Atienden brigadas incendio forestal en Ario
MORELIA, Mich., 20 de mayo de 2013.- El aguacate es para Michoacán lo que el petróleo ha sido para México durante décadas años, pues en ambos casos la economía se sostiene en gran medida por el ritmo de producción de esos productos.
Esencial y formalmente tan diferentes que no admiten comparaciones, en términos económicos ambos productos muestran grandes similitudes, pues mientras el petróleo explica más de un tercio de la economía nacional, el valor de la producción del aguacate representa más de un tercio de la economía michoacana.
De acuerdo con datos oficiales, el año pasado el valor de la producción estatal de aguacate alcanzó niveles de 17 mil 235 millones de pesos, cifra que representa el 33 por ciento del presupuesto estatal total para el mismo periodo, y se espera que este año se rompa el récord y ascienda a más de 19 mil 250 millones de pesos.
Sin embargo, la creciente riqueza inmediata que produce el aguacate en la entidad comienza a mostrar ciertos aspectos negativos de largo plazo equiparables también a los que produce la extracción petrolera y el consumo generalizado de combustibles fósiles.
Entre esos efectos adversos sobre el ambiente –que también representan un severo daño económico de largo plazo hasta hoy incuantificable-, un nutrido grupo de especialistas advierte profundos cambios en la cubierta vegetal de bosques nativos, pérdida severa de biodiversidad, erosión y contaminación de suelos, mantos acuíferos y de cuerpos de agua, entre otros.
Los cambios en el uso del suelo
Y es que la creciente demanda nacional e internacional del aguacate ha ocasionado una fuerte aceleración en el cambio de uso del suelo en la entidad, y cada vez más amplias extensiones del territorio estatal se convierten en huertas aguacateras.
Ese cambio salta a la vista en todo el estado: los grandes bosques de pino característicos del paisaje michoacano en el oriente, el norte, sur y el poniente del estado ceden rápidamente su lugar huertos de aguacate que hoy dominan el escenario.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, al primer trimestre de este año se tenían registradas 122 mil 251 hectáreas aguacateras en la entidad, cerca de 40 mil por encima de las registradas en 2003.
Las cifras oficiales parecen ser modestas, pues recientemente autoridades del sector aguacatero del oriente michoacano situaron en 142 mil hectáreas los cultivos registrados, que producen un volumen anual de 1.2 millones de toneladas.
Sin embargo, cuantificar el crecimiento de la superficie aguacatera en la entidad no es fácil, en virtud de que en los últimos años se han disparado los cultivos irregulares en la entidad y casi nadie quiere hablar de ello, por lo que no se sabe a ciencia cierta la extensión real de la mancha aguacatera.
“En estas épocas de estiaje, muchos productores irregulares aprovechan para ocasionar incendios en áreas boscosas para forzar el cambio de uso de suelo. Como las autoridades no los obligan a reemplazar el bosque, esas zonas se convierten en nuevas huertas de aguacate”, señaló un productor de Uruapan que pidió no ser identificado.
Contaminación y devastación
Lo único que se sabe a ciencia cierta es que este acelerado “cambio de uso del suelo en terrenos forestales para establecer huertos, disminuye el agua infiltrada y aumenta la evapotranspiración, con ello se reducen los caudales en manantiales, como los que aún son admirados en el Parque Nacional Barranca del Cupatitzio y el Área de Protección de Flora y Fauna Pico de Tancítaro”, destaca el estudio denominado Impacto del cambio de uso de suelo forestal a huertos de aguacate, elaborado por destacados científicos tanto de la Sagarpa como del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP).
“Es un hecho que la coincidencia de condiciones agroclimáticas ha ocasionado un acelerado cambio de uso del suelo forestal a la producción de aguacate, al grado de provocar un deterioro de los ecosistemas forestales del estado de Michoacán, que se manifiesta en un proceso de deforestación de 690 ha anuales, aproximadamente”, lo que implica que se deja de absorber una media tonelada de carbono cada año, advierte Pedro Brajcich Gallegos, director del INIFAP y conductor de la mayor investigación sobre aguacate en el país.
Esta situación tiene graves implicaciones, pues el bosque desempeña un papel fundamental en el balance hídrico de las cuencas y el suministro de servicios ambientales a la sociedad como son el abastecimiento de agua y la conservación de los suelos, destaca el especialista.
De acuerdo con el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 88 por ciento de los productores regulares de Michoacán generan diversos problemas de contaminación que van de regulares a severos, asociados con erosión por tipo de cultivo, daño a mantos acuíferos por agotamiento y contaminación por uso de pesticidas.
En su estudio denominado Evaluación del impacto ecológico del cultivo de aguacate a nivel regional y de parcela en el estado de Michoacán, CIGA-UNAM estableció que hasta 2011 “el 21 por ciento de los huertos se encontraba establecido en sitios con alta pendiente y con alta susceptibilidad a la erosión con la consecuente pérdida de agua y nutrientes por escorrería”.
En un análisis más detallado, el estudio destaca que el 49 por ciento de los productores utilizan fertilizantes y pesticidas con un alto nivel de contaminación, y de éstos el 34 por ciento lo hace con niveles de contaminación extremadamente elevados.
En contraste, la evaluación de CIGA-UNAM establece que hasta el 2011, año en que realizó su estudio, solamente el 7 por ciento de los productores michoacanos no usaba pesticidas sintéticos y no generaba efectos adversos sobre el suelo, los mantos acuíferos o el ambiente.
El declive de la producción aguacatera
En opinión de los especialistas consultados, el deterioro de los suelos y el ambiente ya comienza a afectar a los productores, pues los rendimientos por hectárea han iniciado una espiral descendente que ya los ubica en los niveles más bajos de la historia productiva estatal.
Y es que, de acuerdo con los más recientes informes de la Sagarpa, al primer trimestre de este año los rendimientos por hectárea se ubicaron en apenas 4.08 toneladas por hectárea, luego de que en los últimos dos años se mantuvieron en niveles de 10.42 y de que en 2007 alcanzaran un techo de 10.75.
Ello seguramente obligará a los productores michoacanos a ampliar la superficie sembrada para satisfacer la muy elevada demanda del fruto que, contra lo que pudiera pensarse, se ubica en nuestro país, en donde el consumo paso de 10 a 16 kilos anuales per cápita entre 2005 y 2011.
Esos niveles de consumo rompen el mito de los mercados de exportación, pues en la relación volumen-precio los niveles nacionales de consumo sitúan los mejores rendimientos en el mercado interno, concluyen los entrevistados