El show de Marcelo Ebrard

 

Pablo Hiriart

 

Tremendo show han armado los amigos de Marcelo Ebrard con su presencia en Estados Unidos, que lo venden como si de él dependiera el triunfo de Hillary Clinton.

Su estancia en Estados Unidos es absolutamente irrelevante para la campaña de allá.  No lo conoce nadie. Se para en una calle de Chicago y pasa inadvertido hasta en el barrio mexicano.

Con un halo de misterio prefabricado –se comunica por una BlackBerry con un colaborador de Ciro Gómez Leyva y no toma llamadas-, intenta construirse la imagen del perseguido en México e influyente en Estados Unidos.

¿A quién quiere asustar Marcelo con esa supuesta “amistad con Clinton” que le atribuyen?

Puro bluff.

Imaginemos a un latino que piense votar por Trump y, después de saber que Marcelo Ebrard está “en la campaña de Hillary”, cambia su voto en favor de la demócrata. Pamplinas.

Algunos lo ven como “una jugada genial” de López Obrador, al hacer cabildeo en Estados Unidos a través de Ebrard, para atenuar su mala imagen en algunos círculos de poder en ese país.

Algo de eso puede haber, y no sería extraño en él que después de haberse doblegado ante AMLO en la encuesta perredista por la candidatura presidencial –que Ebrard ganó pero se dejó-, vuelva ahora a inclinarse ante su verdugo.

La carta de la izquierda moderna en 2012 era Marcelo, y pudo haber ganado la Presidencia pero se rindió ante su ex jefe. Ahora, dicen sus amigos, hace cabildeo en la Unión Americana  en favor de AMLO. Lástima.

Y lo de hacerse el perseguido es otra tomadura de pelo.

Hasta donde se sabe, en México no hay ningún proceso abierto contra Ebrard. Le perdonaron el caso de la Línea 12, donde hubo sanciones administrativas para colaboradores suyos, y nadie sabe y nadie supo.

Lo que hace Ebrard es comprar tiempo para que se diluyan las preguntas más comprometedoras sobre la Línea 12 del Metro, que funciona parchada.

¿Por qué arrendó trenes a 17 años, con un costo de 18 mil millones de pesos, sin licitar?

¿Por qué no los sometió a concurso?

Y ¿por qué esos trenes no sirven para las vías que se construyeron y hoy funcionan con parches y a baja velocidad?

No tiene caso abundar en más preguntas, que las hay, cuando la autoridad determinó que los males se podían arreglar sin que Ebrard rindiera cuentas.

Ebrard hizo un buen gobierno en el Distrito Federal –salvo el fiasco millonario e inexplicado de la Línea 12-, y no tiene mayor sentido que juegue al perseguido.

¿Qué fantasma se inventó que lleva años escondido en Francia y en Estados Unidos?

¿De qué huye Marcelo?

Es absolutamente innecesario que se oculte, salvo de los periodistas que le van a preguntar por la Línea 12.

Y más risible aún es que arme todo este show de su cercanía con Clinton, con el cuento de que le ayuda a conquistar el voto latino.

Una vacilada. O como le quiera usted llamar.