Baja, tasa de crisis emocionales en agentes de la Guardia Civil: SSP
MORELIA, Mich., 26 de mayo de 2022.- Entre octubre del año pasado y marzo de este año, en los centros penitenciarios de Michoacán han acontecido cuatro suicidios, todos hombres, quienes optaron por quitarse la vida ahorcándose antes de continuar viviendo privados de la libertad.
En el último trimestre del año pasado, murieron tres hombres, dos en el Centro de Reinserción Social de La Piedad y uno en el de Alto Impacto, en Charo, de acuerdo a cifras oficiales recabadas por la Fiscalía General del Estado (FGE).
En tanto que, en el periodo de enero a marzo de 2022, ingresó solo un cuerpo al Servicio Médico Forense, proveniente también del Centro de Reinserción Social de La Piedad.
De acuerdo con el artículo Consecuencias psicosociales de la privación de libertad en imputados inocentes, publicado en la Revista Criminalidad, las personas que fueron privadas de la libertad experimentan emociones y sensaciones negativas, que influyen en su estado psicosocial.
“(…) Se concluye que las emociones, sentimientos y sensaciones que predominaron fueron: miedo, rabia, impotencia, tristeza y angustia”, (Escaff S., E.; Estévez M., M. I.; Feliú V., M. & Torrealba H., C. A.,2013), emociones que pasan por tres etapas, la de aprendizaje, en el momento que se da la privación de la libertad, en el presente y hasta después de ser excarcelado.
Las personas privadas de la libertad viven un proceso de estigmatización, desde el inicio de su proceso de detención y en el encierro; su condición los termina por excluir de su círculo social, dejan de pertenecer a, pues pueden sufrir abandono familiar, de amigos y al salir, viven discriminación social y laboral.
En el encierro, agregan los psicólogos autores del texto, las personas experimentan problemas de autorregulación, efectos que se pueden observar en la falta de apetito o sueño.
Además, hay otros investigadores que han documentado que, al vivir en prisión, los efectos psicosociales pueden observarse también a nivel físico.