Tiene Country Club Las Huertas nuevo consejo administrativo
MORELIA, Mich., 12 de diciembre de 2015.- La tradición reza que la mañana del 12 de diciembre de 1531, a un nativo de Cuautitlán llamado Juan Diego, se le apareció por cuarta ocasión la Virgen de Guadalupe. Se cuenta que la Virgen le pidió al nativosubir al Cerro del Tepeyac por unas rosas, en un lugar donde era imposible que se dieran esas flores. Se trataba de un milagro para convencer al Obispo de Zumárraga de que construyera un templo en ese lugar, lo cual sucedió.
Oficialmente se celebra desde 1667, el día 12 de diciembre, por iniciativa del papa Clemente IX, y es en 1824 cuando es declarada Fiesta Nacional por el Congreso de la Nación. Hoy en día se paraliza el país por los festejos guadalupanos.
En Morelia se congregan por miles en el templo de San Diego. La tradición marca que la vestimenta sea como la que usaban los nativos de México, en el tiempo en que a Juan Diego se le apareció la Virgen de Guadalupe.
A decir de la religiosa Amalia Gutiérrez, Sierva de la Inmaculada, llevar vestimenta indígena es conmemorar ese suceso del Tepeyac, es honrar a Juan Diego y a la virgen misma. Pero también es una ofrenda que la gente ofrece por milagros concedidos.
La fila para entrar al santuario guadalupano llegaba a la mitad de la calzada Fray Antonio de San Miguel. La gran mayoría de las personas formadas iban vestidas con ropa de manta y tejidos coloridos. Muchos sostenían ramos de flores. La fila es sólo para entrar y ver la imagen de la Virgen de Guadalupe, saludarla y dejarle el ramo como obsequio, la gente sólo entra y debe seguir circulando, para que pueda pasar la mayoría que permanece por fuera esperando.
En el caso de los peregrinos que van haciendo penitencia es diferente, los que van llegando de rodillas tienen adentro un lugar especial para llegar hasta los pies de la imagen. El grado de castigo tiene que ver con su penitencia, con el tamaño del milagro concedido, o con la petición que le hacen a la guadalupana.
Algunas personas mostraban signos de lesiones en los pies y las rodillas. Muchos lucían cansados después del peregrinar. De los entrevistados, pocos quisieron decir la razón por la que llevaban a cabo la manda. Hubo el caso de un señor que, aunque no estaba en penitencia, su promesa era ayudar a los penitentes en su camino de rodillas por la calzada, lo único que pedía era salud para él y su familia.