MORELIA, Mich., 12 de septiembre de 2018.- Ahí está la placa que los recuerda.

Labrada en piedra, hace mención a la memoria de los caídos aquella fatídica noche del 15 de septiembre del 2008.

“Porque el espíritu del amor y la justicia, prevalecerá siempre sobre el odio y la violencia, en el corazón de los michoacanos”, cita la placa, que está acompañada por una paloma con una rama de olivo en su pico.

Hoy, inexplicablemente, esa placa fue puesta en el suelo, dónde esta dizque memoria, es pisada, constantemente por el ir y venir de los caminantes.

Nada más paradójico para la memoria de los caídos, de los mutilados, de los heridos, de los lastimado, de los sufridos, de los llorados…¡de los mexicanos!

A un costado, sobre el atril, macetero enorme de cantera que se ciño al viejo árbol, nudo testigo de la tragedia, se ve una cinta amarilla, de esas que se usan para la escena del crimen que dicen precaución.

Atras , un grupo de jóvenes, menesterosos, estudiantes, quizá, cobijados al abundante follaje de ese viejo laurel de la India en el vio manchadas sus raíces con la sangre de inocentes, niños, mujeres, hombre, ancianos.

Diez años después, el gobierno estatal rectifica.

La encargada de Atención Ciudadana, Helena Vega informa que la placa será cambiada por un monolito, que tendrá luz artificial.

Será instalado ahí mismo, y será habilitado para la conmemoración de los 10 años.

“Fue uno de los reclamos más sentidos de los familiares de las víctimas. Ya no querían depositar las ofrendas en el suelo”, declaró.

La gráfica del reportero, toma la sede del Palacio de Gobierno.

Se ve con el atuendo nacional, ese mismo que fue usado aquella noche de los granadazos.

Ahí está el balcón desde donde Leonel Godoy, Gobernador de ese tiempo, ondeaba la bandera nacional, cuando daba el grito.

Ahí es donde se captó la confusión del grito de arriba, el de independencia, con los gritos de abajo, los de los heridos.

Ahí es donde también se confundieron los ruidos de los juegos pirotécnicos con el estruendo de las granadas.

Según las crónicas de ese noche, el caos y la confusión reinó en torno al viejo árbol.

La muchedumbre corrió hacia todas direcciones y solo quedó el claro, lleno de sangre, heridos, muertos en el acto.

La estela violenta fue seguida de reporteros y camarógrafos que ahí se encontraban, abajo, sobre la Avenida Madero, cubriendo cualquier incidencia, que pudiera ocurrir

Y la desgracia, sí ocurrió. Y de magnitudes de bíblicas para las víctimas.

Después de sabría que el Estado ya había sido puesto en alerta de del atentado, pero no sé tomaron las providencias necesarias.

La negligencia gubernamentales derivó en una decena de muertos y más de 125 heridos, muchos de ellos mutilados por las esquirlas de las granadas que fueron lanzadas por manos criminales, atribuidas en su momento a la disputa del Cártel de los Zetas contra la Familia Michoacana, los primeros con la firme intención de “calentar” aún más el infierno infierno que en ese tiempo y vivían Michoacán y su gente.

Pero a lo largo de una década, persiste la duda y la interrogante: ¿Fueron realmente los presentados, los responsables del atentado?.

Para el gran grueso de la población no. Mucho menos para las víctimas y sus familiares.

El peso de la impunidad cae por sí solo. Ese fantasma ronda y aparece nuevamente hoy, a diez años de la tragedia.

Ya será sábado 15. Y el viejo árbol se convertirá, de nueva cuenta, en un mausoleo para recordar a los víctimas.

En ese viejo árbol, vendrán, de nueva cuenta, la promesa de justicia, de apoyo y protección a las víctimas.

De nueva cuenta habrá salvas para los caídos.

De nueva cuenta habrá himno nacional y los honores militares en su memoria.

Pero ¿y la justicia? La justicia llana y plena.

Nada.

Ahí seguirá ese árbol, mudo testigo de la tragedia.

También esa placa, pisada, quizá escupida, en memoria de los caídos aquella noche del S-15.