¿Para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo?… “La cosa es senciiilla”, diría Clavillazo: los seres humanos somos seres sexuales, punto.

Describí a semana pasada: el sexo es una expresión humana de nuestra bellísima, gratificante, eficiente y excitante naturaleza, tan es así, que es el camino que la naturaleza tomó para dar continuidad a la vida.

Crecí, como muchos de nosotros, con una contracultura religiosa que satanizaba el sexo, es decir, una contracultura en contra de nuestra propia naturaleza. Tardé más de 18 años en resolver el acertijo, no entendía como mi despertar sexual en la adolescencia, del cual mi naturaleza era responsable, era algo malo, pecaminoso y en la mente de algunos mentores o guías espirituales: ¡Algo sucio!,… ¡de lo cual yo era culpable!; mecanismo con el cual mi Iglesia ejerce control y construye el negocio de “perdonar”. Esto estaba tan arraigado, que hasta tener pensamientos relacionados con sexo era pecado, lo que llevó a la Iglesia a la necesidad de alterar el decálogo para ampliar “la rentabilidad del pecado”, de manera tal que inicialmente el 6º. Mandamiento decía: “No cometerás adulterio.” <Cito de Wikipedia: “El adulterio (del latín adulterium) se refiere a la unión sexual de dos personas cuando uno o ambos están casados con otra persona.”>. En otras palabras, el 6º mandamiento no contemplaba como pecado el sexo entre solteros, de hecho el sexo no lo consideraba pecado (comer manzanas ¡Sí!), el 6º mandamiento, entonces, sancionaba y trataba de evitar las broncas que genera el meterse con hombre o mujer ajenos, es decir, era un pecado social, no sexual; después cambiaron el contenido, que es como me lo enseñaron de niño: 6º. Mandamiento: “No fornicarás.” Entendiendo fornicar como la cópula carnal fuera del matrimonio; con eso ampliaron la base de pecadores a todos los que disfrutaban del sexo fuera del matrimonio. Después vino un visionario eclesiástico y mercadólogo que decidió crecer el padrón de pecadore$ y prohibieron en el 6º mandamiento: “No cometerás actos impuros.” Cito de: www.aciprensa.com/Catecismo: “El sexto mandamiento de la Ley de Dios nos prohíbe todos los pecados contrarios a la castidad; entre los más graves están la masturbación, la fornicación, la pornografía, las prácticas homosexuales y el adulterio. El sexto mandamiento prohíbe también toda acción, mirada o conversación contrarias a la castidad.” Estarás de acuerdo, estimado lector, que el catálogo de pecados expresados en los 10 mandamientos y modificados al contentillo, son una estrategia comercial y manipuladora de parte de la rentable Santa Madre Iglesia, que no solo adaptó el contenido del catálogo a sus conveniencias, sino que engaña al decir que es palabra de Dios, la que por congruencia y sentido común no debería ser alterada. En adición, señala estúpidamente a la masturbación (algo natural), a los pensamientos eróticos y a la homosexualidad como pecados (cosas que no decía el decálogo que “recibió” Moisés); esto es tan absurdo como considerar que los homosexuales no son hijos de Dios o su obra. Por cierto, otra de las enseñanzas religiosas que recibí de niño, fue: “No se mueve la hoja de un árbol sin la decisión del Señor”, ergo, si hay homosexuales es porque Dios así lo quiere; consecuentemente tachar a la homosexualidad de “pecado” es una manipulación inmoral de Curas idiotas que no reconocen la obra del Creador.

Perdón por la digresión, pero la influencia religiosa en nuestra cultura ha hecho tanto daño, que no podemos hablar naturalmente del sexo sin quitarnos la venda de las prohibiciones y manipulaciones religiosas;… por eso me tomo más de 18 años resolver el acertijo, tuve que luchar contra todo lo que metieron en mi cabecita cuando era niño y no tenía manera de cuestionar. Conforme fui creciendo, los temas sexuales fueron tocados por mis, amigos, cuatachos, chómpiras, compañeros de escuela, cómplices de pandilla y eventualmente por mentores y maestros ¡Nunca por mis padres!, y siempre como algo a ocultar, secreto, misterioso, pecaminoso o confidencial. Obvio, de forma natural, el despertar de mi cuerpo mandaba mensajes de atención con erecciones involuntarias cuando veía alguna chica con rasgos sensuales, en alguna pose erótica o francamente provocativa, lo que me generaba culpa… y ni que decir si caía en mis manos alguna revista de chicas desnudas, veía una película porno en 8mm o si al bailar la dama se apretaba sobre mi cuerpo… Hago un paréntesis para citar a Tomas de Aquino, o como diría mi hija Tessy cuando era pequeña, Tomas de Aquísí, quién expresó: “La ley humana tiene razón de ley sólo cuando se ajusta a la recta razón. Así considerada, es manifiesto que procede de la ley eterna. Pero, en cuanto se aparta de la recta razón, es una ley injusta, y así no tiene carácter de ley, sino más bien de violencia” (Suma Teol. I-II  q. 93 a. 3 ad 2)”… ¡Cómo lo oyes!, Tomás de Aquino señala que lo que no concuerda con la Ley natural es violación y resulta que la educación sexual que recibimos (o no recibimos) muchos de nosotros ¡Es violatoria!, pues va en contra de la Ley natural y el sentido común al pretender controlar el instinto y a nuestra naturaleza sexual con argumentos prohibitivos emanados, dicen los “elegidos”, de un Creador que nos hizo seres sexuales… En otras palabras, nos prohíben ser como nos hizo diosito… ¡De locos!

Concluyo: etiquetar el sexo como “pecado”, es una de las aberraciones culturales que más daño han hecho a la humanidad al pretender controlarnos y hacernos vivir con culpas, por ser como somos… ¡Así de sencillo!… Continuará…