La corrupción: más que una cuestión de valores
¿A qué hora gobierna Ramírez Bedolla en vez de andar de matraquero de López Obrador?
Jorge Hidalgo Lugo
Con más pena que gloria cruzó en el firmamento michoacano la pretensión mediática de presumir los primeros 100 días de un gobierno que no alcanza a consolidarse como tal y que transita entre hacer las tareas que le encomiendan desde Palacio Nacional o sentarse a trazar proyectos viables para sacar adelante a Michoacán, ése que se presume se está reconstruyendo pero sólo en el papel, nunca en los hechos.
Empecinado como está Alfredo Ramírez Bedolla en figurar ante los ojos de su redentor como uno de los más fieles de entre sus súbditos, obediente e incapaz de hacer nada que altere o entorpezca los proyectos de la presidencia imperial, el que mal gobierna a los michoacanos se le olvida que desde el pasado primero de octubre tiene una responsabilidad que va más allá de la visión partidista o de abyección a quien lo instruye desde Palacio Nacional.
Sin oposición a quién acusar de ser obstáculo o impedir que aterricen todas las ocurrencias y atropellos económicos con que plagó el presupuesto para el año que transcurre -con el respaldo de quienes se presumieron iban a ser auténtico contrapeso para frenar los atropellos del gobierno morenista-, Ramírez Bedolla mal gasta el tiempo en trazar proyecciones con vías a consolidar el proyecto transexenal de López Obrador en vez de ubicarse que tiene ahora, al menos en el papel, la responsabilidad de sacar a flote a Michoacán con todo y la diversidad plural que esto significa.
El que se autodenomina como emblema de una administración de “honestidad y trabajo”, incumple con sus propios dichos toda vez que la honestidad pasa no sólo por el discurso festivo de que a su simple llegada, ya no hay actos de corrupción o cuestionables en el manejo de los recursos públicos que le pusieron en charola de plata, sino en cumplir con la responsabilidad que otorga la encomienda constitucional y que es velar por todos los gobernados, no sólo los de su secta partidista o consentidos por afinidad personal o afectiva.
Y es aquí donde Ramírez Bedolla tuerce el terminajo al dejar que su “honestidad y trabajo”, sea exclusivamente para lograr los ordenamientos que manda López Obrador en materia asistencial, ganar clientela electoral a través de programas del Bienestar y fiel vasallo del presidencialismo imperial, observa sumiso, hasta disciplinado, para que los senderos michoacanos se siembren de ocurrencias morenistas sin alcanzar la efectividad de crecimiento o desarrollo prometidos.
De iniciativa propia, no hay nada que resaltar en estos más de tres meses de gestión, sino la obstinación obcecada de aterrizar con prontitud el asistencialismo ordenado desde el centro de decisiones y todo lo que ello implica.
Con matices que buscan poner una mascarada de preocupación por la incesante ola de ejecuciones en Michoacán que son obra del crimen organizado y los cada vez más desplazados de sus lugares de origen por poner a salvo sus vidas, la retórica bedollista se ha centrado en hacer algarabía populista con el presunto reparto de más de 800 millones de pesos que presuntamente se tienen destinados para el aún invisible Fondo para el Fortalecimiento de la Paz (Fortapaz).
Con un promedio de 12 ejecuciones al día, suena a burla que se hable de esta posibilidad, sobre todo cuando lo que se oferta es equipar a policías municipales y del Estado, sin considerar que en logística y armamento, además de estrategias y tácticas de combate con alta tecnología, ponen contra la pared a los elementos que además no quieren ir a combatir en desventaja y a riesgo de perder la vida.
De poco sirve que se anuncie la llegada de miles de elementos castrenses que sólo vienen como a un campamento veraniego, cuando la estrategia nacional es de no combatir con violencia al crimen organizado y hacerlo, sólo si es en “buena lid” de acuerdo a las últimas instrucciones giradas por López Obrador, cuya insensibilidad es un tema que raya en lo patológico.
A Ramírez Bedolla no le preocupa que el baño de sangre crezca, que se multiplique el número de víctimas, que sigan tirando cuerpos de ejecutados en plazas municipales, mientras juega el papel de matraquero de López Obrador como aconteció al inicio de esta semana, pues mientras defendía abigarradamente la propuesta de contra reforma energética en los foros de parlamento abierto en San Lázaro, los narco aliados regaban cuerpos con michoacana alegría en distintos puntos de la entidad.
Ejecuciones que no le merecieron comentario alguno, ni siquiera una publicación en redes sociales y sí en cambio, Ramírez Bedolla alienta recomendaciones que le hacen desde su círculo rojo para acallar a como dé lugar a críticos de su gobierno paticojo y de ocurrencias, para lo cual se ejerce ya un control tiránico de quiénes participan y qué pueden preguntar en sus comparecencias ocasionales ante los medios.
Un discípulo que gusta de copia lo malo del maestro y aplicar de la peor manera, aunque diga ser cabeza de un gobierno de “honestidad y trabajo” que sólo tiene en el horizonte a fieles y advenedizos.
Todo sea por obedecer ciegamente a su pastor, al gurú de Macuspana, al iluminado de López Obrador que los michoacanos, salen sobrando.
Vale…