Ópera del Conservatorio de las Rosas, un deleite musical y cultural
MORELIA, Mich., 3 de marzo de 2019.- Ahí, en el peatonal de la calle Nigromante, a un lado del Jardín de las Rosas, parece reposar El Malquerido; un toro monumental adornado con dos guerreros jaguares y un apache al centro, por detrás una virgen guadalupana. Llama la atención de propios y extraños la escena, los menos tímidos se toman la selfie de rigor.
Ahí están Juan y su familia, reposan mientras esperan una pickup para llevarse a El Malquerido, que se deja acariciar por los niños que se ven alegres por mirar esa figura ahí reposando.
“Sí pesa unos 45 kilos”, dice a Quadratin Juan, un hombre de cabello muy corto que en un principio no quiere hablar. Se desprende de la vergüenza y le gana la plática; “se llama El Malquerido”, lo presenta.
Dice que se llama así porque en su barrio no los querían. Son de Tierra y Libertad, una colonia popular ubicada en la periferia de la ciudad, “no querían que sacáramos el toro porque aquí participan puros niños; no queríamos a ningún Apache, es pa’ puro niño, andamos siempre así en las calles”.
Asegura que aunque el municipio ha prohibido la utilización de palos y machetes, “en la calle van a andar igual; no hay más que ir metiendo niños y así la gente no se mete”. Explica que el problema es cuando los que van en los toros empiezan a tomar, y si se encuentran dos toritos empiezan ‘de habladas’, se pelean, “dicen ‘está mejor el mío que el tuyo’ y no sé qué más… luego salen mal”
Juan explica que el trabajo de elaborar al toro se lo echaron entre tres hombres: “somos una familia: es mi sobrino, su servidor y un amigo, el único que no nos abandona” dice mientras señala a otro hombre sentado en el borde del jardín. Asegura que se tardaron aproximadamente un mes, dedicándole alrededor de tres horas diarias por la tarde. Para la última parte, los acabados, si se tardaron toda una noche.
“Nosotros no reciclamos. Lo dejamos al sol, abandonado”, dice Juan en referencia al destino que sufre el torito una vez terminado el Carnaval. Dice que podrían venderlo a otros lados pero la gente no les paga lo que cuesta; “este desde cero nos gastamos aproximadamente unos 5 mil pesos”, asegura.
“Ya no hay toritos de petate, porque estos llevan más colores, el de petate en sí eran jaras, y se cubrían con un petate por eso se le llamaba así, todo lo demás era papel crepé, de China, pero no le metían escarcha ni diamantina ni nada de eso”, relata el artesano, “le nombramos igual pero ya de petate no trae nada”.
“Hemos sacado buenos toros cada año”, explica, y cuenta que normalmente traen una banda de música pero este año no pudieron. En otras ocasiones fueron apoyados por los gobiernos, pero ahora no alcanzó. Recuerda que el año pasado sacaron un toro con la figura de Enrique Peña Nieto, y el año antepasado estuvo bailando al son de la banda la figura de Donald Trump. Ya llevan seis años haciendo toritos… y los que les faltan.