Piden empresarios a Alfonso condiciones para consolidar proyectos
24 de septiembre.
Esta madrugada llovió más fuerte que nunca. Huay, el gato, estaba histérico, sus maullidos y arañazos en la puerta de la recámara me despertaron, justo a tiempo para escuchar el estruendo de la barda perimetral al derrumbarse, aunque en ese momento no lo supe.
Aturdida me levante, le abrí la puerta y él, horrorizado, brincó a lo más alto que encontró, el televisor de mi cuarto, me iba a reír de él cuando escuché un ruido desconocido dentro de la casa, me asomé a la planta baja y el piso blanco, se veía negro; me asomé por la ventana y me di cuenta de que la barda había sido derribada por el agua que arbitrariamente escurría, como si fuera una cascada.
La adrenalina y el cortisol ya en todo mi cuerpo hicieron que me vistiera, bajé a contemplar como el agua se filtraba por las ranuras de la puerta de la cocina, intenté abrirla para tomar la escoba y el trapeador del patio, no pude. Afuera el agua ya había alcanzado más de un metro de altura.
El agua comenzó a subir de nivel dentro de la casa y lo primero que pensé en rescatar fueron los libros de los estantes más bajos, casi a ras de suelo, luego desconecté e intenté mover el refrigerador porque los borbotones de agua caían de lleno sobre el motor.
El agua seguía rugiendo y a cada minuto que pasaba subía buscando salida por las hendiduras de la puerta que contuvo su irrupción violenta aunque no su paso por la casa, el cual duró casi cinco horas. No podía hacer nada, me preparé un café y pude sentir como el agua comenzó a filtrarse por los ladrillos y a escurrir de los estantes de la cocina. Lo único que pude hacer fue abrir de par en par la puerta de la casa para que el agua corriera hacia la cochera pero le gustó más el aljibe.
A las siete de la mañana, hora en que inicia el programa Noticias UM, le hablé a Francisco García Davish, para informarle de lo ocurrido, me pidió que lo aguantara, me dijo que me llamaba y a eso de las ocho estaba, al aire, dando el reporte que, teóricamente estaba escuchando el director de Protección Civil, Gerardo Miranda Barrera quien se comprometió a atender de inmediato la emergencia.
Hice un recorrido por mi calle, todas las casas igual que la mía. Llamé al 066 para pedir ayuda y me contestaron que por las características de lo ocurrido debía llamar al 068; lo intente varias veces pero invariablemente la llamada se enrutaba al 066, hasta que la operadora se hartó, me regaño y me dijo que entonces hablara al 072 pero en ese número nuncacontestaron. Le pedía ayuda a Mariela Sánchez, enlace de prensa pero, si intercedió, no funcionó, nadie atendió nuestro llamado de auxilio.
Llame a mi hijo, llegó como a las nueve; fuimos a comprar jaladores de agua, cepillos, cloro, guantes y junto con toda la familia de Lupe, la señora que una vez a la semana me ayuda con el quehacer, iniciamos la limpieza.
Comenzamos por el aljibe para poder llenarlo con agua limpia, claro, comprada a los piperos. Regalamos todo lo que había en el refrigerador, tiramos toda la despensa, sacamos todos los utensilios de cocina para lavar y desinfectar piso y paredes. Cuando ese espacio estuvo limpio sacamos libros, libreros, archiveros y mesas del estudio, para poder limpiarlo.
A eso de las ocho de la noche terminábamos la limpieza de piso, paredes y muebles; loslibros, trastes y chunches estaban en bolsas, encima de lo que se podía, cuando volvió a llover y el agua volvió a entrar a la casa y, otra vez a mover todo y a subir las cosas al segundo piso y a volver a lavar y desinfectar.
La cocina volvió a la normalidad en tres días, el estudio en 13 aunque todavía falta volver a colocar la puerta.
1 de octubre.
Una semana después, ninguna autoridad había aparecido por la colonia que no es de precaristas, ni popular, está registrada de tal forma que pagamos miles de pesos por servicios que no nos da el ayuntamiento.
