MORELIA, Mich., 2 de junio de 2017.- Las oportunidades para la región del Bajo Balsas en Michoacán se agotan, ante la previsión de condiciones climáticas adversas y sequía para 2017, que suceden a tres años consecutivos de lluvias mínimas en la zona, alertaron integrantes del Grupo de Investigadores ante la Contingencia por Sequía en el Bajo Balsas, pertenecientes a las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM) y Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).

Luego de recordar que desde 2014 la región del Bajo Balsas e Infiernillo, que comprende municipios como Arteaga, La Huacana, Churumuco, Turicato, Tiquicheo y otros calificados como de alta y muy alta marginación, ha experimentado severas sequías, Ana Burgos, académica adscrita al Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA), destacó que al momento el sistema ha acumulado suficiente tensión para acercarse al umbral, a partir del cual no podrá resistir más y colapsará, con consecuencias impredecibles.

Precisó que el deterioro de la zona es ahora extremadamente alto, lo que ha representado para la población una grave afectación para la economía familiar, que pasa por la dependencia de los recursos que ingresan desde el exterior, a través de remesas familiares y apoyos gubernamentales, la desaparición del patrimonio campesino por la muerte de los hatos ganaderos, la insuficiencia de agua para realizar las actividades más elementales, así como para el riego agrícola, y la consecuente fragilidad de la seguridad alimentaria.

En tres años de sequía, las familias del área han agotado las vías que regularmente se emplean para solventar una contingencia económica en la zona, como la venta de ganado, que no está en condiciones de ser comercializado; la deuda, que ha sobrepasado la capacidad de pago de los afectados, y la migración, que ha acelerado la desarticulación que enfrentan las poblaciones.

“Estos factores aumentan la vulnerabilidad de la región y motivan que el sistema camine hacia una situación límite, de la que será más complicado que se recupere, además que no podemos prever sus efectos”, reiteró Ana Burgos.

De acuerdo con Rubén Hernández, académico de la Facultad de Biología de la UMSNH, la media de precipitación pluvial para la zona es de 650 milímetros de agua al año, pero de 2014 a la fecha ha registrado de 10 milímetros a 90 milímetros, ocasionando una presión acumulada por el desabasto de agua en localidades de Churumuco, uno de los municipios más golpeados, donde se observa que frente a los 100 litros diarios por persona requeridos para desarrollar las actividades cotidianas, se cuenta con 50 litros diarios por persona.

Más aún, las lluvias intermitentes, lejos de aliviar la problemática le agravan al no ser infiltradas y sí remover contaminantes y patógenos acumulados en los suelos, con lo que a la insuficiencia de agua se suma la reducción de su calidad.

Rubén Hernández afirmó que sin las remesas familiares y los raquíticos apoyos gubernamentales, “desde cuándo el sistema habría colapsado”.

Los investigadores concluyeron que es imperativo implementar estrategias de recuperación en el caso de que 2017 traiga consigo lluvias favorables, o de mitigación de daños, de producirse una continuidad en la sequía.

Para ello, si bien la participación de las comunidades es fundamental para arribar a soluciones reales, se requiere del apoyo del exterior para materializar las acciones.

En este apoyo exterior se precisa de mecanismos definidos como acciones en conjunto, no desde la óptica de elementos aislados, lo que ha generado que las labores realizadas hasta ahora, con mucho o poco recurso, sean ineficientes.

Funcionarios que asisten a unas reuniones sí y a otras no; relevos en las dependencias, y deficiente cadena de comunicación han caracterizado las intervenciones del estado en las nueve reuniones que ha sostenido el grupo de investigación desde 2015.