MORELIA, Mich., 23 de mayo de 2019.- Ramiro es joven, vende garbanza desde hace cuatro años, de martes a domingo, desde las 13 hasta las 21:30 horas. Es su única fuente de ingresos y con lo que mantiene a su familia. Anda con una cubeta por el Centro Histórico de Morelia; es un comerciante ambulante.

“Hay temporadas muy buenas y otras malas porque escasea o no se vende tanto porque hay papas, elote o churros”, relata el joven de complexión delgada y con los brazos tatuados. La mejor época, dice, es de octubre a enero, “está en sus meros moles, es cuando mejor se vende la garbanza”, señala.

“De aquí yo mantengo a mi familia, de mis garbanzos, de mi elote”, señala el joven de 20 años quien ya tiene un hijo de ocho años, lo que significa que lo tuvo a los 12. “Esto es lo que hago, o sea lo único a lo que me dedico, a vender garbanza aquí en el centro”.

Come a veces una torta, unos churros o unas papitas con los mismos compañeros que vienen del pueblo, señala el joven quien dice pertenecer a la comunidad de San Lucas Pío, entre Indaparapeo y Queréndaro, y todos los días prepara su producto y viaja a la ciudad de Morelia y en la noche regresa a su pueblo.

“Más que nada ando caminando por el centro, pero aquí me localizan más fácil, donde están los payasitos en Plaza de Armas”, dice, y amplía la zona al Jardín de las Rosas, El Carmen, la plaza de San Agustín, de San José y por el Mercado de Dulces.

Nos buscan problemas los del ayuntamiento, refiere, “nos quitan la mercancía, se llevan el negocio y nos dejan sin nada”, prosigue. Ya le ha pasado varias veces, no queda de otra, nomás se queda viendo. Cuenta que cuando eso sucede, llegan con policías, pero eso no tiene nada qué ver, son ellos; “los llevan por si uno se pone violento, pero pues no, uno viene a chambear, a buscar el pan de cada día”, asegura el comerciante.

“Tenemos de 15 y de a 20 (pesos)”, explica mientras atiende a un hombre con su hija que le pide dos bolsas de a 15, “¿con salsita, limón y salecita?”, pregunta a los clientes. “Dios nos socorre” dice al explicar que en un día festivo les va un poquito mejor porque hay un ‘poquito’ más de gente; “tenemos varios compañeros del pueblo, nos vamos como a las 11 de la noche un día como hoy que hay mucha gente”, explica.

“Andamos echándole ganas, echándole machín para que se acabe toda la garbanza si Dios quiere”, expresa. Si le sobra algo la tiene que regalar porque ya al día siguiente no sirve, se echa a perder, así que se apresura a seguir, se despide y va en busca de los clientes.