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MORELIA, Mich., 8 de agosto de 2013.- Michoacán no sólo es la cuna del maíz en el mundo –en las faldas del Quinceo se han encontrado sus restos más antiguos-, sino que los volúmenes que produce anualmente lo colocan como uno de los cuatro pilares de la producción nacional de ese grano básico.
Un millón y medio de toneladas de maíz, el 6.6 por ciento de la producción nacional, aportan anualmente los productores michoacanos a la dieta de los mexicanos, cantidad sólo superada por los estados de México, Sinaloa y Jalisco, destacan cifras proporcionada por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
Si bien es cierto que la producción de granos en México podría enfrentar este año condiciones difíciles en materia de producción y comercialización, no es el caso de la producción maicera que lleva el impulso del dinámico mercado de la tortilla, destaca un informe del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés).
Es verdad que en ni México ni Michoacán tienen los mejores rendimientos, pero el maíz sigue siendo el cultivo básico más importante en el país, con el consumo más alto del mundo equivalente a unos 133 gramos diarios de consumo per cápita.
Son esos elevados niveles de consumo los que han mantenido a México en el cuarto lugar entre los productores del mundo, cuya producción sólo es superada por Estados Unidos, China y Brasil.
En términos de gasto, ese mercado está constituido por un 7 por ciento del presupuesto familiar de los mexicanos, gasto que mantiene en permanente ascenso a la industria de la tortilla, destaca el USDA en su reporte número MX3024.
Para los especialistas estadounidenses, una buena parte de ese mercado, que el USDA calcula en cerca de 5.4 millones de toneladas anuales, descansa en los cultivos de Michoacán y siete estados más (México, Sinaloa, Jalisco, Chiapas, Guerrero, Puebla y Veracruz) que concentran más del 70 por ciento de la producción nacional del grano.
De acuerdo con información proporcionada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el número de tortillerías y de molinos de nixtamal crecieron 24 por ciento entre 2004 y 2008, cuando pasaron de 63 mil 459 establecimientos a 78 mil 852 en 2008, lo que implica que en promedio se crearon 3 mil 79 tortillerías al año.
Para los especialistas del USDA, aproximadamente 225 mil trabajadores sostienen la industria tortillera nacional, que también tiene una elevada concentración de mujeres, ya que sólo uno de cada tres puestos de trabajo es ocupado por hombres.
En términos del empleo en el sector, Michoacán ocupa el tercer ligar nacional con 19 mil empleos, sólo superado pos Puebla con un récord de 40 mil y el Estado de México con 28 mil. Si a ese selecto grupo de se agregan Sinaloa y Guanajuato, con 14 mil y 11 mil empleos respectivamente, tan sólo cinco estados concentran el 51 por ciento de la industria tortillera nacional, destacan los especialistas.
Para el Departamento estadounidense de Agricultura, la estructura de la industria de la tortilla genera buenos dividendos, pues “seis de cada diez dólares obtenidos por los fabricantes de tortilla de nixtamal y molineros se utilizan para comprar las materias primas e insumos. El resto es el valor añadido en el proceso de producción, que se distribuye en los salarios de los empleados, pago de impuestos, los gastos de sustitución de maquinaria y ganancias”.
Para los estadounidenses, la producción de maíz en México está limitada por factores estructurales entre los que destacan el “alto grado de fragmentación de la tierra”, un sistema de inventarios y almacenes sumamente deficiente, así como transporte y comercialización.
De acuerdo con información de la Sagarpa, en México existen alrededor de 2 millones de productores de maíz, y el 85 por ciento de ellos cuentan con parcelas de menos de cinco hectáreas.
No obstante ello, para algunos dirigentes agrarios, esa deficiencia se solventa con organización y por ello las agrupaciones campesinas han desempeñado un papel fundamental en la economía agraria nacional.
“Lo que sucede es que las organizaciones campesinas debemos formar conciencia administrativa a los productores y organizarlos de modo que actúen como empresarios desde la planificación de sus cultivos. De ser así, la fragmentación podría ser, incluso, una ventaja productiva para el campo mexicano”, señaló Alfredo Amezcua Mateo, dirigente estatal de la Coalición de Organizaciones Democráticas, Urbanas y Campesinas (CODUC).
Por otra parte, las deficiencias en una política de inventarios ha despertado el interés de algunas entidades gubernamentales como Diconsa, que recientemente anunciaron un agresivo plan para construir centros regionales de almacenamiento y desarrollar una verdadera política de inventarios, recordó el dirigente.