Rueda de Molino

No hay día en que la dictadura de ocurrencias haga gala de cinismo, desfachatez y desvergüenza, para tratar de ocultar la realidad que vive el país con un inusitado índice de fallecidos por violencia y víctimas de la pandemia, que superan ya a los “Muertos de Calderón” y los registrados en sexenios anteriores, esos mismos gobiernos que tanto suele invocar en el circo mañanero para justificar su ineptitud e incapacidad el rey chiquito que habita en Palacio Nacional.

No se diga de los fatales escenarios económicos que pronostican la catástrofe inimaginable para un país, que aún antes con corruptelas y latrocinios desde el poder, no vivía esta zozobra que hoy marcan los indicadores mundiales pero que al bufón le pasan inadvertidos, se burla, provocan hilaridad siniestra.

El caso es que Andrés Manuel López Obrador vive en campaña permanente y acomoda la agenda al gusto de sus mascotas, con los lugares comunes y recurriendo a las mismas artimañas discursivas que le han generado esa suerte de impunidad entre su feligresía que, dicho sea de paso, por igual son una vergüenza para México.

Pero la ruta está trazada, es pública y se anuncia, sin que haya oposición seria, real o por lo menos disimulada, que salga al paso de los atropellos que se comenten y luzcan desaparecidos los contrapesos reales que surjan en defensa de una nación que va al precipicio, por temor, miedo, incertidumbre de ser las próximas cabezas a rodar en la guillotina mediática instalada en la principesca sede presidencial.

Entendido el pánico que viven quienes con o sin fundamento legal, se amordaza con el amague de ser sometidos a proceso por tal o cual delito cometido en el pasado reciente, como es el caso más cercano de Miguel Ángel Osorio Chong.

Lo que no se justifica es que alguien que ofertó encarcelar a los saqueadores de la nación, juegue electoreramente con la supuesta información confidencial que tiene sobre el escritorio.

Así en el transcurrir de los días, los opositores dan la sensación de formar parte de un grupo de ratones asustadizos y miopes, en busca de encontrar la salida para no verse alcanzados por la garra del gato que los persigue en una caja de cristal, donde nadie saldrá ganador, sino el felino que feliz pasea la lengua por sus bigotes en busca de atrapar y exhibir a su próxima presa.

Mientras tanto, López Obrador ve con desdén que el partido de su propiedad, que no llegó a ser más allá de un movimiento como tal, se encuentra convertido en una auténtica plaga de roedores de todos colores, calibres y por demás depredadores, que se disputan desde ya la supremacía para impulsar, consolidar futuras candidaturas.

Guerra intestina, feroz combate de canibalismo donde los malos, mañosos y perversos de siempre, pretenden surjan esos perfiles para favorecer a sus cuadros, compadres, amigos, recomendados y cobrar cuotas de poder a cambio de los favores por figurar en los listados.

Ante ello, no es descabellado observar que hay intentos de rebelión por parte de algunos aliados a la deformación de cuarta como es el caso del Partido del Trabajo, quien va marcando agenda y busca dejar muy en claro que ellos, al menos en los dichos, no son parte de esa plaga de advenedizos y oportunistas, sino que traen proyecto propio y canicas para jugar papeles protagónicos, ya no de simples convidados al banquete para recibir las migajas de Morena.

Voces como las de Reginaldo Sandoval Flores y Francisco Javier Huacuz Esquivel, diputados federales por Michoacán, comienzan a sonar fuerte al respecto con el respaldo de su dirigente nacional Alberto Anaya Gutiérrez, quienes han olido la sangre que van dejando en sus luchas intestinas los de Morena y prefieren dar un paso de costado, para no verse contaminados con esta cacería entre diversas corrientes, donde todos creen tener los merecimientos suficientes para ser cabeza y figurar por encima de los demás.

Nombres como Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal Ávila, Epigmenio Ibarra, John Ackerman, Dolores Padierna, René Bejarano, Alfonso Ramírez Cuéllar, Yeidckol Polevnsky, Alfonso Durazo, Gabriel García Hernández y demás fauna nociva que medra al amparo de López Obrador, traen de cabeza a Morena y por ello, los petistas aguardan cautelosos el momento de actuar y enseñar sus armas.

Y es, cruel paradoja para los opositores, precisamente el Partido del Trabajo el que pretende sacudirse de esos oportunistas y dar el paso al protagonismo desde una izquierda moderada que no ataque al capital, no agreda los sectores productivos y aliente la inversión, como contraparte al radicalismo en que parecen estar obstinados los que creen servir así mejor al dueño del circo, para ganarse sus favores en el 2021.

Mientras esto acontece, el desprestigiado e impresentable Partido Verde Ecologista busca engañar con presuntas fortalezas electorales para también meterse al reparto de candidaturas y, como ha sido en su prostituida vida política, sacar provecho al vender caro a sus seguidores y potenciales votantes.

Favores al mejor postor para enriquecer a dirigentes vivales tanto en lo nacional como en los Estados y eso es algo que por igual, los petistas ven con marcado recelo y particular antipatía. No le compran el favor a la mujer de la vida galante con podrido ropaje ecologista.

Pero al menos el PT ya alzó la mano, no se sabe hasta dónde los dejará transitar en esa actitud López Obrador, pero siendo un aliado en la dictadura de ocurrencias hasta el momento, es el que ha salido al paso de los atropellos y excesos de poder en que se pasan la vida, los morenistas y sus endebles liderazgos.

No hay oposición seria y responsable en el PAN, PRI, PRD  y Movimiento Ciudadano, y es el Partido del Trabajo quien, exhibe y ventila la pestilencia que emana de Morena a quien ya no ven como el “aliado mayor” al que deben obedecer ciegamente y eso no debe pasar desapercibido. Hacerlo sería un error.

¿Y los opositores tradicionales cuándo despertarán del letargo en que viven?, se preguntan los mexicanos inconformes con los atropellos de López Obrador.

La respuesta que se tiene y a la que deben irse resignando es que con los que hoy figuran al frente de los mismos, darán la cara después que el pastel lo repartan entre PT y Morena.

Y así López Obrador, si le aleccionan bien los ilustrados que debe tener en su staff, podrá parodiar a José Rubén Romero en su célebre obra de la Vida Inútil de Pito Pérez, para decir:

-“¡Pobrecitos idiotas, qué lástima les tengo!”