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MORELIA, Mich., 7 de octubre de 2015.- A la fosa común no sólo van a dar los cadáveres no identificados, también algunos que aún cuando fueron reconocidos por sus familiares no pudieron o no quisieron darles ‘cristiana sepultura’ porque en vida no supieron ganarse el cariño de sus allegados.
En el 2014 sumaron 53 los cuerpos que no tuvieron una tumba propia; 50 eran hombres, una mujer y dos fetos, uno masculino y uno femenino, informó el director de la Unidad Forense de la Coordinación General de Servicios Periciales, Ramón Sixtos Guillén.
De los 53, 11 tenían nombre y apellido y, desde el 2007 a la fecha en que se lleva registro, el año pasado fue la primera vez que se enviaron los cadáveres de dos mujeres, una de ellas identificada por sus familiares quienes prefirieron que el Estado se hiciera cargo de su destino final, indicó en entrevista.
De acuerdo con el funcionario, se trata de un nuevo fenómeno con un rápido crecimiento ya que la primera vez que se enviaron cadáveres con nombre y apellido a la fosa común fue en el 2012 y únicamente fueron dos; en 2013 fueron cuatro, el año pasado 11. Este año suman seis los cuerpos reconocidos pero no reclamados por sus familiares, uno de ellos de mujer, de un total de 24 los, 22 masculinos y dos femeninos.
Las causas por las que esto ocurre son varias: familiares sin capacidad económica para cubrir los gastos de inhumación y que el parentesco entre la víctima de un suceso violento y quienes la identifican no es directo y no se hacen responsables del cadáver ya que la ley no obliga a los familiares a hacerse cargo de los cuerpos sin vida.
“Tuvimos el caso de un compañero, un policía ministerial; vinieron sus familiares pero había muchas diferencias con él porque era muy malo y hablaron con el ministerio público su decisión de que se enviara a la fosa común”, comentó el doctor Sixtos Guillén.
Los cuerpos de las personas que pierden la vida de manera violenta, la mayoría de ellos en accidentes de transito, inevitablemente pasan por el Semefo, donde pueden permanecer hasta cinco meses en la cámara fría –con capacidad para 25 cadáveres- esperando ser reconocidos.
Ahí está desde el pasado 22 de mayo una de las víctimas del enfrentamiento entre presuntos criminales y policías federales en el Rancho El Sol, municipio de Ecuandureo, cuyo cadáver no ha sido identificado pese a tener tatuajes en casi todo el cuerpo, característica que muchas veces permite el reconocimiento.
A pesar de la importancia que tiene ese cuerpo, para la investigación del enfrentamiento en el que murieron 43 personas, en unos días será enviado a la fosa común ya que a pesar de mantenerse a 2.4 grados bajo cero el proceso de descomposición no se detiene y representa un foco de infección debido a que el Semefo se encuentra en medio de oficinas administrativas, cuando debería estar aislado.
Pasado tanto tiempo, además de haber perecido en circunstancias violentas, el reconocimiento de los cuerpos se vuelve difícil, incluso para los familiares, razón por la que la ley establece su disposición final, pero toda su información se queda en un banco de datos fotográfico y genético, por si sus familiares no son de la región y siguen buscándolos, como lo hacen las madres de los migrantes centroamericanos.
En esos casos, explicó Sixtos Guillén, a los familiares se les toma una muestra de ADN y se hace la comparación si coincide con alguno de los cuerpos enviados a la fosa común se pueden recuperar ya que ese espacio no es tan común y los cuerpos se entierran con una etiqueta adherida por lo general a un dedo y en la parte exterior el número de la averiguación previa.
Eso no es muy frecuente, pero cuando ocurre los familiares tienen la opción de recuperar el cadáver y darle otro destino, por lo general, cremación o pagan los derechos del espacio que ocupa y se le coloca una lápida con su epitafio en lugar del número de la averiguación previa.
Tome sus precauciones para que la disposición final de su cuerpo sea acorde a sus deseos y no la de sus familiares que pueden simplemente reconocerlo pero no reclamarlo si muere, por ejemplo, en un accidente de tránsito.