MORELIA, Mich., 29 de noviembre de 2017.- Años y años pasan y miles de morelianos acuden cada noviembre al tradicional y ya denominado Cañafest en la calzada Fray Juan Antonio a consumir este producto emblemático de las fiestas decembrinas y guadalupanas.

Entre los cientos de asistentes y vendedores destaca uno, que aunque discreto, desde hace décadas no deja de acudir a esta fiesta que él inició y que a sus 80 años aún tiene presente como si el tiempo no hubiera pasado tan pronto.

Es don Froylán Silva, un hombre de mirada firme, temple sereno y una memoria viva, tanto como los recuerdos que en ella guarda y que atesora como grandes enseñanzas, que sin duda han contagiado de entusiasmo a sus hijos y nietos.

En una charla con Quadratín, don Froylán recordó que en los inicios de esta reunión, que se convirtió en fiesta, los permisos eran por 46 días, iniciando el 28 de octubre, a la par de los habituales rosarios, cosa que ahora ya cambió y solo los dejan aproximadamente tres semanas.

“En ese tiempo éramos cinco vendedores que nos quedábamos. Había más, pero se iban y nosotros le echábamos ganas para salir de la temporada. El 28 de octubre entrábamos y hasta el 12 de diciembre, nos daban los 46 rosarios que son los que se celebran aquí también, y por ello la gente comenzó a venir, pero el 12 venía más gente y más compañeros a vender.

“Ellos venían solo dos o tres días, pero nosotros nos quedábamos a sufrirle porque teníamos que quedarnos a cuidar lo poquito que arrimábamos a vender y en esos tiempos se vendían puros veintes de cacahuate y caña corta”.

Don Froylán refirió que su historia en este negocio se dio desde que era joven, pero fue en 1962, tras sufrir una enfermedad, que emprendió la aventura de arriesgarse junto con otros compañeros a traer su producto a Morelia y tratar de obtener mejores ingresos económicos, y poco a poco lo logró.

“Mi inicio fue una enfermedad que duré casi cuatro meses y ya cuando me controlé un poco un compañero me invitó y dije ‘voy a ver’, y las ventas diarias en ese tiempo eran de 4 pesos, 5, 6 máximo, porque se podía contar la gente que circulaba en la calzada, no venía gente.

“Es más, se regresaban, solo llegaban al primer cuadro y de ahí se regresaba la gente porque le daba miedo cruzar en la noche, pero así comenzó la cosa y siguió hasta que cada año empezaron a llegar por cacahuate y caña, así como algunos juegos”.

Hoy, a 55 años de que iniciara esta tradición, recuerda a sus cuatro compañeros que junto con él iniciaron esta actividad, pues ya fallecieron y el negocio por parte de ellos lo continuaron sus hijos y algunos nietos que siguen en la venta de cañas.

Asimismo, con una elocuencia y emoción evidente, comentó que hace años no había tantos puestos instalados en la calzada y la explanada de la Plaza Morelos, como lo es ahora, aspecto que le da gusto y satisfacción, pero que en momentos le asusta.

“Ahora da miedo, mucha gente ha de creer que somos felices cuando se nos hacen bolas, pero no, ni se imaginan, porque se necesita práctica, se necesita tener mucha maña, de darle abasto a la tabla y ahí las personas también se las ven negras”.

Ahora que está por iniciar la actividad fuerte de diciembre, don Froylán se dice expectante, pues la afluencia afortunadamente siempre es positiva y con grandes resultados para él que ve en la caña, más que su fuente de ingreso, su estilo de vida que lo mantiene vivo, dando a los morelianos un gusto que él y cinco colegas iniciaron décadas atrás y que hoy es un punto obligado de visita antes y durante los festejos de la Virgen de Guadalupe.