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Amnistía directa: patente de corso
El diccionario de la Lengua Española define la palabra “desgraciado” como el hecho de carecer de gracia, que produce desgracia o alude de una persona que se encuentra en una situación lamentable o que es despreciable.
La política de nuestro país se ha convertido en un desfile interminable de desgraciados.
No solo porque los personajes aludidos carecen de gracia; salvo contadas excepciones, la mayoría son cínicos, viles y antipáticos, por loque repelen de forma natural a los ciudadanos.
También, porque con su desempeño público generan desgracia al ámbito político, ya que en vez de alentar situaciones propositivas, dignas de reconocimiento público, empeoran el ya de por sí devaluado sistema político con su pobre y dislocado comportamiento.
Hablar de políticos mexicanos nos remite a la icónica frase de la conductora peruana nacionalizada mexicana, Laura Cecilia Bozzo Rotondo, quien en su trabajo como conductora de TV hacía pasar al set al personaje cuestionado, desvalido, miserable o canalla con un sonoro grito que precedía al adjetivo.
Referirnos a los políticos actuales remite al grito descrito: “¡Que pasen (los políticos) los desgraciados!”
Para infortunio de nuestro país, nuestros políticos provocan risa, en vez de infundir respeto. Han perdido toda honorabilidad; son dignos representantes del escándalo mediático y personajes adecuados para saturar las redes sociales donde, en su mayoría, impera lo banal e insulso.
Son incontables los personajes que podemos citar como ejemplo, pero podemos comenzar por describir a algunos que sobresalen por su papel mediocre entre ellos al actual titular de Gobernación, Adán Augusto López, quien un día sí y otro también, es víctima de su propia boca.
Lo mismo alienta la división nacional con señalamientos clasistas entre los habitantes del norte con los del sur del país. Al respecto afirmó que los habitantes del norte no son personas inteligentes, pero los del sur del territorio sí lo son.
Mas recientemente alentó el linchamiento mediático y político del expresidente Felipe Calderón al asegurar, sin prueba alguna, que el exmandatario era sujeto de una investigación en Estados Unidos por disposición ilegal de armamento, clasificado dentro del plan “Rápido y furioso”, de cooperación con Estados Unidos.
Luego se desdijo, pero ya había hecho el ridículo. Esta semana ha insistido, pero ahora dice que Europa investiga a Calderón por haber dispuesto de manera ilícita de armamento
Como el presidente López Obrador le concedió estatus de presidenciable, Adán Augusto López anda como “chivo en cristalería”, generando destrozos políticos por todo lugar que pisa. Tiene licencia para placearse con el pretexto de dar seguimiento a la aprobación en los Congresos locales de la reforma militar. El se cree ese cuento de que es figura presidencial.
Ha hecho a un lado su función pública institucional, que es la de velar por la gobernabilidad, la unidad y el diálogo político. Es la versión barata, quizá pirata, del político bravucón. La Secretaría de Gobernación le quedó enorme, mientras que el país reclama gobernabilidad.
Otro caso.
La gobernadora de Campeche, la ex priista y hoy morenista Laida Sansores, hija del cacique campechano Carlos Sansores Pérez, es en realidad la versión femenina del “juanito” de Iztapalapa, un personaje folclórico que se asumía político, pero que, por su actuación, discurso y formas de hacer política, en realidad era el “bufón de la fiesta”.
Así se le ve a Layda Sansores, como la “juanita” de Morena. Sin gracia, sin peso político, sin propuesta propia, pero con un costal de mañas a cuestas que le permite lo mismo valerse del espionaje político en contra de los adversarios de la 4T, que sumergirse en las cañerías para hacer política sucia y maloliente. Pero se tomó con Ricardo Monreal Ávila.
Layda Sansores es la misma que como alcaldesa de Álvaro Obregón mandó construir una escalera eléctrica para una zona de barrancas en esa demarcación, la cual nunca pudo operar como lo prometió. Y es la misma a la que ahora el mismo espionaje político la ubica como propietaria de más de 83 propiedades, igual que “alito” Moreno”, algunas de ellas pagadas en efectivo, en “cash”, como les gusta.
En el circo político hay de todo, algunos cínicos y otros actúan con tal desfachatez que creen que perder su dignidad es moda.
Alejandro Moreno, hoy aliado de MORENA, dice que la Alianza por México debe continuar, después de que él la dinamitó con su traición a PAN y PRD a quienes dejó solos en su oposición contra la militarización del país. “Alito” Moreno sigue como líder nacional del PRI, a pesar de que cada día son menos los que creen en su discurso y en sus maromas políticas.
¡Que pasen los desgraciados!, parece escucharse a nivel nacional cuando viene a nuestra mente esta clase política nuestra que en su mayoría se han olvidado de sus funciones centrales y ahora están metidos ya en una sucesión presidencial, adelantada por el propio presidente López Obrador, que ha provocado el dislocamiento de las principales poleas de transmisión de la gobernabilidad del país.
Más allá de metáforas o alusiones al mundo del espectáculo, el análisis político plantea que esta descomposición política que tenemos frente a nosotros es apenas el principio y que escalará en nuevos y más radicales enfrentamientos.
Hay diversas muestras de esa escalada de violencia política-electoral.
Por un lado, Ricardo Monreal señala a la otra “corcholata” Claudia Sheinbaum Pardo de promover su linchamiento político es redes sociales, por otro, el senador Ernesto Guadiana señala al vocero presidencial, Jesús Ramírez, de estar detrás de la campaña de la denuncia por lavado de dinero ligada a la explotación de minas de carbón, para beneficiar al subsecretario de Seguridad, Ricardo Mejía quien ya se siente gobernador de Coahuila.
Muestras de la guerra bajo el agua que ocurre hoy en nuestro país, guerra que todavía se puede frenar hoy, antes de que empiecen a caer las primeras víctimas.