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HUETAMO, Mich., 8 de febrero de 2019.-Desde aquí, el Presidente, Andrés Manuel López Obrador, fijó el punto de inflexión a los radicales que alargan la crisis magisterial.
Es la quinta llamada y ahora les emplazó a la reconciliación.
Viejo en el oficio del disturbio, hábil para sembrar la la milpa de la info de abolidas, Andrés Manuel López Obrador se refirió a los radicalismos de la CNTE, de los secuaces que atropellan el estado de derecho, vulneran la vida institucional y ponen en jaque el proceso de destilación nacional.
Se fue contra la minoría que arrebata y arrecia la codicia; contra el párvulo del anarquismo, que muerde al de adentro.
“Hay radicales que en realidad son conservadores, porque quieren que nada cambie. Que curioso que llegamos nosotros y comenzaron a radicalizarse”, les aclaró.
“¡No quieren la transformación!”, les dijo, mientras les apaciguagua.
Más aún: “Y aprovecho para decirles, miren: yo vengo de la oposición, sé lo que es luchar por causa justas, (entonces) nada mas decirles que no se puede ser rebelde sin causa. Nada de intransigencias”, demandó.
El tabasqueño arribó a esta esta región para anunciar el Plan Nacional Producción para el Bienestar.
Ahí, en el templete dijo que ya sabía el tamaño de la crisis, de esa crisis que la CNTE pretende crecer a como de lugar para someter a Michoacán a sus intereses.
“La tierra caliente está caliente, caliente”, abrió en su diagnóstico inmediato.
Dijo que ya sabía de la situación, compleja de por sí, enconada, por eso la encaraba de frente, sin la comodidad de la zona de confort en Ciudad de México.
El ambiente era un hervidero de pasiones, de enconos; de odios y rencores. Peor que en los tiempos más algidos de campaña.
Caliente desde la mañana, la CNTE mantuvo su línea de reventar la figura de Silvano, quien previsor, acudió a su estructura para garantizar el acto y evitar los circos romanos en los que sus homólogos de Guerrero, Tlaxcala, Sinaloa y Estado de México, fueron tragados a por el respetable ante la complacencia y aliento del hipnótico y mesiánico jefe de la nación.
Más de dos horas de retraso y un intenso calor que quemaba con sus casi 38 grados, ponía el filo la situación, que se alentaba con la consigna, la mentada de madre y las descalificaciones.
Un acto suelto, a pedido de la Presidencia, sin la presencia de vallas ni efectivos policiales.
En el entronque que comunica con Altamirano, Guerrero, un centenar de maestros, de los mas bravos radicales, querían recibir al de Macuspana, grillarlo al oído y hacerle su baile al michoacano.
El mantra de “¡es un honor, estar con Obrador!”, los gritos de ¡ratero! ¡ratero! y ¡auditoría! ¡auditoria!, retumbaban frente al rostro de los Goes que resguardan una endeble valla que impedía el acceso al recinto ferial.
Ya entrados en desmadre, los centistas vistieron la estatua del hijo pródigo de este lugar, Martín Urieta, el cantautor que cantaba feo, pero con sentimiento, con una playera de amlover, mientas abajo acordaban las acciones conspirativas.
Iba con todo y contra todos.
Ni quién se supone es aliado, escapó a la descalificación y ofensa.
Folder en mano, el bonachón delegado de la Secretaría del Bienestar, Roberto Pantoja accede a una entrevista, mientras que a lo lejos se escuchan las mentadas de madre y los gritos de traidor.
Pantoja Arzola, calmado y tranquilo, detalló que el gobierno federal atenderá y resolverá el reclamo magisterial que corresponda a la Federación.
Más aún, aseveró que en los próximos meses, los maestros ya no tendrán que acudir a la toma de la calle ni a la protesta. Ingenuidad y esperanza.
Los minutos corren y los enconos también.
El tabasqueño llegó en una Suburban negra, resguardada por dos más.
Fue abordado por decenas de merolícos adoctrinados que gritaban a todo pulmón. Pedían el derrocamiento, querían sangre y auditoría.
En un enorme terreno, adornado apenas por un par de arcos feos, de rancho, daban la bienvenida al número uno del país.
Pero adentro del recinto, los gallos ya estaban sueltos. Solo esperaron a que pasara las vallas y las mentadas de madre de centistas y morenistas contra perredistas, se soltaron cual diluvio.
En el otro extremo de la carpa, cientos de manos señalaban con dedo índice, mientras sus voces reclamaban el linchamiento político contra el de Carácuaro.
Silvano no se amilanó ni cometió el error de otros gobernadores. Siguió su discurso donde destacaba el potencial de Michoacán en el rubro agrario.
Y fue en plena intervención, cuando los ánimos de caldearon, iniciaron los empujones, salieron a relucir los reclamos y se hizo una lluvia de botellas, unos contra otros.
“No quiero rencores ni confrontaciones” emplazó el Presidente en su turno.
“Me estoy poniendo de acuerdo con el gobernador de Michoacán, y no quiero pleitos. Nos vamos a poner de acuerdo para dar solución a los problemas de educación en Michoacán”.
“Pero también les digo a los maestros: espérenme, tengan un poco de paciencia; todo se va atender en el sexenio, es mi compromiso, pero no lo puedo hacer de la noche a la mañana”.
Ahí, acudió a la frase de sí al perdón, no al olvido.
Y tomó como testigo de honor al mismo Monseñor, Carlos Garfias Merlos, Arzobispo de Morelia.
Andrés Manuel López Obrador repartió regaños, puso orden y refrendó el no rotundo a la represión magisterial.
Pero contra los radicales conservadores, se reservó.