Mantiene Compesca canales de navegación en el lago de Pátzcuaro
ZINAPÉCUARO, Mich., 17 de marzo de 2016.- Las calles de Zinapécuaro parecen salidas de un cuento infantil, y conforme va bajando la luz solar y se asoma una luna creciente, se acentúa la magia. La calle Miguel Hidalgo, rúa principal de la ciudad, se ha vestido con sus mejores galas para recibir al Señor de Araró.
Las cifras oficiales dicen que la multitud rebasa los veinte mil, algo nunca visto en la fiesta del Señor de Araró, hecho de caña de pasta, y que pesa más de doce kilos, “tiene el tamaño de un hombre promedio” dice un lugareño.
La mezcla de olores agradables recibe de inmediato al visitante; pozole, condimentos, madera, bosque.
El Señor de Araró sale de su santuario, ubicado en la tenencia del mismo nombre, es descolgado de su cruz y colocado en una caja ataviada de manera especial para su peregrinación hasta parroquia de San Pedro y San Pablo, en el centro de la cabecera municipal, la ciudad de Zinapécuaro.
Lleva sus guardianes, y unos faroleros que van iluminando su camino de aserrín colorido. Porque durante todo el recorrido por las calles, los escenarios van cambiando de acuerdo a los vecinos, que decoran la parte de calle que le corresponde a cada uno, alfombras de colores hechas con aserrín, figuras que cuelgan a lo largo de las calles, cortinas blancas, parece un duelo de diseño y belleza.
La peregrinación va por las calles acompañada de una banda de música, y una multitud que va a ritmo lento. Hay un ambiente festivo durante el recorrido, que parece no cansar a nadie. Al paso de la imagen religiosa por el camino multicolor, la gente regala fruta, pan de fallo, típico de la ciudad, playeras, sombrillas y todo tipo de obsequios.
Sigue la multitud a paso lento, acompañando al Señor de Araró hasta hacer una de las paradas importantes, frente al Palacio Municipal, donde es recibido por un mariachi y juegos pirotécnicos.
Un impresionante castillo de pirotecnia con diez imágenes le espera.
Le antecede a la llegada una lluvia de papeles brillantes y los faroleros, que llegan de avanzada.
La gente aplaude con una expresión feliz, tras la quema de pirotecnia; si le faltaban estrellas al cielo, a la noche, se las regaló todas el enorme castillo.
Con todo lo festivo que es el evento, hay una solemnidad al cargar al Señor de Araró; rostros serios y hasta en meditación se ven entre quienes lo llevan en hombros.
La procesión continúa, la fiesta, los regalos, la algarabía, las bandas musicales, el afluente multitudinario y la pirotecnia también.
Es casi media noche y faltan algunas paradas más. De madrugada llegará a la iglesia de la Santa Cruz, donde permanecerá hasta las tres de la tarde del día siguiente, y retomará las calles hasta la parroquia de San Pedro y San Pablo, su destino