Y ahora, guerra por Quintana Roo

Lo ocurrido en Quintana Roo es producto de la descomposición de ese Estado y de la colusión de policías con grupos de narcotraficantes.

Nada nuevo bajo el sol de nuestro paraíso: se aflojan los controles de seguridad y se multiplican las redes de los cárteles.

Se relaja el control de las policías, y los que toman el mando de un estado en materia de seguridad son los grupos criminales.

Policías de la Fiscalía General del Estado escoltaron a los sicarios del cártel de Sinaloa para matar al jefe de los Zetas en el antro Blue Parrot, de Playa del Carmen.

En respuesta, los Zetas rafaguearon la sede de la Fiscalía General en Cancún y el C-4 en esa ciudad.

Todos metidos en Quintana Roo: Zetas, Jalisco Nueva Generación, Golfo, Pacífico, más cárteles locales.

Se relajaron los controles y ahí está el resultado. Balaceras, muertos y heridos en nuestra gallina de los huevos de oro del turismo.

No tienen la menor idea de lo que hablan quienes dicen que hay que aflojar en la lucha contra los cárteles, al cabo que donde hay consumidores siempre habrá proveedores.

Aquí los proveedores, si se les deja actuar con libertad y la complacencia de las autoridades, se matan entre ellos y asesinan a turistas y lugareños inocentes.

Matan a personas y a un gran negocio lícito como son el turismo, los bares y los centros nocturnos.

Mientras estén prohibidas las drogas no puede haber tregua, al menos con las duras.

Y eso pasó en Quintana Roo. Hubo tolerancia hacia los cárteles y se dejó que las policías se coludieran con los grupos criminales.

Todo ello con tal de que “no haya ruido”. Pues ya hubo, porque es una quimera irresponsable pensar que puede haber convivencia pacífica entre bandas criminales que se disputan un mercado.

En los centros nocturnos de Playa del Carmen las drogas se venden como si fueran artesanías. Con esa facilidad y delante de las policías.

Quintana Roo es nuestra gallina de los huevos de oro en turismo, y la van a matar a balazos.

A diferencia de la gallina de los huevos de oro que era el petróleo fácil y abundante en aguas someras, a la gallina del turismo sólo hay que cuidarla para que siga produciendo.

Era un secreto a voces que en Playa del Carmen se cobraba derecho piso para que los negocios pudieran funcionar.

¿Qué se hizo? Nada. Y el narcomenudeo tomó la vida nocturna de Cancún sin que se tomaran medidas para evitarlo.

Ahora nos enfrentamos al dilema de pandillas criminales que luchan por tomar el control en un estado que recibe 15 millones de turistas extranjeros al año que dejan una derrama de seis mil 500 millones de dólares.

¿Cómo se les permitió a los grupos criminales cobrar derecho de piso en Playa del Carmen? Eso es entregarles la plaza. Una traición al país.

Lo mismo en Cancún, donde floreció en narcomenudeo con una facilidad asombrosa.

Ya habíamos tenido una explosión de criminalidad y violencia en Quintana Roo cuando Greg Sánchez gobernó Cancún (2008-2010) y acabó en un reclusorio de alta seguridad por sus ligas con el narcotráfico.

Luego fue liberado por errores en el “debido proceso”, o por las veleidades (en el mejor de los casos) de un juez.

No se puede tolerar que Quintana Roo caiga en las manos del narcotráfico, pues sus habitantes no se lo merecen y el país compromete su principal fuente de ingresos por turismo.