Estallido social y suspensión de elecciones en el 2024 

Por Jorge Octavio Ochoa

Por lo simple, parece increíble. Sin embargo, desde hoy se gesta un golpe, que podría dar, a una sola persona, las llaves para perpetuarse en el poder, apoyado por las fuerzas armadas. 

A tres años de asunción al gobierno federal, Morena se ha expandido vertiginosamente como partido hegemónico, pero sin más líder a la vista que el propio Andrés Manuel López Obrador. 

No hay vuelta de hoja: él es quien dicta las normas y línea política; él dice cómo se llevará a cabo la sucesión: sacando fichas para una consulta. Él es guía moral y cartilla ideológica. 

Puestas así las cosas, la revocación de mandato, aunque parece un ejercicio inocuo, es una herramienta poderosísima para mantener el control más allá del 2024, por encima de todas las estructuras institucionales conocidas. 

Como ya lo hemos dicho varias veces en este espacio, no hay a la vista, ningún sistema de equilibrio que cubra la debilidad política y legal en la que, a partir de abril próximo, quedará expuesto el Presidente de la república en particular, y el andamiaje político en general. 

Los gobernadores duran 6 años, al igual que los senadores y, técnicamente los diputados. Los ministros de la Suprema Corte duran 6 años; los consejeros del INE 7 años, aunque el Consejero presidente sólo ocupa el cargo 3 años.  

Los magistrados del Tribunal electoral duran en el “encargo” 9 años. Y así, aunque dicen que es un poderoso instrumento democrático que empodera al pueblo, podría sumir en una inestabilidad profunda no sólo al futuro gobernante, sino al país. 

Del presidencialismo brutal y omnímodo que actualmente vive México, el presidente podría convertirse en el ente más débil de la estructura del poder.  

Con una oposición tan débil como la que tenemos, y un partido manipulado como es Morena, López Obrador se encamina a convertirse en un nuevo “jefe de jefes”, con el apoyo total de las Fuerzas Armadas, a las que les ha dado todo.  

La mayoría de los estados de la república tendrán ya gobernadores emanados de ese instituto político; los que quedan, de oposición, tendrán que optar entre una embajada o puesto político, o persecución y cárcel. 

Los nuevos mandatarios responderán, más a los dictados del patriarca, que a las órdenes del partido y, mucho menos del Ejecutivo Federal, ¡Carambola de tres bandas! 

REVUELTA SOCIAL 

Lo curioso es que, no digamos la sociedad, sino los politólogos y analistas, no parecen ver este desequilibrio, ni advierten el fondo de la necedad de López Obrador en calentar más y más el ambiente político y social.  

No está lejana la posibilidad de que, en el 2023 o entrado el 2024, se genere un ambiente de inestabilidad que termine en estallido. ¿A quién perjudicaría más una situación así?  

La violencia desatada, no sólo por el crimen organizado y el narcotráfico, sino por organizaciones de la sociedad civil, dan pie para una incursión militar más agresiva, que pondría a pueblos enteros bajo investigación. 

Lo ocurrido en la carretera federal de Chilpancingo, donde un enorme tráiler fue usado como catapulta para dispersar a policía, Guardia Nacional y soldados, sin pensar en la brutal muerte que pudieron haber ocasionado, es la muestra.  

El estallido de una mina terrestre en Michoacán, como indicio de que los narcos se han convertido ya en células terroristas dentro de nuestro país, y la incursión del FBI, CÍA y policía montada de Canadá en Cancún, son signos de esta descomposición. 

EL LENGUAJE DEL PRESIDENTE 

La forma en que se expresa el Presidente contra sus “opositores”, la satanización y descalificación de todos aquellos que no piensan como él, revelan claramente que la violencia verbal y la física, son simplemente circunstancia de tiempo. 

La concentración del zócalo en plena pandemia el año pasado, es la muestra del nerviosismo del régimen. Necesita mantener caliente y aceitada la máquina popular para impulsar lo que se venga a mediados del 2023.  

