Paz y NEM
Tolerancia
Desde 1995, se aprobó por la Conferencia de la UNESCO, la Declaración de Principios sobre Tolerancia. El posicionamiento desde 1945 era preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, a reafirmar la fe de los derechos humanos y el valor de la dignidad humana, haciendo de la tolerancia una práctica que permita la convivencia para la paz.
La paz debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad en donde toda persona tiene derechos y libertades.
Así la tolerancia es un concepto al que se le asignan elementos fundamentales para la convivencia de la paz social; entre éstos contamos con la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestra forma de expresión y medios de ser humanos.
Esta convivencia se acrecienta con el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Así la tolerancia la debemos ver como la armonía en la diferencia. Es así que la tolerancia es la virtud que hace posible la paz y sustituye la cultura de la guerra, o bien del conflicto, por la cultura de la paz.
Pensar en tolerancia, es hablar de un conjunto de elementos que permitan hacer realidad, el reconocimiento del otro en sus diferencias, entendiendo que uno y otro tienen los mismos derechos.
Uno de los propósitos es resolver conflictos por la vía del diálogo, en donde la persona efectué un acto de alteridad, o sea, reconocer al otro su existencia y permitirle hacer intersubetividad, es decir, permitirle hablar, sin colonizar.
Pero la persona deberá ejecutar diversas acciones, entre ellas dejar de ser egoístas (tenemos un gen egoísta, los seres humanos somos egoístas), es decir, solo pensamos en nosotros (ocuparse de sí mismo) y lo que también es parte de él, sus hijos, su familia, evitando pensar en el otro que no es nada de él, y con ello no brindar atención a todo lo relacionado con las declaraciones de derechos humanos (Declaración Universal de los Derechos Humanos y otros instrumentos) es decir somos inevitablemente egoístas.
Pero si somos egoístas porque solo pensamos en nosotros y en nuestras familias, como hacemos para compartir con los demás, William Hamilton, plantea que existe el altruismo genético, que quiere decir, que el altruismo nos permite cuidar lo cercano a nosotros, a nuestros hijos y a los que se encuentran más cercanos a la persona. Tenemos un altruismo genético, pero bajo un enfoque de gen egoísta toda vez que trabajamos por los nuestros, pero no por otros.
Pero el problema es pensar si podemos ir más allá del yo, de mis familiares, de los más cercanos; tenemos la capacidad de ir más allá?, si no podemos, se genera el nepotismo (Cornelio Nepote) y será inevitable, porque todo se quedara con la familia de quien tiene el poder. Por ello, muchos de los filósofos expresan que tenemos solidaridad, siempre y cuando sepamos al entregarnos al otro, que vamos a recibir a cambio, es decir, somos seres reciprocadores, o se genera la reciprocidad, que a la vuelta de lo que di, se me regresará por el mismo que recibió el beneficio, o por sus hijos en un momento de la vida.
En este sentido, logramos cooperar, es decir, ayudarnos unos a otros, pero que pasa cuando llegan otros que no son del grupo, o que no logran cooperar, o que son diferentes por la raza, el color, el dogma, la clase, el género, el sexo, evidentemente quedan fuera, es decir quedan excluidos. Así las personas deberán de tener un fin de vida, y las personas deben de tener sensibilidad moral, es decir deben tener sentido de la justicia y de la gratitud (compasión).
El asunto es cuando se habla de la reciprocidad, pero que en estricto sentido no podrás recibir nada, de aquel que no puede darte nada a cambio; que pasa con los que no pueden dar nada, y es que estos se quedan fuera, y son los excluidos. Y quienes son los excluidos?, homosexuales, extranjeros, pero también los pobres, o la aporofobia (fobia a los pobres), de ahí la importancia de considerar que más allá de tener o no tener, debemos de echar mano del concepto de dignidad para recuperar las posibilidades de atender que todas las personas tenemos dignidad humana.
De ahí la importancia de atender el conflicto por la vía de la tolerancia para generar condiciones de alteridad, intersubetividad, solidaridad, reciprocidad, cooperación que evite la exclusión por género, raza, clase, sexo, dogma, discapacidad y, aporofobia, y que transite por el reconocimiento de la dignidad humana que tenemos todas las personas; pero además se requiere de sentido de justicia de reconocer esos derechos que todas las personas tienen; pero además requerimos de un reconocimiento compasivo, es decir, un sentimiento de empatía, desde la abundancia del corazón para permitirle al otro en su existencia reconocer con el otro o los otros sus tristezas y sus alegrías. Pensando y actuando en que a la mismidad y la otredad les vaya bien.