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MORELIA, Mich., 6 de abril de 2012.- La devoción por el Cristo del Santo Entierro de Tzintzuntzan y las plegarias que a lo largo de año cientos de feligreses le imploraron, este Viernes Santo tuvieron su cumbre cuando el fervor por la figura de pasta de caña del siglo XVII recibió las penitencias a cambio de los favores recibidos. Este año según los organizadores cerca de 300 penitentes fueron quienes a manera de agradecimiento por los milagros concedidos se colocaron en sus pies grilletes o cargaron cruces de madera de más de 60 kilos pesos. Por casi dos horas Pedro Flores portó en sus pies las pulseras de hierro que sujetas a un perno le impiden caminar aún así dando pequeño brincos y ayudado por un par de personas deambuló por el atrio del Convento Franciscano de Tzintzuntzan. Al igual que Pedro otros ocho penitentes eran los emisores del sonido metálico que provocan los grilletes al martillar los empeines y tobillos hasta que quedan lacerados, el eco de los grilletes sobresalía sobre el bullicio de los más de 10 mil feligreses que fueron apreciar la Pasión de Cristo. Con el torso desnudo, la cara cubierta y cubriendo sus caderas con una manta blanca los “grillos” como son llamados quienes portan los grilletes tienen que abrirse paso entre la multitud para al mismo tiempo pedir limosna que tiene como destino ayudar a los gastos de la iglesia donde reposa la urna con el Cristo del Santo Entierro. Son únicamente nueve los grilletes los que están disponibles, los cuales datan de mediados del siglo XVI, por esto tienen que ser alternados entre todos los penitentes que participan de la que es una las máximas expresiones de fe en la zona lacustre de Pátzcuaro. Lo que para los ojos de muchos sería un suplicio para Pedro Flores es una forma de agradecer que su hija de un año de edad superó las complicaciones de salud que enfrentó antes, durante y después del parto. Por tercer año consecutivo utilizó los grilletes y estaba en la víspera de cargar por la noche una cruz de 60 kilos que llevará en hombros por las principales calles del pueblo para luego hincarse y postrarse a los pies del Cristo de pasta de caña. El rigor de la cruz es mayor que el martirio de los grilletes y es la muestra de devoción a la que más se someten los creyentes ya que además del peso de la cruz durante el recorrido varios de los penitentes se flagelan en la espalda con un lazo con clavos conocido como Disciplina. El joven habitante de Tzintzuntzan aseguró que al cumplir la manda una sensación de trascendencia es la que invade a los penitentes. “Es una devoción para el santito porque vemos que es milagroso, se siente uno a gusto, es una satisfacción completa porque cuando entras a verlo luego de cargar la cruz sientes que se te sale el corazón, algo que de verdad te satisface a pesar del cansancio y del dolor”, exclamó extasiado por un sentimiento de admiración hacia la imagen que descansa en una nicho bajo la mirada celosa de los cargueros que se encargan de cuidarla a lo largo del año.