Rueda de Molino

López Obrador destila veneno y lanza ponzoña

Jorge Hidalgo Lugo

Andrés Manuel López Obrador, tuvo que buscar cómo convencer a sus files que él nunca pierde y cuando pierde arrebata. Pero no lo logró y en cambio hizo el ridículo ante los ojos del mundo, aunque eso poco le preocupa.

De nada o poco le sirvió ese ejercicio catártico que realizó durante una semana entera para tratar de convencerse y a su vez, convencer a sus feligreses, que lo acontecido en el domingo electoral había sido un gran logro para su desmadejado proyecto de nación y por demás resquebrajado partido, al que todo ser cuerdo y con un poco de equilibrio mental a presumir, le dio la espalda en las urnas.

Acorde a su deformada personalidad, se asumió como última instancia electoral y cantó triunfos, distribuyó plurinominales e hizo ejercicios propagandísticos, para mostrar y demostrar que Morena va viento en popa, con logros que obtuvo con el apoyo del crimen organizado que como nunca antes en la historia del país, fue actor decisivo y al que a su vez entregó a los habitantes de esas entidades que estarán a merced del cobro de facturas que van a ejercer en su oportunidad.

Perder 14 de los 30 millones de votos que los mexicanos entregaron hace dos años y medio a su proyecto, lo puso furibundo y fuera de sí. Se presumió estar “feliz, feliz, feliz” con una sonrisa digna de comediante de media suela, y salió a las mañaneras pero el derrame biliar terminó por traicionarlo y fue entonces que encontró el blanco para desahogar sus frustraciones acumuladas: la clase media del país.

La derrota en la Ciudad de México y en el Congreso federal  fue el detonante que abrió la válvula del odio embodegado en sus maltrecha vísceras y no se anduvo por las ramas para acusar a quienes aspiran a tener una mejor condición de vida, tener deseos de superación y luchar por no ser mediocres, como él fue y seguirá siendo lo que le reste de su triste y penosa existencia.

Y fue entonces que lanzó dentelladas a diestra y siniestra.  Aseguró sin reparo, que en la Ciudad de México hubo un avance hacia el conservadurismo y que esto ocurrió porque los sectores de la clase media fueron influenciados especialmente por los medios de comunicación. 

Dijo: “Y con esa manipulación en la Capital de la República, que siempre había estado a la vanguardia, ahora hubo un avance hacia el conservadurismo. Por eso lo atribuyo a que sobre todo sectores de clase media fueron influenciados, se creyeron lo del populismo, el de que íbamos a reelegirnos, lo del mesías tropical, el mesías falso, etcétera”. 

Pero no dejó hasta ahí su resentimiento y encono, sino que englobó a todos sus enemigos imaginarios al considerar que las clases media  y media alta, son aspiracionistas, egoístas y quieren triunfar a toda costa.

Recriminó: “Un integrante de clase media, media-alta, incluso con licenciatura, con maestría, con doctorado, ¡no!, está muy difícil de convencer. Es el lector del Reforma, ese es para decirle: ‘siga usted su camino, va usted muy bien’, porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante”. 

Con la ira desatada, el que siempre dijo estar feliz, feliz, feliz y se jactó de ganar estados, sin mencionar la gran ayuda que le dio el crimen organizado para tal fin, arrojó el veneno que le derretía la lengua y sentenció entonces que la verdadera doctrina de los conservadores es la hipocresía.

Después de escupirles el rostro por clasistas y racistas, entonces les reprochó que eso sí, “van a la Iglesia todos los domingos o a los templos, y confiesan y comulgan para dejar el marcador en cero y luego el domingo de nuevo, lo mismo”.

Días después y con la diarrea mental que le generan incontinencias al hablar, el gran perdedor ahora ya en su plan de infeliz, infeliz, infeliz, atacó a los habitantes de la capital del país que le retiraron el apoyo en las urnas, de dejarse influenciar por los medios de información

“Un sector de la clase media que es muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista que lo que quiere es ser como los de arriba y encaramarse lo más alto posible, con la mentalidad de que el que no transa no avanza”, fue su lapidario comentario claro que eso no incluyó a sus hijos que están más allá de los aspiracionistas y hoy son empresarios exitosos.

Y una vez que se desahogó y soltó el veneno que mina su decrépita humanidad, se fue contra los diputados que apenas van a llegar a San Lázaro y para no dejar duda de su gran capacidad negociadora, el que se dice demócrata anticipó los dos bandos que habrá: 

Los representantes populares, quienes se plieguen a sus caprichos y los que no, quedarán, desde su concepción particular y obsesiva, como representantes de grupos de intereses creados,  del conservadurismo.

En este contexto, amenazó ya con enviar al Congreso iniciativas para reformar el Instituto Nacional Electoral, “para darle independencia al organismo en el proceso de las elecciones y que no lo domine el conservadurismo”.

Falta ahora ver qué dicen consejeros e integrantes de ese órgano electoral y otros donde por cierto, se ventilarán los casos de impugnación que los aliados nacionales del PRI, PAN y PRD, anunciaron harán para defender los atropellos que el crimen organizado hizo en las elecciones de Michoacán, Campeche y San Luis Potosí, por lo que habrá en los próximos días, más pretextos para la diatriba y ataques que lanzará sin duda el huésped de Palacio Nacional.

Por lo pronto seguiremos viendo a López Obrador, destilando veneno y lanzando ponzoña en su incontenible verborrea porque por fortuna, México ya despertó…

Vale…