Es necesario conocer algunos datos de los Hombres que fueron dirigentes y después sostenedores de la Revolución Mexicana. Ellos tuvieron grandes aciertos y lamentables equivocaciones, pero no les podemos negar la valentía de salir a luchar por un ideal. Hicieron lo que tenían que hacer, no es válido emitir juicios cien años después, generalmente con ignorancia y con enormes prejucios. Lo que haya sucedido de la mitad del siglo pasado para acá, nada tiene qué ver con los mexicanos que murieron por el ejercicio de todas las libertadas, oprimidas por el Porfirirato.

Veamos:

Álvaro Obregón, que fue un excelente agricultor del Valle del Yaquí, e inventó la primera cosechadora de garbanzos, fue un excelente militar, sin conocer derrota a lo largo de 8 mil kilómetros en campaña, y poseía una memoria prodigiosa.

Plutarco Elías Calles, después de infortunios, para definirlo con exactitud, como labriego y como comerciante, y de ser un buen profesor e inspector de educación primaria, entra a la Revolución como uno más de los indignados por el asesinato de Madero y comienza su prodigiosa carrera de teniente a general.

El Michoacano Lázaro Cárdenas es indudablemente un hijo del pueblo. Huérfano, su madre doña Felicitas cose ajeno, y él pasa por muchos oficios, hasta que sobresale como tipógrafo. Entra a la Revolución como capitán segundo a la edad de 18 años, y todo lo que aprende se lo enseñan las campañas militares y las reuniones de estudio en los campamentos militares. Herido dos veces en campaña, llega a ser el general más joven del ejército mexicano.

Difícilmente nos imaginamos a Francisco Villa como fundador de escuelas o rodeado de intelectuales de la talla de Francisco Urquizo, Martín Luis Guzmán, Federico y Roque González Garza, Luis Aguirre Benavides, y tantos otros.

Emiliano Zapata, quien además de intelectuales anarquista de la Talla de Antonio Soto y Gama, o de Octavio Paz Solórzano, padre de nuestro Nóbel Octavio Paz, después de ser un excelente arrendador de caballos y el mejor cultivador de sandías de toda la tierra caliente, se preocupó mucho por la educación y la organización del pueblo para producir en las tierras recobradas a las haciendas. Algunas de las leyes que promulgó fueron Ley de Accidentes de Trabajo, Ley Agraria (antecedente del 27 Constitucional del 17), Ley sobre funcionarios y empleados públicos, Ley General del Trabajo, Ley sobre la Asistencia Pública, Ley sobre la Generalización de la Enseñanza, Ley sobre la fundación de Escuelas Normales, Ley sobre la Administración de la Justicia, Ley de imprenta.

Dos palabras sobre don Francisco Ignacio Madero, del que poco se sabe como estudiante muy aprovechado en Paris, Francia, y en Berkeley, USA; como agricultor progresista, introductor del algodón en el valle del Nazas; como homeópata dedicado a la salud de quienes vivían en sus propiedades. Montaba a caballo muy bien y era un apasionado de la lectura.

Es decir, personas como ellos, de los más conocidos, al igual que el resto de los revolucionarios campesinos, obreros y que las valientes mujeres de 1910 a 1917, eran seres humanos comunes y corrientes, dedicados a sus labores, sin otra preocupación que la de tener una presencia provechosa en sus comunidades, o para sus comunidades en las rancherías o en las fábricas. Cuando se convierten en revolucionarios, los acontecimientos mismos los van llevando a mayores responsabilidades y a forjar, a punta de bayoneta y de balazos, un México mejor al que heredaron ellos de la dictadura porfirista.

Este sentido humano de los hombres de la revolución es el que explica mejor a la Revolución misma.

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