Los dictados, como se ve, cada día son más verticales, radicales y funestos, sobre todo para las clases medias, contra las que ha advertido que no habrá pasos atrás en la ideologización. 

En una economía tan desgastada, los recursos tendrán que venir de algún lado: sea fisco, remesas o lavado. Por lo pronto, las sucursales del Banco del Bienestar empiezan a levantarse hasta en el desierto. 

SUCESION Y REPRESIÓN 

En la revuelta social, las instituciones se ven atrofiadas; entonces viene la represión. Por eso ya hay quienes advierten que nadie quiere en México un nuevo movimiento estudiantil. 

No se ha dicho, pero el escenario es posible: la suspensión de elecciones presidenciales ante un estallido social. Por momentos, pareciera que es el propio López Obrador quien alienta esa contingencia. 

No es normal la virulencia con que ha respondido las dos últimas semanas, ni las andanadas amenazantes contra Carlos Loret y Carmen Aristegui, que hoy son sujetos del acoso de fanáticos.  

No ha pasado de los dichos a los hechos, pero en redes ya es evidente que responden a órdenes específicas en momentos precisos. Son los halcones de una nueva mafia en el poder, que no pide opinión, no tolera objeciones. 

No hay debates teóricos o ideológicos, porque sienten que su palabra no está en cuestión. Los intelectuales, los académicos e investigadores no son necesarios. Control y más control es lo que se busca. 

LA PRENSA MALDITA 

Es sintomático que al presidente le preocupen más los medios informativos y los líderes de opinión, que los partidos políticos de oposición. Para estos últimos, los puentes legales, jurisdiccionales y de credibilidad están rotos. 

Sin embargo, los puentes de denuncia de los medios hacia el mundo se mantienen intactos. Cada día, por ejemplo, se disemina más la noticia de una creciente corrupción bajo la égida de la 4T. 

Se fortalece la idea a nivel mundial, de que México es ya un narco Estado, con simientes de terrorismo. Un poderoso cártel ya domina, y busca el exterminio de los demás. Por eso las masacres. 

El último escándalo de la “casita blanca” en Houston de José Ramón López Beltrán, pone al descubierto este flanco de debilidad. Evidentemente existe un conflicto de interés, y los involucrados son, de momento, dos muy visibles: 

En primerísimo lugar, el director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, quien no ha dicho una sola palabra sobre los negocios con la empresa Baker Hughes, a la que se otorgaron dos contratos sin licitación ni aprobación del Consejo de Administración. 

En segundo lugar, Ulises Hernández, uno de los firmantes de la modificación de contrato entre la empresa Baker Hughes y Pemex en el 2020. Luego fue nombrado director de PMI filial internacional de Pemex en Houston. 

Él es quien ahora dirige el Consejo de Administración de la flamante empresa recién comprada por el gobierno de López Obrador: Deer Park, la nueva refinería comprada a Shell en Texas. 

La prensa maldita ha hecho su trabajo, y hoy tienen escupiendo sangre y bilis al mandatario, porque no ha podido salir del escándalo. De ahí el mar de espuma y saliva contra Aristegui, a quien consideraba su aliada. 

NUEVA CREDENCIAL Y PULVERIZACIÓN DEL INE 

Estos son los escenarios en que se mueve el país, detrás de una consulta que parece inofensiva, pero que en un caso extremo podría hasta plantear la permanencia del actual presidente “hasta que las aguas se tranquilicen”. 

Es sospechoso que renazca esa vieja iniciativa de crear una nueva credencial de elector, a la par de una reforma electoral que diluya al INE y lo convierta otra vez, en un órgano centralizado del Estado, padre de todas las elecciones. 

Permanencia de López Obrador o interinato de Adán Augusto López, secretario de Gobernación, bajo el control de las Fuerzas Armadas. En una elección bajo esas circunstancias, ya sabemos quién sería el gran elector.