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MORELIA, Mich., 8 de abril de 2022. – Apropiándose silenciosamente de su espacio en un mundo de hombres, de manera discreta, pero consistente, las mujeres de la Meseta Purépecha se apoderaron de las panaderías y dieron forma a lo que hoy se conoce como pan de señoras, esponjoso, suave y cocido a la leña; en el seno del hogar y transmitida la receta de generación en generación, sin necesidad de tener nada escrito.
Martha Chávez es la cuarta generación de su familia que se dedica a hacer Pan de Señoras, en el municipio de Tingambato; lo hizo su bisabuela, su abuela y tía abuela, su madre y ahora ella con el apoyo de su cuñada Susana.
“Mi madre aprendió de mi abuela, y fue ella quien enseñó a mi mujer, cuando nos casamos y ella a mis hijas. Yo casi no me ocupo de ayudarles, porque tengo mi quehacer, de los cuetes, pero cuando puedo, lo hago metiendo la leña”, explicó mientras talla un clavo para sus cohetones que utilizará en la próxima fiesta del pueblo.
La panadería es el espacio por excelencia de las mujeres de la familia
Dentro del amasijo no hay lugar para los hombres, con contadas ocasiones en que se les permite ingresar. Dentro todo es tarea exclusiva de las mujeres.
Martha y Susana, ahora con ayuda de máquinas, amasan, extienden, hornean el pan y luego lo limpian para salir a venderlo, pero también en su casa, porque la Panadería Vayita, ya tiene su lugar en la historia de las panaderías en Tingambato.
El amasijo abre desde temprano, tienen que preparar las masas antes de que se haga demasiado tarde, “de lo contrario, se esponja rápido el pan y no da tiempo de hornear a todos”, trampa de la levadura. Pero tampoco puede ser tan temprano, porque si está muy frío, no se esponja.
El pan de mujeres es el pan dominante en la tradición culinaria local. Lo mismo se venden diseños especiales para fiestas especiales, como “los conejos y panes decorados para 15 años e invitados especiales”, como para el consumo cotidiano.
Martha recuerda que, dentro de la gran variedad del Pan de Señora, se encuentra “el pan con pan, que es pan dulce decorado con pan salado. Se distingue por destacar el decorado blanco sobre el dulce”.
También se preparan los molletes y salados, para el café de la mañana, las semitas dulces y saladas, el pan de trigo y el de muertos.
La receta no está escrita
Las matriarcas de la familia nunca escribieron el orden y cantidad de los ingredientes, y Martha y Susana tampoco lo han hecho.
“Yo he visto que hay gente que la pesa, pero yo no, yo cargo el costal y le calculo”, comentó mientras corta como si fueran tasajos de carne la masa, previo a formar las bolas de masa que, por su costumbre familiar, le denomina moldes.
Tampoco tienen capacitación en diseño de panes, lo que hacen, lo aprendieron de sus ancestros y su imaginación.
Luego de estirar los moldes, se forma una larga tira delgada de masa, se forman los pétalos de flores y se colocan sobre el pan, una vuelta tras otra, una hoja aquí y una flor allá, después, con el rodillo, las une a la masa principal y lista para el horno, donde no pasarán más de cinco minutos.
Este dulce oficio ha permitido a Martha y Susana, una hermana que ya tiene su amasijo, garantizar un ingreso extra a sus hogares, ya no dependen exclusivamente del dinero que les proporciona su esposo, sin embargo, siguen bajo el cobijo familiar, desde el solar de sus padres, pero al menos con mayor autonomía financiera y poder adquisitivo que otras mujeres de la Meseta Purépecha.