MORELIA, Mich., 9 de abril de 2018.- Poseedor de una parte de la historia de Morelia, el bosque Cuauhtémoc es lugar de recreo de chicos y grandes. Ubicado en donde antes solía ser el barrio de San Pedro, este pulmón de la ciudad tiene vida propia. Entre sus andadores los paseantes se relajan pero también disfrutan de algún gazpacho algunos churros o cualquier cosa que los comerciantes que ahí trabajan, desde hace muchos años, les puedan ofrecer.

 

Los únicos que llegan temprano son los deportistas y algunos trabajadores de las oficinas gubernamentales que siguen estando dentro del Bosque Cuauhtémoc, y que ocupan las grandes casonas de descanso del siglo 19. Los vendedores comienzan a llegar a partir de las 10 de la mañana. Poco después de las 11 ya está la mayoría colocada y lista para la venta.

 

Los niños corren y entre tanto ajetreo piden agua, refrescos, jugos o cualquier líquido que les quite la sed. Una vez saciada, viene el antojo de un gazpacho, algún chocolate o dulce, unos churros de maiz con salsa o cualquier botana dominical; es parte de la visita al bosque más popular de la ciudad.

 


“Nosotros venimos como a las 11, manifiesta María Gloria, quien asegura que la gente llega sobre las 12 o 1 de la tarde.

“Vendo churros de azúcar a los niños, les gusta mucho y a toda la gente, al turismo que viene y dice que están buenos”, explica la vendedora a Quadratín. Manifiesta que el puesto ya tiene muchos años en el bosque y siempre ha sido atendido por su esposo; “la verdad no sé cómo le hizo para tenerlo. Yo ya me casé con él y me tocó venir a ayudar, pero la verdad no sé cómo le haya hecho para obtener este lugar”, se sincera.

Para Antonio, un hombre mayor que vende gazpachos, el bosque es como su segundo hogar. Lleva alrededor de 40 años vendiendo en esa zona, tiempo en el que ha visto cambiar al bosque, “ya está mejor, ya está mejorando”, asegura.

En cuanto a la relación con las autoridades municipales, Antonio dice que todo está muy bien y les ayuda mucho el hecho de que tengan tanta antigüedad en el bosque Cuauhtémoc.

 

Una vendedora ambulante de casi 60 años se queja. Cuenta que la gente del ayuntamiento no la deja a vender, “pero también tengo derecho a comer como todos… Busco el lugar donde hay más gente… entonces no me deja el ayuntamiento”, señala y dice que entre semana anda por otros lados de la ciudad vendiendo, y va al bosque solamente durante el fin de semana, “a veces nos da tristeza porque el Gobierno no  hace nada, me corretean”, se vuelve a quejar. Vende “bonais”, de lo que gana solo un peso por producto.