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COJUMATLÁN, Mich., 11 de marzo de 2015.- La antigua isla de Petatán, en el municipio de Cojumatlán de Régules, no estaba en la ruta migratoria original de los pelícanos borregones que salen de Canadá en busca de aguas cálidas; llegaron con las primeras fileteadoras que se desarrollaron en la comunidad a partir de la pesca de mojarra, tilapia y charales.
“Cuando comenzaron a llegar, no se crea que bajaban todos, no. Venía con ellos un pájaro enorme de color gris, que era el primero en bajar y comer, sólo entonces bajaban los demás”, señala la señora Teresita, una de las primeras fileteadoras de la localidad.
Y es que los borregos de Petatán dependen más de las mujeres que producen el filete de pescado que de los propios pescadores, pues son ellas las que los alimentan con los deshechos de su trabajo diario.
Es tal la abundancia de alimento que las fileteadoras proveen a los pelícanos, que ahora la parvada baja confiada casi al mismo tiempo que el macho alfa que conduce el éxodo semestral al municipio del Bajío michoacano.
En Petatán, los pelícanos ni siquiera tienen que zambullirse para procurarse su alimento; esperan pacientemente de pie en las aguas superficiales de la laguna el proceso productivo de las mujeres dedicadas a producir el filete de bagre y de mojarra.
Cuando han producido un buen volumen de “huesos” –espinas, cabezas, vísceras y escamas-, las trabajadoras se convierten en meseras y, en pequeños contenedores de 28 kilos, disponen del banquete tierra adentro, a unos 40 metros de la ribera, y comienza un inusitado espectáculo.
La parvada concentra su atención en el movimiento de las fileteadoras y avanzan rápidamente tierra adentro conforme las mujeres regresan a la planta. Con las alas extendidas y balanceando torpemente su cuerpo aerodinámico, la parvada camina tierra adentro en busca del alimento.
Sus largos picos no están preparados para recoger del suelo el alimento, así que no les es fácil atrapar y tragar el alimento, pero resuelven: baten sus picos contra el suelo, hacen desaparecer en sus estilizadas fauces el alimento rápidamente y regresan rápidamente a mantenerse de pie en las aguas michoacanas de la laguna de Chapala.
La operación se repite tantas veces como lo establezcan la habilidad de las pescadoras y el ritmo de extracción de los pescadores, pero algunos pelícanos regresan cuando los niños del pueblo salen a ofrecer al turista pequeñas cubetas de huesos para movilizar a los visitantes.
Por unas monedas, los pequeños se acercan hasta el agua y arrojan sus pequeñas cargas para que el visitante observe los extraños movimientos de esas aves voladoras que se han acostumbrado a caminar perezosamente por la isla de Petatán.