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MORELIA, Mich., 11 de julio de 2020.- Israel es un hombre que se dedica a la venta de ramos de flores envueltos en cartón negro con leyendas amorosas escritas. Entrevistado por este medio al inicio de las restricciones sanitarias por la pandemia de Covid 19, Israel estaba desesperado y temiendo lo peor en lo económico para él y su familia. Hoy, aunque los contagios siguen a la alza, la gente sale y eso le permite vender más.
“Antes vendía el 30 por ciento, ahorita ando vendiendo el 50, un poquito más, es que ya hay más gente, ya fluye pero luego no trae dinero, no sé, andan desgastados los que realmente no trabajaron, no salen a comprar, salen más bien a buscar empleo o algo así”, dice el comerciante, quien expone que aunque la situación sigue siendo complicada ahora vende más que cuando empezó la pandemia.
Israel vende sus flores en la esquina que forman la cerrada San Agustín con la calle de Allende. Cuenta que la gente llegaba con él, se paraba en autos, le regalaba despensas, “solo algunas cosas, no mucho, solo para salir adelante”, expresa.
“También mis clientes venían y me decían: ‘realmente no necesito de los productos que vendes, pero me voy a llevar uno para echarte la mano’, y así fue que la gente llegaba y me compraba poco o mucho, pero algo se llevaba”, cuenta el comerciante a Quadratín.
Sus productos siguen valiendo lo mismo que antes, no subió ni bajó el precio de las flores, “cuando estaba la mera pandemia, llegaba el cliente y me decía: “pues traigo 40′, yo le decía: ‘pues adelante, llévatelo’, y ahorita sí le pienso un poquito, pero sí se lo llevan los enamoradillos y todo eso”, expresa mientras prepara un ramo para un cliente que está esperando.
Israel está consciente de que la pandemia sigue creciendo; “hay un chingo de contagios” asegura y confiesa tener miedo de salir a trabajar, pero tiene que hacerlo porque no tiene de otra, “no me ha pasado nada gracias a Dios, tengo cuatro meses desde que empezó la pandemia y aquí estamos”, explica sin dejar de trabajar. A su manera se cuida; lleva gel antibacterial y un cubreboca.
Antes, cuando estaba la pandemia más fuerte, dice el hombre, vendía unos 300 pesos, ahora saca entre 500 y 600 al día, con una jornada de trabajo que va de las 8 de la mañana a las 8 de la noche, 12 horas continuas vendiendo sus flores, por lo cual, asegura, la crisis económica por la pandemia no le ha pegado tan fuerte. Si se hubiera quedado en su casa no hubiera sabido cómo llevar el pan a sus dos hijos; tiene cuatro pero dos dependen todavía de él.
Hasta ahora la gente sigue saliendo, parece no importar que haya crisis económica o sanitaria. “La gente fluye…más que nada los que vienen al templo a ver algún santo o algo así, ya me compran rositas para llevarle al santo, ya vienen los novios, el despistado que anda ahí en la plaza y que le lleva unas florecitas a la dama con su leyenda y todo”.
El turismo le compra y personas de visita en la ciudad lo han felicitado, asegura, “lo que pasa es que la frase y todo les gusta, yo les digo que no contamino con el cartoncito y eso, varios turistas me dicen: “yo quisiera que allá en mi país o en mi ciudad vendieran así como aquí, unas rosas sin celofán”, refiere el hombre, quien se muestra orgulloso porque esto nació de su propia creatividad.