Convocan a reunión ante declaratoria de cerro Grande como área protegida
CIUDAD DE MÉXICO, 13 de febrero de 2016.- Bergoglio el político, Bergoglio el humilde, Bergoglio el demócrata, Bergoglio el cuestionador, Bergoglio el innovador, Bergoglio el hombre, Bergoglio el Papa… Esta mañana, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, nos regaló, en Palacio Nacional, una magnífica pieza oratoria.
Un discurso esperanzador, donde además de su toque religioso lo matizó con pincelazos humanísticos, e incluso filosóficos, además de que, ¿políticamente incorrecto?, criticó al actual régimen mexicano.
Palabras de Bergoglio que, además, golpean hondo a la jerarquía eclesiástica, a la cual llama a ser humilde, a estar unidos y a resolver sus problemas como hombres, pues no se necesitan príncipes.
Les recomienda a los obispos se olviden de vacíos planes de hegemonía y que no se inserten en clubes de intereses obscuros. Y menciona que un gobierno unido con la casta religiosa son la fórmula ideal para resolver los problemas de violencia, pobreza, narcotráfico, en un país como México.
A sus iguales, palabras más, palabras menos, les dijo que sean obispos de mirada limpia, de miradas y rostros luminosos, sin temor a la transparencia, pues la Iglesia no necesita de la obscuridad para trabajar.
Y habló de miradas. Miradas de ternura, limpias, atentas, cercanas, de alegría, de unidad, de universalidad. Llevar la mirada de la misericordia y el regazo materno guadalupano, de la fecundidad de “La Morenita”.
Llamó a una conducta ética y a no dejarse a seducir por las riquezas materiales. Además, fustigó la corrupción, a los narcos que envenenan a nuestras juventudes.
Duro, inflexible, cuando dijo que ya basta de comercializar la muerte a cambio de monedas que la codicia y el ocio echan a perder. Y no hay que minusvalorar el desafío ético y narco que representa para la entera sociedad mexicana.
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