuoso y más largo haciendo que la carretera cruzara por Cherán?, la razón fue simple: así se reactivó el comercio en Cherán, lo que generó trabajo, salida y mercado para sus productos, desarrollo de la industria maderera e integración económica de la región; el tiempo le dio la razón al Tata, el ahorro economicista de kilómetros de carretera, hubiera dejado fuera del desarrollo a una parte del territorio michoacano… En una ocasión un maestro me dijo: la diferencia entre un ingeniero del Tec de Monterrey y uno de la UNAM, es que el primero hace un estudio que justifique la construcción de una carretera en base al volumen de vehículos esperado (justificación económica), el de la UNAM hace la carretera, para que, con ella, se genere el flujo de vehículos que dé vida económica y política a esa región conectándola (justificación social, que genera economía).

No conozco el estudio para el tren peninsular propuesto por AMLO, lo que sí sé, es que si se hace con visión, generosidad e inteligencia, traerá beneficios a parte del territorio nacional y a nuestra gente, en beneficio de México. Obvio, solo si el proyecto incluye, como “asociados”, a los habitantes y comunidades por donde cruce el tren, de otra manera será un proyecto más de los capitalistas, con beneficios ajenos al pueblo… ¡Así de sencillo!

Un saludo, una reflexión.