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MORELIA, Mich., 11 de marzo de 2016.- Es común todavía ver por la ciudad pequeños negocios dedicados a la reparación de calzado. Colocación de suelas y tapas es lo más solicitado, aunque ha bajado considerablemente el trabajo, dice a Quadratín Manuel Rojas, propietario de una renovadora de calzado.
Manuel es moreno, con un poco de canas en el cabello y en la incipiente barba. No debe rebasar los 40 años. Detiene sus actividades para platicar y le encarga el trabajo a los jóvenes que le ayudan. Cuenta que él es diseñador de calzado, que ha trabajado en Estados Unidos y que constantemente va a capacitarse a León, en las fábricas, porque tiene muchos conocidos que le permiten estar actualizado.
Dice que la renovadora de calzado, ubicada en la calle Aldama del Centro Histórico de Morelia, tiene siete años, pero él se ha dedicado a eso toda su vida, “desde mis abuelos que hacían calzado en León” dice en referencia a la tradición familiar del negocio.
Señala que hace unos 20 años podrían haber puesto unas 80 tapas en un día, pero hoy en día llegarían con dificultad a esa cantidad en 15 días, “va de más a menos, con eso que ya hay mucho zapato chino, parece que el gobierno apoyara más a otros países que a la gente de aquí”.
Manuel buscó apoyarse con programas para apoyo a pequeños empresarios pero dice que parecen un chiste, “el préstamo que ofrecen es de 35 mil pesos, cuando las maquinas mas sencillas cuestan usadas sobre 100 mil pesos, piensan que con un martillo y un cuchillo basta” dice un tanto molesto.
Dice que ya ni revisó su correo a ver si le había llegado alguna respuesta positiva.
Cuenta que ponerle tapas a un par de zapatos de mujer tiene un costo de 50 pesos, en el caso de los zapatos de hombre el precio sube, cuesta 80 pesos. La pintada anda sobre los 80 pesos y les entrego un poco de pintura por si necesita retoque, explica. En el caso de cambiar suela completa son de 180 a 200 pesos, pero dependerá si el zapato es chino, porque no valdría la pena, “pus eso cuestan” dice sarcástico.
Regresa a sus actividades ya más tranquilo, toma un par de zapatos y se mete a lo profundo de su taller, mientras se sigue escuchando en motor de una máquina de coser y algún otro aparato desconocido para quien no se dedique a ese oficio.