Por eso fui a sus oficinas a presentar mi queja por todos los daños ocasionados a causa de una obra mal hecha en otra colonia. En el módulo de información y atención ciudadana me dijeron que solamente daban informes sobre licencias de construcción. Muy enojada le llame a mi conocida Mariela Sánchez, una de las encargadas de cuidar la imagen del ayuntamiento y del presidente municipal pero me mandó a la oficina de la Secretaría de Desarrollo social pese a que le dije que no iba por una despensa o unas láminas de cartón. Me dijo que me atendería Homero, luego de hablar con él, pero la recepcionista me dijo que no estaba que si quería podía hacer fila para hablar con la secretaria de la secretaria de la secretaría…
Fui entonces al Infonavit, porque mi casa fue construida con un crédito de esa institución hace 10 años y, pago un seguro contra desastres naturales ya que, días antes, en el Infonatel me dijeron que tenía que ir a la delegación a hacer el reporte. Le expliqué a la “asesora” que la delegación estaba inundada, que no había paso y me contestó que entonces fuera a la de Lázaro Cárdenas o a la de Uruapan, seguramente la insulté antes de colgar el teléfono por el que me tuve que echar como media hora de menús y mensajitos.
En el módulo de información me mandaron al área técnica y yo iba armada con mi número de crédito, mi contrato, mis recibos de pago, mis fotos, mi video de lo ocurrido, pero la mujer que me atendió empezó por preguntarme quién había construido mi casa y como no supe responder empezó a insinuar que iba a ser muy difícil, más cuando supo que fue una línea de crédito para construir hace 10 años.
Afortunadamente pasó enfrente de ella otro empleado y se le ocurrió preguntar si el sabía que se necesitaba hacer para hacer valedero el seguro y dijo que sin importar el tiempo o el tipo de crédito requería un dictamen de Protección Civil y pedir la asesoría del departamento jurídico, no del técnico. Una vez más regañada ni las gracias di.
En protección Civil, me dieron una lista de los requisitos para el dictamen aunque como hice el comentario de que tenía una semana pidiendo ayuda y me ignoraban, la empleada me mandó a la oficina del director pero no pasé el retén de su secretaria aunque por la tarde mandaron a una persona a verificar si era cierto lo que yo denunciaba, Visitó varias casas, le hicimos un recorrido por la zona y nos pidió que estuviéramos atentos al día siguiente, a eso de las 12 o una porque acudiría el personal técnico. Nunca llegó.
En mi Face solicité los servicios de un abogado para iniciar juicio en contra del ayuntamiento y sus administradores y nadie se apuntó.
7 de octubre.
Lupe se enfermó y hoy no llegó. Como mi casa está del lado poniente del estadio Morelos y Protección Civil al oriente, me arriesgue a dejarla sola, para ir a preguntar cuando iría el personal técnico para elaborar el dictamen que requiero para el seguro. Logré lo imposible, un ingeniero fue en ese momento a verificar los daños en mi vivienda; claro, lágrima de por medio, porqué empezó a lamentarse que él solito hace todo y tenía pilas de solicitudes, antes que la mía. Cuando vio la fecha de mi solicitud, 3 de octubre, resopló, me dijo que no se podía atender de inmediato pero tal vez recordó que uno de sus compañeros, familiar mío, le pidió que me hiciera el “favor”.
Fuimos a casa, uno de mis dedos señala hasta donde llegó el agua y cuando ya se iba me dijo que debía pagar derechos por el dictamen, dadas las circunstancias, el mínimo, ocho minisalarios, que debía ir a que me llenaran el formato para ir a pagar a la tesorería. Me dio su palabra de que hoy mismo elaboraría el dictamen y como iba de regreso a su oficina le pedí que me llevara, para que me dieran el formato para ir a pagar a la tesorería. Fueron unos minutos. No más de 20 pero cuando regresé ya se habían llevado los cilindros de gas que, por seguridad, no metí a la casa, a pesar de no tener barda perimetral.
Cuando me di cuenta de que mis prójimos están cuidando el menor descuido para fregarme, grité, pataleé, lloré hasta el agotamiento, espero que se me haya salido el demonio de la rabia ante la impotencia contra la burocracia, la indolencia de los administradores municipales y estatales que en dos semanas no solo han sido incapaces de ayudarme sino que me cobran por certificar los daños que provocan su obras mal hechas.
Yo tengo el desahogo de escribir lo que me pasa y, gracias a la generosidad de mi “hermanito”, hasta que se publique mi testimonio pero ¿cuántas personas más están en la misma situación y ni esto tienen? ¿Cómo pueden luego preguntarse porque un ciudadano puede tener un Día de Furia?