Justicia ciega, sorda… y parapléjica

Por JORGE OCTAVIO OCHOA.- En México, está visto y comprobado, la aplicación de la justicia no es un asunto de leyes, sino de voluntades.

En las élites del poder, la voluntad imperante es que los demás se plieguen a los designios del gobernante o de lo contrario la maquinaria judicial estruja, comprime, aprieta y ahorca.

Las tropelías de Elba Esther Gordillo fueron exterminadas en el primer año de mandato de Enrique Peña Nieto, luego de su traición al “sistema” priista, operando desde la obscuridad para un panismo viejo, anquilosado, que no supo leer las lecciones erróneas del perredismo y piloteó su poder sobre las estructuras corruptas del PRI.

Hoy, aunque muchos se empeñan en decir que el futuro Presidente no tiene nada qué ver, Elba Esther está libre. La decisión la asume Peña, en un pacto silencioso con AMLO. El costo se diluye: es un Presidente saliente con un partido reducido a su mínima expresión.

Es el pago al apoyo de la familia. El nieto y el yerno representaron bien a “la maestra”. El grupo original, que comandaba Manuel Camacho Solís revive, ahora con Marcelito Ebrard y Elba. ¿No hay mejor motivo para sospechar?

Hoy, aunque todos le rinden pleitesía al nuevo Presidente,  se puede pensar que hay un mal comienzo. No hay buenos augurios para la justicia ni para la ley.

Para cerrar con broche de oro esta primera etapa de transición, para diciembre, antes de que Andrés Manuel López Obrador hubiere tomado posesión como Presidente de México, ya estará definido quién será el Fiscal General en este país

La mecánica es la misma que tanto le criticaron a Peña Nieto y por la que acuñaron el apelativo de Fiscal Carnal. Peor aún: la propuesta surge de quién apenas fue declarado Presidente Electo. En términos reales, AMLO ya asumió el poder.

No se puede ser ingenuo. No, no hay buenos augurios para la justicia ni para la ley. Todo indica que seguirá siendo el imperio de un sólo hombre por encima de los demás.

En estas horas, en estos días, PAN y PRD, junto con ese partido al que copiaron sus formas, el PRI, viven el repudio generalizado de una sociedad harta de la corrupción, de los abusos, de los excesos, del uso ilimitado de los recursos.

Sin embargo, el sistema de complicidades, al parecer, podría permanecer.

Una mala broma, un mal augurio, es la liberación de Elba Esther Gordillo, justo unas horas antes de que entregaran a López Obrador la constancia de mayoría que lo acredita como Presidente Electo

Justo el mismo día en que iniciaron en Chihuahua los Foros para la pacificación del país y justo en el momento en el que el Tribunal Electoral prepara todos los perdones a Morena tras haberse burlado de los damnificados de Septiembre del 2017 con dádivas de 2 mil quinientos pesos.

Es un mal anuncio, porque nos confirma que el aparato judicial dista mucho de ser autónomo y obedece a las órdenes de un amo, que puede estar en Los Pinos o en Palacio Nacional o dónde se le pegue la gana pero que será quien diga la última palabra

Con los panistas, el Chapo se les escapó; con los priistas, en transición con Morena, Elba fue liberada. ¿Qué significa todo esto?

Lo peor del caso es que, en esta acelerada transición, la pugna intestina en MORENA ha comenzado.

Baste ver lo que ocurre en el Senado, donde Ricardo Monreal ha tomado ya todos los bártulos administrativos, en una pugna abierta con Martí Batres, quien a su vez, tras el madruguete, ahora trata de hacerse notar con declaraciones y denuncias tremendistas.

Cuestiona los bonos de altos funcionarios de la Cámara y anuncia recortes, despidos, investigaciones, en un afán más de notoriedad que de búsqueda de justicia.

Él, por supuesto, nunca hablará de los diezmos y quitas que López Obrador aplicó a los trabajadores de GDF o del PRD, pero esta vez sí será justiciero hasta con los puestos de trabajo de los sindicalizados.

El problema es que, al menos en este primer round, al parecer Ricardo Monreal ya lo tiró a la lona. Pero faltan muuuuchos episodios.