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LA RUANA, Mich., 18 de diciembre de 2014.- Bajo los calcinantes rayos del sol, un padre llora a su hijo; un hijo honra a su padre, al haber dado la vida luchando por los ideales de ambos, los dos estuvieron en la refriega del martes en La Ruana, pero sólo uno salió con vida.
Hipólito Mora conduce la vieja camioneta verde en donde lleva los restos de su hijo Manolo Mora al panteón para despedirlo, lo siguen miles, al menos cuatro mil; el pueblo se volcó y formaron -literalmente- la kilométrica caravana.
Los cuatro niños que quedaron en orfandad no alcanzan a comprender lo que pasa, pero igual lloran al ver el sufrimiento de su madre y ver que su papito no despierta.
Elementos vestidos de fuerzas rurales acompañan a Manolo en el vehículo donde hizo su recorrido final por su querido pueblo, armados custodian el cadáver.
Silenciosamente pasan por delante de los elementos de la Gendarmería Nacional, esos a quienes Hipólito acusó de haberlos dejado solos, los uniformados sólo observan y alejan sus unidades de la cinta asfáltica.
Al llegar al panteón el dolor es evidente, todos están desgarrados por dentro, observando por última vez a Manolo a través del vidrio al estar con el féretro abierto, la familia de sangre se ve rebasada por mucho por la familia del pueblo.
El adiós es inminente mientras el corazón se oprime de dolor. Manolo Mora fue sepultado en La Ruana antes de las 17 horas del caluroso jueves 18 de diciembre mientras su padre, de pie, llora en silencio.