Poder y dinero
A pesar del mundo convulcionado que nos ha tocado vivir no hemos perdido, como humanidad, la capacidad de crear, inventar e imaginar a través del verso y de la estrofa. El vate no deja de entregarle al mundo su arte, el bardo se mantiene en el renglón construyendo y el trovador continúa entregando genialidades para el crecimiento y la evolución de la literatura universal, por esoo hay mucho qué celebrar en este 21 de marzo, día consagrado a la poesía.
Nunca más libres las palabras que cuando se encuentran entretejidas, bordadas, concatenadas y hermoseadas en un poema. La poesía es el ave que vuela de uno al otro confín desde el momento creativo hasta la eternización. Por ello es que el poeta suele ser manantial de eternidades.
Hoy es una fecha de celebraciones en nuestro país, en virtud de que es el Día de la Primavera, el Natalicio de Benito Juárez y el Día Mundial de la Poesía. Tres razones y oportunidades para volver la vista a ámbitos que tienen que ver con la palabra, el pensamiento, la sensibilidad, el sentimiento y la trascendencia.
Tres ámbitos y escenarios en los que la palabra se alza como un vehículo de excelencias, vitrina y luz, como imagen y exaltación. Primavera es sinónimo de floración, fecundación y belleza. Juárez es metáfora de grandeza humana, evolución y lealtad. Y poesía en globalidad, magnificencia e inmortalidad.
Hoy, por tanto, es el Día Mundial del Poeta y, en esa parcela vamos a encontrar entonces que hay muchísimas razones en esta ciudad, en esta entidad federativa y en este país para celebrar, porque el onomástico de poetas morelianos, michoacanos y mexicanos es amplísimo, rico y esplendente.
Certifico sin ambages que te quiero,
te lo firmo al margen con la llama de mi sangre,
porque al calce dejo entero el corazón.
Certifico sin dobleces que te quiero
con la fecha, nombre, firma y circunstancia
en la hoja membretada de mi piel.
Certifico que es valor curricular
la querencia que doctora el sentimiento
en sus 8760 horas por sesión.
Certifico sin esquinas que te amo,
sin borrón, sin tachaduras, certifico,
y en las líneas de mi alma marco el sello.
Con la izquierda y la derecha, certifico,
frente a Dios y ante el notario juramento
para siempre y sin ambages este amor.
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La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) estableció en 1998 la fecha del 21 de marzo como el Día Internacional de la Poesía, mismo que se celebró por primera vez en 1999 en diferentes ciudades del mundo, principalmente de Europa.
Hoy, a 25 años de su instauración, el Día Mundial de la Poesía está constituido en todo el planeta como la gran vitrina del arte poético y de los poetas, porque realizan lecturas, mesas redondas, conferencias y tertulias por doquier. Así sea
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Dime tus ojos
para que la selva empiece a derramarse,
para que fluya su sabia
por hondonadas de buitres y pirañas.
Dime tu lengua
para que el cielo y la luna se derritan,
para que caigan sus desvelos
en escondrijos de sábanas y almohadas.
Dime tus senos
para que el mar se asfixie en sus espumas,
para que pierda el horizonte sus estelas
en la incandescente voz de la alborada.
Dime tu vulva
para que el infierno todo se someta,
para que los diez mil demonios de mi alma
caigan de rodillas en tu cama.
Ya son las tres y sin recato pienso en ti,
con este anhelo, mistral cogollo nocturnal,
ya me sumerjo en tus guiños esmeraldas
que, salerosos, aletean mi sueño sin fronteras.
Ya son las tres y estás aquí, línea fugaz,
en mi costado cicatriz, estás conmigo,
en el compás respiratorio de la bruma,
libo tu luz, y engullo tu acertijo en la caída.
Ya son las tres, mas no sé si las dieciocho,
diecinueve, las veintiuna, o treinta y dos,
qué más da si estás allá, allí y estás acá,
y en el estornudo azul de mi delirio.
Ya son las tres, más dos mil y un suspiros
que se elevan en parvada octagonal
para dentellarle las corvas a la ausencia,
porque ignoran que estás aquí, que estás conmigo.
Te llevo asida al remiendo de la válvula mitral,
meciéndote en los tonos de mi vena cava superior,
empotrada en mi diástole, sístole y otra vez,
eres el nudo que se atora en mi aórtica y ventrículo.
Ya son las tres más trecientos treinta y tres, y aunque no fueran,
te llevo aquí, en el segundero de mi pecho abierto,
en el smuack chocolate de mis besos, noche buena fugitiva,
en tono mí, y en tono yo, que soy tu esclavo.
Estoy en el umbral del fin del mundo
con un despojo de aire en los pulmones,
no hay dolor, ni angustia que me acose,
solo la desazón de haber partido sin sus ojos,
sin un abrazo, sin un saludo mano a mano,
sin un adiós amoroso de su boca
y sin sus besos que fueron playa de mis olas y gaviotas.
Que repentinamente llegué hasta este umbral sin puertas ni caminos,
con cuanta celeridad pasó la vida y sus reflejos frente a mí,
no hay ni un resquicio de esperanza en esta asfixia que amorata el pensamiento
y mi sonrisa que aleteaba en su alegría;
que vano el brillo, que vano todo cuanto hice y cuanto fui,
vano el misterio, el aplauso, el poema y la canción;
que vano el eco del saber, vano el sustento de toda erudición.
Estoy a un tris del precipicio que aún ayer creí lejano;
cuantos rompe cráneos, intenciones y sueños se quedaron inconclusos;
cuantos te amo se ahogarán en estas horas de holocausto,
en las que ni siquiera a los hijos y los nietos pude darlos.
Estoy en el último terrón del fin del mundo,
sin odio, sin rencor ni para aquel que ordenó este genocidio,
porque sé que hasta aquí llegó la ciencia, y sin embargo, yo sigo con mi Dios.
VETUSTA ESTRUCTURA
Soy un templo añoso
de expresiones surrealistas,
góticas, complejas,
que se ensancha
en las rotondas verticales
que cohabitan lontananzas de tul y de gacelas.
No me importa morir en la batalla,
si ya he muerto en la zozobra
de una mar de follajes claroscuros.
Voy sin remos a zarpar junto a Caronte
donde pueblan mis chaneques
estampidas de esta angustia
que amenaza con hundir mi barcarola
de luceros y centellas.
Soy estruendo de arrecife cuesta abajo
que galopa en minotauros burriciegos
mientras surca un unicornio anaranjado
mi vía láctea de gaviotas y murciélagos.
Soy jirón de la nostalgia migratoria
que tirita en la tiricia de un reloj
que señala el epicentro
de aquella vetusta estructura
sin coyotes ni palomas.