Libros de ayer y hoy
CONSULTA
Confieso que estuve a punto de participar en la consulta para emitir mi opinión sobre el tema del nuevo aeropuerto. Reflexioné y decidí no hacerlo por dos sencillas razones: no tengo conocimiento alguno sobre el tema, y sería irresponsable votar sobre un tema que eso sí tengo claro, tendrá un determinante impacto para el desarrollo del país con los alcances de lo que resulte. Por eso me abstuve.
Pero ya lo advirtió AMLO, hay que acostumbrarnos a las consultas. Yo agrego que hay que respetar a los que participaron en este evento que concluyó este domingo y que ganó por doble construir en Santa Lucía.
Concluí que, en el fondo y por la forma de la consulta, se trató de ratificar de qué lado sigue estando la mayoría de los votantes en la pequeñísima escala que representó la encuesta. Votar por Texcoco era santificar a Peña Nieto a través de la obra más significativa de su sexenio.
Para no pocos ciudadanos; votar por Santa Lucía era ratificarle el triunfo a López Obrador, y era también simbolizar la afiliación a Morena y perpetuar lealtad al nuevo gobernante. Coincido y ambas cosas las considero infértiles.
En ese entendido mi voto no hacía falta. Me basta con reconocer y respetar el triunfo del que será presidente de todos los mexicanos con la confianza de que hará su mejor esfuerzo para un México más justo y un transparente ejercicio de gobierno.
Lo que sí tengo claro es que, por haber sido el convocante, López Obrador será el responsable de aplicar lo que resultó de su consulta. En los hechos será el nuevo gobierno-no los ciudadanos que votaron en la consulta- el que materialice la cancelación de la obra en Texcoco y el que inicie el nuevo aeropuerto en Santa Lucía o donde mejor le parezca.
Al final de esta historia, de todas formas, será el nuevo gobierno el que asumirá la responsabilidad de ejecutar esa obra y los programas oficiales que considere. Lamentable que, sin razón de fondo, se provoquen divisiones entre los ciudadanos sin otros motivos aparentes.
“Ya gané, pero es fascinante que no lo olvide la Mafia del Poder”.
CORRUPCIÓN
Un nuevo debate surgió ayer entre la titular del Medio Ambiente de la Ciudad de México contra la jefa de gobierno electa de la capital del país, Claudia Sheinbaum sobre actos de corrupción en la revisión de autos en los llamados verificentros.
La nueva gobernante de la ciudad más poblada se dice víctima de que hace tiempo empleados le pidieron dinero para librar el proceso de su vehículo. No aclara si aceptó ni cuanto y si denunció el acto. La funcionaria responsable de esa área en el gobierno actual lo niega y de ahí acusaciones van y desmentidos vienen.
Lo señalo aquí no porque sea un caso ilustrativo de la corrupción en nuestro país, sino porque son casos simples que suponemos suceden a diario en todas partes.
Estoy seguro que precisamente contra la corrupción de políticos y funcionarios fue que una abrumadora mayoría votaron por López Obrador ante la máxima oferta de acabar con ese mal arraigado.
Es decir, los ciudadanos estamos hartos de que los funcionarios utilicen los cargos para agenciarse los recursos públicos y peor aún, que se olviden de las necesidades de la población. Perfecto.
Ni quien se atreva a decir lo contrario. Sin embargo, también está claro que la impunidad de los corruptos no es por falta de leyes para castigarlos.
Por definición, cualquier acto de corrupción es por beneficio de las partes que se involucran sin importar niveles, sean empresas o personas físicas.
Los diputados que “gestionan” recursos y que ofrecen y/o piden “moches”, funcionarios federales o de cualquier nivel que resuelven demandas a cambio de mochadas, los gobernadores y alcaldes que desvían recursos, los que hacen obras de mala calidad para obtener “ganancias”. Los funcionarios que realizan trámites, licencias, infracciones y un largo etcétera “facilitando” en algo a los que aceptan corromper olvidando que igualmente se corrompen.
¿Hasta dónde estamos dispuestos los ciudadanos a no ser parte de la cultura del “moche”?
La promesa de AMLO de terminar con la corrupción no será posible si los ciudadanos no estamos dispuestos a no ser parte y a denunciar a los corruptos.
Ni AMLO ni sus funcionarios podrán castigar a los corruptos si no hay denuncias y pruebas de las víctimas. No hay dependencia ni organización bien constituida que no esté en la sospecha de practicar actos de corrupción con sus agremiados o para que otros formen parte de las agrupaciones.
Pero la sospecha no es una ley y con todo respeto, creo que la sospecha es la que más nos corroe a los ciudadanos.
A nuestro nivel local sobran las sospechas de actos de corrupción por alcaldes y funcionarios. Nos ha sido más fácil satanizarlos que denunciarlos.
Y no con esto pretendo exculpar a nadie, aunque no tengo pruebas contra nadie, pero si sospechas, como muchos ciudadanos. Pero estoy claro que eso no basta. Como también estoy claro que no habrá cambios si los ciudadanos no estamos dispuestos a cambiar como bien deseamos que cambien los que nos gobiernan.
El final de esta participación me lleva al tema del inicio. Que las sospechas no nos dividan más, que no nos confronten. Creo que quienes nos gobiernan deben echar mano de estrategias que nos unan, que nos sumen, que nos multipliquen hacia una misma causa.
Lo más visto en redes sociales es que los que en la encuesta votarían por Texcoco, son corruptos, son parte de la Mafia del Poder.
Los ciudadanos ya decidieron el 2 de julio, AMLO será el nuevo presidente, y con ese voto, tiene la confianza y la responsabilidad para conducir al país como mejor lo sepa hacer. Ya habrá el momento de que los ciudadanos hagan cuentas de los resultados. HASTA LA VISTA.