Islas Marías: un modelo de reinserción social polémico
¿Por quién doblarán las campanas?
Por mucho que los seguidores de AMLO quieran verlo como un hombre bien intencionado y “de buena fe”, lo cierto es que, a la luz de sus actos, es uno de los mandatarios más perversos que ha tenido este país. ¡Y mire que es difícil encontrar uno que se salve!
La última acción penal contra la jueza Angélica Sánchez Hernández constituye, por sí sólo, un gravísimo llamado de alerta para los mexicanos, al margen de los cargos que se le imputen a ella, pues dejan claro que el ejercicio del derecho y de la ley son letra muerta.
Se dice que ella dejó libre a un mafioso: Itiel Palacios García, alias “El Compa Playa”, presunto miembro del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Pero no han actuado igual con otros presuntos delincuentes como Delfina Gómez y Félix Salgado Macedonio, por mencionar algunos.
No hay bonhomía, cuando desde la Presidencia de la República se protege a personajes como Ignacio Ovalle, primer director de Segalmex, que permitió una danza de millones con el desvío de dinero y compra-venta de alimentos y productos que eran para los más pobres, pero nunca se les entregaron.
No se puede hablar de conciencias tranquilas o autoridad moral, si el Ejecutivo Federal se hace “de la vista gorda” y otorga contratos a empresas como Organismo Promotor Logístico (OPL), administrada por Carlos Buentello Carbonell, amigo de Andrés Manuel López Beltrán, hijo del presidente de México.
No hay bondad, ni honradez, cuando se simula entrega de ayuda humanitaria a otros países, como Turquía y Siria, que tampoco llega; o aportaciones partidarias a damnificados de los terremotos que hasta la fecha no se han transparentado. Él cree que El dinero sucio, cuando se usa para el bien, se vuelve bueno.
No hay generosidad alguna al anunciar conciertos gratuitos que no lo son, repartir becas sin padrón de beneficiados ni verificación de su efectividad; o entregar combustible a otros países, como Cuba, sin solicitar autorización alguna al pueblo, a través del Congreso de la Unión.
Por eso, la movilización convocada desde este domingo 18 de junio por la Conferencia del Episcopado, adquiere un nuevo simbolismo, al cumplirse un año del asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, que confirma que en México no hay justicia.
Pasará a la historia esta fecha, como la conmemoración de los mártires de Cerocahui, Chihuahua. La iglesia católica llamó a todas sus diócesis y feligreses a “honrar la memoria de los mártires de la violencia” que se ha desatado en México y que tendrá su evento cumbre el 20 de junio, con un repicar de campanas.
De suyo, ya es un acto impresionante y sin precedentes. Todos los templos, capillas e iglesias católicas del país se harán escuchar con ese resonar, que pone a los humanos en la eterna disputa entre el bien y el mal, lo bueno y lo malo, lo ético y lo inmoral; la verdad y la mentira; la vida y la muerte.
Estamos pues, en medio de una nueva pugna ideológica, política y religiosa, que el régimen de la 4T se ha empeñado en convertir también en una lucha de clases, en una cosmogonía esquizofrénica que coloca a la nación ante el riesgo de una confrontación social que, como se ve, podría ser reprimida por la fuerza.
Ese que juzga a las clases medias, por acudir a confesarse los domingos y criticar en lunes las pensiones del “bienestar”, pronto se enfrentará a sus propios fantasmas y los llamará “judas”, por no coincidir con sus criterios de lo que es el bienestar, o que ven a las clases medias como el motor de la economía.
Hay perversidad cuando se califica por igual, a adversarios y súbditos, bajo calificativos peyorativos como “fifís” o “corcholatas”; que adelanta los tiempos de una sucesión para debilitar al futuro presidente y crear la figura de partido de Estado que, con mayoría absoluta, se convertirá en dictadura de partido.
Revocación de mandato, es el instrumento. Seis aspirantes ya están avalados por el gran elector. Veladamente alienta la confrontación. Del “Piso Parejo”, los empuja a violar la ley, a promoverse en bardas y espectaculares, o en actos multitudinarios para manifestar así el respeto que le tienen todos.
El clima de confrontación está puesto, “como anillo al dedo”. Entre más débiles todos, mejor. Pero tarde o temprano las aguas se amainan, se acomodan los factores políticos y sociales. Habrá un punto final. Los mexicanos se preguntarán, para bien o para mal: ¿Por quién doblan las campanas?